El chat

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Maricel estaba aburrida en su casa, había pasado unas duras semanas, la habían despedido de su trabajo, además había estado melancólica, hace dos años se había separado de su novio, un noviazgo que empezó en la secundaria, era el único hombre que conocía, su primera vez en todo, a sus 30 años se sentía tan inexperta, siempre se aguantó sus deseos para mantener la estabilidad con su pareja, ahora él no estaba y ella sentía que no había disfrutado su juventud, desde hace días se entretenía en las tardes entrando en esas páginas de chat para pasar su tiempo libre, había chateado con varios que la habían aburrido, le pedían videos, fotos hot sin siquiera preocuparse en decirle hola, pero aunque muchos no valían la pena lograba distraer su mente en ese mundo.

Uno de esos días todo cambio cuando se escribió con un chico de su ciudad, por alguna razón le agradaba, eran muy compatibles, ella se distraía por horas escribiéndose con ese chico, que tiempo después le revelo que se llamaba Edgard, la confianza entre ellos fue aumentando con el pasar del tiempo, sus conversaciones fueron subiendo de tono.

Maricel: He estado soltera por dos años, creo que el amor no es para mí.

Edgard: No digas eso, eres muy atractiva, si me baso en las fotos que me enviaste, me sorprende que no tengas ningún admirador deseando hacerte tuya.

Maricel: No me engañes, no soy tan atractiva.

Edgard: Si estuviera a tu lado ahora mismo, no dudaría en hacerte mía.

Maricel: Vas a hacer que me sonroje.

Edgard: Si estuviera a tu lado, eso no sería lo único que causaría.

Maricel: Que hombre tan directo.

Edgard: Te imaginas, los dos solos, nuestros cuerpos pegados en ese sillón, creo que te besaría sin dudarlo, solo que habría un problema.

Maricel: ¿Qué problema?

Le pregunto Maricel muy curiosa por la respuesta que Edgard le daría, las anteriores palabras habían causado que imaginara la situación que él le planteaba.

Edgard: No me conformaría solo con besar, mis manos buscarían tocar todo tu cuerpo.

Una leve corriente sorprendió a Maricel, que lejos de sentirse ofendida con lo que Edgard le había escrito, ahora deseaba saber más de sus deseos.

Maricel: Me sorprendes, no me creía capaz de provocar tales deseos en un hombre.

Edgard: Eres sexy Maricel, me gustaría estar sentado en ese sillón, mientras tu te colocas encima de mi cuerpo, besarnos con deseo, besar tu boca, bajar lento a tu cuello, usar mis manos para acariciar tu espalda y tomar con firmeza en esas nalgas que resaltan en tus fotos.

Maricel: Vas a causar que imagine eso, que cosas tan atrevidas me has escrito.

Edgard: ¿No te gustaría que estuviera a tu lado haciendo lo que escribí?

Maricel: No lo sé, perdón estoy tan confundida, tengo 30 años, pero siento que no he experimentado tanto como quisiera en el sexo, nunca había chateado con un extraño de eso, esto es nuevo para mí.

Edgard: Déjate llevar, te ayudare a que imagines lo que te dije y lo disfrutes, ¿Estás de acuerdo?

Maricel se había puesto roja, una parte de ella la invitaba a cortar esta conversación para no pasar la línea, pero eso era lo que siempre hacía, decidió seguir y ver hacia donde llevaba esta conversación.

Maricel: Si, probemos, pero me disculpas si hago al algo más, es la primera vez que me escribo con un hombre de esta manera.

Edgard: No te preocupes, yo te guiare, continuo, sigo besándote, mis manos aprietan tus nalgas con firmeza, te atraigo contra mi cuerpo, mis besos se vuelven más ardientes en tu cuello, usaría mi mano derecha para acariciar tu pecho por encima de tu ropa, realizando suaves masajes circulares ¿Te imaginas eso?

El libro de las perversiones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora