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Capítulo 2: El barco Narniano

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Capítulo 2: El barco Narniano.

La habitación frente a la mía estaba apenas iluminada, con paredes adornadas con espejos y cuadros.

Lucy señaló una de las camas y me hundí en ella, mientras ella se acomodaba en la opuesta. Edmund se sentó junto a su hermana.

—¿Cuántos años tienes, Alison? —preguntó Lucy, sus ojos brillando de curiosidad.

—Dieciséis, casi diecisiete —respondí.

—Igual que Edmund, yo tengo quince y Eustace once

Luego de sus palabras, el ambiente se vuelve silencioso y algo tenso.

—¿Qué dice la carta, Lucy? —pregunta Edmund, rompiendo el silencio.

—Cierto, lo había olvidado

Lucy sacó una carta enviada por su hermana Susan desde América. Edmund, aparentemente desinteresado, se acercó a la pared, estudiando el cuadro. A diferencia del que había en mi habitación, una serena escena de bosque, este mostraba un barco navegando en un vasto océano. Seguí la mirada de Edmund, cautivada por los detalles intrincados de la embarcación. Había algo magnético en él, una atracción que iba más allá de la simple curiosidad.

 Había algo magnético en él, una atracción que iba más allá de la simple curiosidad

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—¿Solo unos meses más? —la voz de Lucy rompió mi ensueño—. ¡No sobreviviré!

Edmund le quitó la carta de sus manos. —Tu tienes suerte, Lucy. Tienes una habitación para ti sola, yo estoy atrapado con el monstruo bocón —Lucy le lanzó una mirada juguetona y se levantó.

—Susan y Peter son los afortunados —murmuró Lucy, observándose en el espejo. Edmund se dejó caer en la cama, sumido en sus pensamientos.

—Ellos son los mayores, —dijo el pelinegro—. nosotros, los más jóvenes, somos menos importantes

Lucy se volvió hacia Edmund, sus ojos más abiertos de lo normal. —¿Crees que soy tan hermosa como Susan?

Parece que Edmund no escuchó la pregunta de su hermana.

—Eres encantadora, Lucy. —le digo yo. —Ojalá yo fuera tan linda como tú

Lucy se sonrojó y no pude evitar sonreír. Iba a seguir hablando, pero Edmund cambió la conversación.

—Lucy, ¿alguna vez has visto un barco como este? —Señaló el cuadro.

—Sí. —respondió Lucy, acercándose. —Es bastante narniano, ¿no crees?

—¿Narniano? —intervine, intrigada.

La frustración de Edmund afloró. —Es difícil de explicar, pero es una historia fascinante. Este barco nos recuerda ese lugar —Señaló hacia el cuadro. —, donde no estamos, pero desearíamos estar

Mientras Lucy trazaba los contornos del barco, la puerta de la habitación se abre con un chirrido. El aire se llena de tensión mientras Eustace entra a la habitación, con aires de superioridad.

—Conozco dos huérfanos, que perdían el tiempo con cuentos de Narnia que eran un invento, no les creas nada de lo que te digan, Alison, están mal de la cabeza

Edmund, el otro chico, parece a punto de explotar. Sus ojos brillan de rabia mientras se enfrenta al rubio.

—Déjame golpearlo —Edmund avanza hacia Eustace, me paro de un salto y Lucy lo detiene por el brazo.

—¡No! —grita Lucy.

—¡¿No sabes tocar?! —pregunta Edmund, visiblemente enojado.

—Es mi casa, ustedes no me ordenan, son invitados —Camina y se sienta en la cama, a mi lado. —, ¿y por qué los cautiva esa pintura fea?, es horrenda

—No la verás si te vas del cuarto —el otro chico le habla entre dientes.

Lucy se acerca a la pared, observando la pintura con fascinación. ¿Qué tiene de especial?. Me acerco para verla mejor.

—Hasta parece en serio que el agua se está moviendo —comenta Lucy, absorta.

—¿Qué tonterías dices?, es lo que pasa cuando lees novelas de fantasía y absurdos cuentos de hadas

Me acerco al rubio y pongo mi mano en su hombro, negando con la cabeza para que no siga con la pelea.

Edmund se acerca aún más a Eustace y lo tomo del brazo. No tiene sentido que la pelea continúe.

—Eustace era un niño consentido —dice el pelinegro con desprecio—, que leía libros con datos aburridos

—Los bobos que leen cuentos de hadas —interviene Eustace, furioso—, solo se vuelven una carga pesada para personas como yo, que leen libros con información real

—¿Una carga pesada? —Ed se deshace de mi agarre y se acerca al niño mientras este se levanta de la cama. —, yo no he visto que muevas un dedo desde que llegamos. —La tensión aumenta. Eustace intenta irse, pero Edmund cierra la puerta de golpe, atrapándolo en la habitación. ¿Qué está pasando aquí?.—Creo que debería decirle a tu padre que robaste los caramelos de la tía Alberta —amenaza Edmund.

Me coloco entre ambos, con Eustace a mi espalda. El rubio me toma del vestido.

—Edmund, esta pelea no tiene sentido —le digo, buscando calmarlo.

—¡Edmund, la pintura! —grita Lucy, señalando el cuadro.

—¡Eres un mentiroso! —le grita el niño a Edmund desde detrás de mi.

—¡Ya basta los dos! —Tengo que levantar la voz por que parece que no quieren parar.

Todo se quedo en silencio, hasta que, agua comenzó a caer detrás de mí. Eustace, el más joven de nosotros, estaba desconcertado, su ropa ya casi empapada. Me giré para ver cómo el agua formaba una cortina, saliendo del antiguo cuadro en la pared. Lucy, con el rostro lleno de fascinación, nos miro.

—Es solo un truco. —murmuro Eustace, con voz temblorosa. —¡Basta de esta tontería, o le diré a mi madre! —sus gritos resonaron en la habitación, pero el agua seguía fluyendo.

Observé cómo Ed y Lucy luchaban por contener a Eustace, quien estaba decidido a arrancar el cuadro de la pared. El agua fluía con más fuerza ahora, subiendo alrededor de nuestros tobillos. Mi vestido se pegaba a mi piel, y me pregunté si esto era alguna broma elaborada. Pero no había lógica en ello, solo una escena surrealista e inexplicable que se desarrollaba ante nosotros.

Edmund tropezó, cayendo de rodillas. Lucy, con los ojos desorbitados, extendió la mano para sostenerlo. Yo me aferré a la muñeca de Eustace, tratando de evitar que tocara el cuadro. El agua aumentó, llegando a mi cintura. El pánico se apoderó de mí. ¿Era esto normal en esta casa?, ¿había alguna sustancia en el aire que causaba alucinaciones?. Debía ser eso.

—¡Suéltalo, Eustace! —gritó Lucy, desesperada. Pero él no escuchaba. Estaba decidido a romper el cuadro en mil pedacitos.

La fuerza de Edmund flaqueó, y él se derrumbó una segunda vez. Lucy hizo lo mismo, ambos ahora sumergidos. Yo seguía sosteniendo la mano de Eustace, nuestros dedos resbalando entre si. Y luego, con un último impulso, el agua nos arrastró hacia abajo. Caímos juntos y la habitación desapareciendo en la oscuridad.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora