Grita y vuelve a gritar de placer 1

317 5 2
                                    

La música suave se escuchaba en la habitación, se mezclaban con los gemidos de ella, quien tenía cerrado sus ojos mientras abría sus piernas, se mordía los labios mientras disfrutaba las caricias de esa lengua sobre sus labios vaginales, era una delicia cada movimiento de esa lengua, la boca de él le causaban miles de sensaciones, esa boca ascendía por su cuerpo a besos, jugaba con su ombligo metiendo su lengua dentro el, moviéndose como una serpiente llena de deseo, llegaba a sus pechos para castigar sus pezones con deseo, logrando ponerlos muy duros, succionando con dureza, él seguía subiendo hacia su cuello, ella abrazaba con sus piernas el cuerpo de su amante, ese amante que la tenía delirando de placer, su cuello estaba tan sensible a esos besos tan apasionados y calientes, le costaba respirar pero ahora su boca era invadida por esos labios incansables que habían acariciado prácticamente todo su cuerpo.
Mientras la besaba la mano firme de su amante apretó su cuello, ella era suya, le calentaba tanto que la dominara, eso la mojaba demasiado, pero algo no estaba bien, él la estaba apretando muy fuerte, ella se estaba quedando sin aire y se desesperó, lo miro a los ojos mientras le suplicaba con los gestos de la cara que dejara de apretarla, pero los ojos de su amante habían cambiado, su mirada era dura, fría y de desprecio, en su desesperación al sentirse asfixiada clavo sus uñas en el cuerpo de su amante, lo suficientemente fuerte para lograr que la soltara, como pudo escapo de su habitación para pedir ayuda, pero antes de llegar a la puerta pudo observarlo, su amante tenía un cuchillo muy afilado en su mano derecha.
—¿Qué haces? ¿Te has vuelto loco? —le pregunto desesperada.
Su amante no dijo una sola palabra, solo camino hacia ella que se había paralizado ante el miedo que estaba sintiendo, estaba muy cerca, ella quiso decir otras palabras pero sintió la hoja fría del cuchillo entrar con violencia en su estómago, rápidamente él la acuchillo con violencia, una y otra vez, llenando la sala de la sangre de ella que escapaba de su cuerpo, los ojos de ella se apagaron y su cuerpo cayo con violencia hacia el piso, ante al fría mirada de su amante que se acababa de convertir en su asesino, quien dibujaba una risa en su rostro de satisfacción.
Al día siguiente Ana leía el periódico de su comunidad conmocionada, su amiga Laura había sido asesinada en su cuarto de alquiler, había recibido más de 30 puñaladas, no había pistas de su asesino, los vecinos no habían escuchado nada que los alertara de lo que estaba sucediendo en ese cuarto, unas lágrimas bajaban por la mejilla de Ana, Laura fue la amiga de su infancia a pesar de ser un año mayor, ella había ido a estudiar a la capital, una licenciatura en Economía, ambas se escribían a diario, por eso Ana sabía que su amiga estaba teniendo una relación prohibida con su profesor de Economía, el día anterior su amiga Laura le había comentado de esa cita y que no estaría disponible en toda la noche, ahora ella se enteraba de su cruel asesinato.
Había pasado un año, el profesor Gabriel Miller daba la bienvenida a su clase de Economía, era un profesor muy popular con las chicas, buen cuerpo, seguro de sí mismo y bastante atractivo, todos sus alumnos lo escuchaban al hablar como serían las pautas a evaluar en su materia universitaria.
—¿Perdón puedo pasar a su clase? me retrasé un poco y no pude llegar a la hora de inicio. —dijo una chica que se encontraba en la puerta.
—Me gusta la puntualidad, pero hoy hare una excepción, puedes entrar, pero debes presentarte para que te conozcan tus compañeros y mi persona que es tu profesor. —dijo Gabriel.
—Me disculpo con todos por llegar tarde a mi primer día de clases, mi nombre es Ana Méndez, vengo de una comunidad cercana a la capital, sé que no es una excusa, pero aún me faltaban algunas cosas para terminar mi mudanza.
—Bueno Ana, después de esa presentación puedes ir a sentarte—le dijo el profesor Gabriel.
Todos miraron a Ana, era una chica muy atractiva que destacaba con cualquier ropa que usara debido a sus curvas y su atractivo rostro, el resto de la clase transcurrió de forma normal, al terminar la clase Ana espero que todos sus compañeros se retiraran, ella fue a despedirse del profesor Gabriel.
—Discúlpame por llegar tarde, ser la única vez que suceda. —le dijo Ana.
—Eso espero, me gusta la puntualidad. —los ojos del profesor miraron fijamente a la chica.
En las siguientes clases Ana siempre se hacía notar, era la primera que llegaba a saludarlo, la última que se retiraba del salón de clases para despedirse, la relación entre profesor y alumna se volvía más cordial, uno de esos días en uno de los exámenes del profesor, Ana le entrega su examen e inevitablemente sus dedos se rozan lentamente al mismo tiempo que se miraban fijamente.
—Estoy ansioso por saber si te has preparado bien para este examen. —dijo el profesor Gabriel.
—Hoy hice mi mejor esfuerzo. —dijo Ana.
Ana noto que los dedos del profesor no se apartaban de los suyos, ella hizo el primer movimiento para retirar ese contacto. El fin de semana salió con sus compañeras de universidad a una discoteca para quitar el estrés de los exámenes, ella no era tanto de andar de fiesta como su difunta amiga, pero necesitaba distraerse, después de la 1 de la mañana decidió apartarse de ese ambiente, salió de la discoteca por la puerta trasera que daba directamente a un callejón oscuro, se acerco un poco al callejón recostándose a la pared mientras ordenaba sus pensamientos.
—No esperaba encontrarte en este lugar. —dijo una voz conocida.
Ana miro al profesor Gabriel saliendo del callejón oscuro detrás de la discoteca, Ana no pudo evitar sorprenderse un poco al verlo aparecer de ese lugar.
—Eso mismo puedo decir de usted, profesor Gabriel.
—No seas tan formal, hoy es fin de semana, puedes llamarme Gabriel no estamos en la universidad.
—Lo intentare, pensé que tu ambiente no era una discoteca llena de chicas universitarias.
—Estaba aburrido y decidí caminar y no me arrepiento, es toda una sorpresa encontrarte disfrutando la vida nocturna de la ciudad.
—Mis compañeras me convencieron, no soy de salir a fiestas, prefiero la vida tranquila de mi pueblo.
—¿Tus compañeras? Pensé que habías salido con algún novio o conquista.
—No tengo novio, a decir verdad, prefiero los hombres mayores a los de mi edad que solo piensan en divertirse.
—Me sorprende una confesión de ese tipo, me imagino que entro en tu lista entonces.
Los ojos de Gabriel revelaban un brillo diferente en su habitual mirada.
—Es cierto si no fueras mi profesor seguramente, hoy estarías en mi lista de conquistas.
—Cuanta seguridad, esta noche no soy tu profesor, un comentario de ese tipo puede hacer arder este sitio.
—Yo no tengo miedo de quemarme.
Ana se acercó a Gabriel colocando sus manos en su pecho.
—¿Qué estás haciendo Ana?
—Estoy tocándote.
—Sabes bien que no debemos hacer esto.
Ana lo acariciaba lentamente, sus manos recorrían la forma de su pecho, ella podía sentir sus formados pectorales, él se acerca, ambos se dan un beso que empieza lento desatando un fuerte deseo, es un beso que se vuelve intenso, ambos protegidos por la oscuridad proveniente del callejón, él la presiona contra la pared, lleva sus manos a la espalda de Ana para atraerla contra su cuerpo, las manos de Gabriel recorren con intensidad el cuerpo de Ana, acariciando todo su espalda mientras se besan, mientras ella lucha con sus pensamientos, sabe que es un hombre peligroso pero ese beso desato un deseo que no esperaba sentir por él, un sentimiento que se mezcla con el odio que siente hacia su profesor, Gabriel acaricio sus pechos por encima de su blusa, su boca bajo al cuello de la chica, sus cuerpos estaban muy pegados, sus manos acariciaban en círculos encima de su sostén, ella definitivamente había perdido el control de sus emociones, prácticamente estaba siendo poseída por ese hombre en ese oscuro callejón.
Ella podía sentir su dureza delatando su excitación, los botones de su blusa fueron abiertos, su sostén fue desabrochado liberando uno de sus pechos, la boca caliente de su profesor llenándolos de besos que le transmitían su calor, esa lengua ardiente torturando su pezón, él estaba llegando muy lejos y lo peor que el deseo la había dominado, no quería detenerlo, sentía tantas sensaciones causadas por sus caricias, ella jugaba con fuego y se estaba quemando, esa boca incendiaba su cuerpo, su pezón era fuertemente succionado con deseo, esa sensación calentaba su cuerpo desatando un placer que no había experimentado, pero Gabriel no se detenía, quería llevarla a un nivel de excitación muy alto.
Las manos de Gabriel buscaban el broche de su pantalón, ella pudo sentir como su mano desabrochaba su pantalón para colarse adentro, invadiendo su intimidad por encima de su ropa interior, ambos seguían besándose cuando los dedos de Gabriel tocaban la tela de su panty, masajeando a la altura de su vagina, provocando que su cuerpo comenzara a ponerse tan caliente, esos dedos masajeaban su sexo por encima de la delgada tela, ella estaba a punto de perder el control y dejar que ese hombre tan peligroso la penetrara en ese oscuro rincón, esos besos en su cuello nublaban sus pensamientos racionales, logrando que pensara en dejarse llevar por su deseo, no solo lo imaginaba, realmente deseaba que pasara, ese deseo de ser penetrada por ese hombre tan peligroso crecía con cada caricia sobre su sexo.
Justo cuando Gabriel iba a avanzar un ruido saco a la pareja de su calentura, un ruido de la sirena de la policía de la ciudad los distrajo, se separaron al observar que el ruido de las sirenas se dirigía hacia la discoteca.
¿Qué había sucedido? Esas era la interrogante que se preguntaban todos en la discoteca al verse rodeados por la policía de la ciudad, después de unos minutos que fueron bastantes largos se supo la gran verdad, el cuerpo de una chica asesinada se encontró en el callejón detrás de la discoteca.
















                                                                                                               





El libro de las perversiones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora