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Capítulo 16: Oscuridad propia

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Capítulo 16: Oscuridad propia.

El silencio que siguió fue palpable, todos en la habitación sentíamos el peso de la revelación. La Isla Negra no era solo un lugar; era una entidad, una fuerza que buscaba desequilibrar la balanza entre la luz y la oscuridad. Y ahora, con su ubicación revelada, la responsabilidad de enfrentarla caía sobre nuestros hombros.

La tensión en la habitación era palpable, como una cuerda tirante a punto de romperse. Lucy, con la inocencia aún brillando en sus ojos, formuló la pregunta que todos teníamos en mente.

—¿Cómo detenemos la bruma?

El hombre, cuya presencia imponía un respeto casi místico, señaló a Edmund con una certeza que no admitía dudas.

—Deben romper el embrujo. —Su dedo señaló la espada que Edmund portaba. —La espada que llevas, existen otras seis

—¿Las has visto? —La voz de Edmund era un susurro cargado de esperanza y temor.

—Si —confirmó el hombre, y su afirmación fue como un faro en la noche.

Caspian, con la gravedad propia de un rey, murmuró casi para sí mismo. —Los seis nobles. —Y luego, alzando la voz, preguntó. —¿Ellos pasaron por aquí?

—Así es —respondió el hombre, y el mapa ante nosotros cambió, como si respondiera a la misma magia que corría por nuestras venas.

—Para romper el hechizo, deben seguir a la estrella azul —Una esfera azul, brillante como el corazón de un cometa, apareció sobre el mapa cuando extendió su mano. —, hasta la Isla de Ramandu, ahí han de poner las siete espadas en la mesa de Aslan. —Su voz se tornó solemne, como si recitara un antiguo credo. —Me temo que no es solo eso, también deben conseguir el colgante de galaxia y dejarlo allí, junto a las espadas. —continuó, y su mirada se perdía en un horizonte que solo él podía ver. —No es fácil, pues pertenece a la quinta Reina de Narnia, la descendiente directa del mismo Aslan, y solo se presenta con aquellos que se ganen su corazón y lleguen a su alma

Mis pensamientos se agolpaban, cada uno luchando por hacerse oír. ¿Cómo podríamos ganarnos el corazón de una reina?, ¿y cómo llegar a su alma?.

—Deben tener mucho cuidado, pues en este vieje, cada uno enfrentará una prueba

—¿Qué cosa? —interrogó Lucy, con la pureza que la caracterizaba.

El hombre nos miró a cada uno, su mirada penetrante como si pudiera ver nuestras almas.

—Hasta que coloquen el colgante, luego de las espadas, el mal tendrá la ventaja y utilizará todo su poder para tentarlos... sean fuertes, no caigan en la tentación, para derrotar la oscuridad exterior, deben derrotar la oscuridad interior

Sus palabras resonaron en mi como un eco que se mezclaba con el latido de mi corazón. La oscuridad interior... ¿acaso no era esa la batalla más difícil de todas?. La lucha contra nuestros propios miedos, dudas y deseos oscuros.

Después de los consejos y la guía del mago, todos volvimos al navío que nos estaba ofreciendo un hogar sobre los océanos Narnianos. Ahora que sabemos mejor a que debemos enfrentarnos, el ambiente es más tenso y silencioso. Entonces preferí irme a mi hamaca y dormir para no dejar que el miedo controle mi mente y se apodere de mi cuerpo.

Pensé que la noche ayudaría y traería calma a nosotros, pero no fue así. Una tormenta se formó en el oscuro cielo, privandonos de ver las estrellas. Las nubes negras y furiosas lanzaban rayos y el agua debajo del barco amenazaba con voltearlo.

El amanecer traía consigo la promesa de un nuevo comienzo, el cielo aún teñido con los últimos vestigios de la tormenta que había azotado el mar durante la noche. El barco se mecía suavemente sobre las olas calmadas, como si se recuperara del furioso baile al que había sido sometido por los vientos y la lluvia.

Me desperté con el cuerpo adolorido, cada músculo recordándome la ferocidad de la tempestad. A pesar de la hora temprana, Lucy ya estaba despierta, su espíritu inquebrantable reflejado en la sonrisa con la que me saludó. Era nuestra rutina: ella me entregaba mi desayuno y juntas salíamos de la habitación, compartiendo el silencio cómplice de la mañana.

Me senté junto a Edmund, cuya mirada perdida en el horizonte parecía buscar respuestas en las aguas tranquilas.

—¿Qué tal has dormido? —me preguntó.

—Lo que la tormenta me ha dejado —respondí. Su semblante, marcado por la fatiga, era un espejo del mío. —, me duele todo el cuerpo —confesé, sintiendo cómo el cansancio se enredaba en mis palabras.

—Yo tenía ganas de tomar mi espada y lanzarla a las nubes, para que la tormenta acabara de una vez por todas —La imagen de desafiar al mismo cielo con un acto tan temerario me arrancó una sonrisa fugaz.

Edmund me miró, y en sus ojos vi el reflejo de un guerrero.

—Apuesto a que les hubieras dado, eres bueno con la espada, quizá deberías enseñarme a... —Mi voz se desvaneció cuando Caspian se acercó, su presencia imponiendo un cambio en el aire.

—Te enseñaré a usar una espada —dijo con una sonrisa que parecía disipar las sombras de la noche pasada. Extendió hacia mí una espada, su hoja brillando con la promesa de nuevas habilidades por aprender.

Tomé la espada con manos que aún temblaban por la adrenalina no gastada de la tormenta. Edmund observaba, su expresión una mezcla de emociones que no supe descifrar. ¿Era preocupación?, ¿o tal vez algo más profundo?.

Me levanté, sintiendo el peso del acero en mis manos, un peso que se transformaba en determinación. Durante horas, bajo la tutela de Caspian, practiqué cada movimiento, cada estocada y parada. El sonido del metal chocando contra metal se convirtió en una melodía que hablaba de fuerza y coraje.

Con cada golpe, sentía cómo crecía en mí algo más que habilidad: una conexión con el pasado de Narnia, con los guerreros que habían empuñado sus espadas en defensa de la luz.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora