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Capítulo 6: Serpientes marinas

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Capítulo 6: Serpientes marinas.

En otra habitación, nos acercamos a una mesa donde Caspian desplegó un mapa con la ayuda de un hombre mayor, calvo, cuya sabiduría parecía emanar de su misma piel.

—Desde que se fueron los gigantes del norte, se rindieron incondicionalmente, luego derrotamos al ejército de Kalorm en el gran desierto, hay paz a lo largo y ancho de Narnia —explicó Caspian, su voz cargada de orgullo y esperanza.

—¿Paz? —Edmund preguntó, su incredulidad resonando en la sala.

—En sólo tres años —confirmó Caspian, y por un instante, la magnitud de lo logrado pareció colgar en el aire.

—¿Y también hallaste una reina en esos tres años? —Lucy inquirió, su curiosidad teñida de preocupación.

—No, nadie se compara con tu hermana, por ahora —Caspian respondió, y su mirada se perdió en un punto lejano, como si buscara en el horizonte a alguien que ya no estaba.

—Si no hay guerras que pelear y nadie está en problemas, ¿qué nos trajo aquí? —Edmund observó el mapa, su ceño fruncido en una pregunta sin respuesta.

—Tienes razón, también me pregunto lo mismo —Caspian susurró, y en su voz había un matiz de confusión.

—¿Hacia dónde se supone que va este barco? —pregunté, intentando entender el propósito de nuestra presencia en ese lugar.

—Cuando mi tío usurpó mi trono, atacó a los amigos más cercanos a mi padre y sus más leales súbditos, los siete señores de Telmar. —Caspian observó unos dibujos pegados en la pared, y Edmund se le unió. —Huyeron a las Islas Solitarias —señaló una isla en el mapa. —, y nadie sabe qué les pasó

—¿Crees que están en peligro allí? —volví a preguntar, mi voz apenas un susurro.

—Pues, si así es, es mi deber averiguarlo —respondió Caspian, con determinación iluminando su rostro.

—¿Y qué hay al Este de las Islas Solitarias? —Lucy acarició el mapa, su dedo trazando rutas imaginarias.

—Aguas desconocidas —contestó el hombre calvo. —, cosas que nadie imagina, cuentos de serpientes marinas y peor

—¿Dijo serpientes? —Edmund preguntó, su tono mezcla de asombro y escepticismo.

—Ya sé que es la primera vez que vengo a Narnia, pero me creo lo de las serpientes marinas luego de ver a un ratón hablar —dije, y Edmund me sonrió, negando con la cabeza como si compartiera un secreto conmigo.

Minutos después, todos salimos de aquella sala. La brisa marina acariciaba mi rostro mientras caminaba por la cubierta del barco, perdida en la inmensidad del horizonte. El cielo y el mar se fundían en un abrazo lejano, y el sol comenzaba a descender, tiñendo el mundo con tonos de oro y fuego. Mis pensamientos vagaban libres, como las gaviotas que surcaban el cielo, cuando una melodía suave y familiar llegó a mis oídos.

—Donde el cielo se une al mar... —la voz era pequeña pero clara, y al girarme, vi a Reepicheep, el valiente ratón, cantando con los ojos cerrados. —las olas han de endulzar, no dudes Reepicheep...

Sin pensarlo, me uní a su canto, nuestras voces entrelazándose en el aire.

—Tu viaje acabará, él este ahí estará...

Reepicheep se sobresaltó al escuchar mi voz, y sus ojos se abrieron de par en par.

—¡Oh!

—Lo siento, no quería asustarte. —me apresuré a decir, sintiendo cómo el rubor coloreaba mis mejillas. —Es una linda canción

—Gracias —respondió él, recuperando su compostura. —, una Dríada me la cantaba cuando era sólo un pequeño, no entiendo el significado, pero jamás olvidé la letra

—A mí me la cantaba mi madre —confesé, recordando las noches en que su voz me arrullaba hasta el sueño —, sin esa canción no podía dormir, parecía magia

—Es una canción de Narnia. —dijo Reepicheep, su mirada adquiriendo un brillo de sabiduría. —Eso quiere decir que tu llegada no es sólo una casualidad

—¿Eso qué significa? —pregunté, sintiendo cómo la curiosidad despertaba en mi interior.

—Todos llegamos o estamos aquí por un motivo, un propósito. —explicó el ratón, su voz era firme y segura. —Apuesto a que tú también, incluso los reyes llegaron a Narnia pensando que fue simple casualidad y míralos ahora

Sus palabras resonaron en mi mente, y por un momento, me permití soñar con la idea de que mi vida tenía un propósito más allá de lo que había conocido.

—Sí, supongo que sí —dije, aunque una sombra de duda cruzó mi corazón. —, sólo espero que mi propósito no sea morir aquí, a pesar de que ya no importe, ya no tengo padres para que me extrañen y mi hermano se ha ido para hacer su propia vida. Estoy sola

—Algo que aprenderás aquí en Narnia, es que jamás estarás sola, Alison —Reepicheep se acercó y posó su pequeña mano sobre la mía. —, aquí, en estas tierras mágicas, siempre encontrarás compañía y un lugar al que pertenecer

Sus palabras, simples pero llenas de verdad, calaron hondo en mi alma. Miré a mi alrededor, a las aguas que se extendían hasta el fin del mundo, a las estrellas que comenzaban a parpadear en el cielo, y supe que, de alguna manera, Reepicheep tenía razón. En Narnia, tal vez, podría encontrar un nuevo comienzo.

Tras su última palabra, Reepicheep ejecutó una reverencia digna de un caballero de antiguas leyendas. Su pequeña figura se alejó con saltos ágiles, desapareciendo entre la maraña de cuerdas y velas del barco. Me quedé observando su partida, sintiendo una mezcla de asombro y curiosidad por ese ser tan pequeño.

Cuando me giré, la figura de Edmund emergió de las sombras que la tarde traía consigo. Se acercaba a mí con pasos medidos, como si cada uno estuviera cargado de significado. Su sonrisa, leve y casi tímida, contrastaba con la firmeza que había visto en él durante este poco tiempo. Era una sonrisa que no sabía que Edmund podía ofrecer, y me sorprendió encontrarla dirigida hacia mí.

El aire se llenó de una calma expectante mientras él se aproximaba. Podía sentir el latido de mi corazón, un eco suave pero insistente que parecía acompasar mis pensamientos. ¿Qué pensaría él de mí?, ¿vería en mis ojos la misma incertidumbre que yo veía en los suyos?.

Narnia: La Travesía del Viajero del Alba |Edmund|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora