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Capítulo 29: (Extra)

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Capítulo 29: (Extra).

El agua ascendía, envolviéndome como un abrazo del propio océano, subiendo por mis piernas, mi cintura, y luego, en un suspiro de segundos, me cubría por completo. El mundo sólido se desvanecía bajo mis pies, y solo quedaba la danza de la luz filtrándose a través del agua. Nado hacia arriba, impulsada por la esperanza de respirar una vez más, con los demás a mi lado, compañeros en esta travesía hacia lo desconocido.

La superficie se rompe y la realidad se despliega ante mí. Una cama, un ancla en la tempestad, se presenta como el faro que guía a los marineros perdidos. Me aferro a ella, sintiendo cómo el agua comienza su retirada, como si el mar mismo obedeciera a un mandato invisible. Me siento sobre la cama, el agua retrocede hasta mi pecho, y el alivio de respirar libremente llena mis pulmones.

Edmund se sienta a mi lado, su presencia es un abrazo para el alma. Eustace, con la inocencia de un niño que ha visto más allá de los velos del mundo, se sienta en el suelo, y frente a él, Lucy, cuya fortaleza se disfraza de fragilidad. El agua continúa su descenso, obedeciendo a las leyes de un mundo que ya no es Narnia, hasta que finalmente se retira al cuadro del que emergió, dejándolo inerte en el suelo.

Observo mi cuerpo, mi ropa seca, mi cabello intacto, como si el agua nunca hubiera tocado mi piel. Los demás comparten mi estado, un secreto silencioso que nos une aún más.

La voz de la tía Alberta irrumpe desde abajo, un recordatorio de que la vida continúa más allá de las aventuras.

—¡Eustace!... ¡Eustace! —su grito es un eco de normalidad en un mundo que ya no nos parece tan normal.

Eustace nos regala una sonrisa, un gesto que sella incontables conversaciones sobre Narnia en los días venideros. La amistad y el lazo familiar que se forjó entre nosotros, se fortaleció en esos momentos compartidos. La guerra terminó, y con ella, nuestra estancia juntos, pero la cercanía con Eustace permaneció, en un recuerdo grabado en mi corazón.

Día tras día, junto a Edmund y Lucy, reconstruimos nuestras aventuras con palabras, manteniendo vivos aquellos lugares que ahora yacían en nuestras memorias. La tristeza de no regresar a Narnia pesaba sobre ellos, pero juntos, encontrábamos la luz en cada día, un consuelo en nuestra unión.

Edmund, mi ancla, mi refugio, se convirtió en una parte esencial de mi ser. Con cada amanecer, mi amor por él crecía, y con cada latido de mi corazón, sabía que quería compartir mi futuro con él, y él conmigo.

Lucy, mi hermana de alma, mi compañera en cada risa y cada lágrima. No había desafío que no enfrentáramos juntas, ni alegría que no compartiéramos. Peter y Susan, los hermanos mayores, me acogieron como una más de los suyos, completando el círculo de una familia elegida.

Las aventuras que viví este año fueron más allá de lo imaginable, un viaje maravilloso que trascendió mundos y realidades. En algún lugar dentro de mí, sabía que Aslan volvería a llamarme, que Narnia me necesitaría de nuevo.

Estaba lista, esperando el momento de regresar, de reencontrarme con Eustace y los demás. Ansiaba las aventuras, los combates contra monstruos, los secretos por descubrir. Sobre todo, anhelaba desentrañar aquellos misterios que envolvían mi existencia, mi pasado. Estaba convencida de que mi ser tenía un propósito, que mi viaje a Narnia no había sido una coincidencia.

Y así, con el corazón lleno de esperanza y los ojos fijos en el horizonte de posibilidades, aguardaba el llamado de Aslan. Porque sabía que, cuando llegara, estaría lista para responder, para sumergirme una vez más en la magia de Narnia y descubrir la verdad de quién soy realmente.

Fin.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora