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El bosque negro susurraba sus misterios mientras Mara, envuelta en la oscuridad de la noche, avanzaba entre los árboles

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El bosque negro susurraba sus misterios mientras Mara, envuelta en la oscuridad de la noche, avanzaba entre los árboles. Sus pies descalzos apenas dejaban huella en el suelo cubierto de hojas caídas, mientras el rumor del viento se mezclaba con el palpitar de su corazón acelerado.

- ¡Se fue por allí! - gritó su hermano. 

- Corre. - le susurraron las oscuras voces el bosque. - Corre hasta el puente de piedra. 

Ella corrió hacia donde la oscuridad se hacía más densa, hasta que las voces de sus familiares se desvanecieron en la noche. Había pasado años encerrada en su pueblo, sin conocer más que las tierras cercanas, limitada a viajar solo para buscar alimentos y provisiones para su gente. Pero esa noche, todo eso cambió.

Decidí escapar de aquel odioso lugar. Añoraba viajar, pelear y entrenar con los elfos que encontraba guardando los lugares. Decían que una elfa como yo no podía pelear, pero eso se acabó.

Mara se adentró más en la oscuridad, dejando atrás el hogar que alguna vez conoció. Caminó con paso decidido, sintiendo la tierra bajo sus pies desnudos y el latir del bosque como un eco en su propia sangre. 

De repente, una luz parpadeante en la distancia llamó su atención. Intrigada, se dirigió hacia ella, sorteando los obstáculos del terreno con agilidad felina. A medida que se acercaba, el resplandor se hizo más intenso, revelando la presencia de una construcción antigua entre los árboles.

Era un puente de piedra, cubierto de musgo y rodeado por la vegetación exuberante del bosque. Mara detuvo su paso frente a él, maravillada por la belleza silvestre que lo rodeaba. Entonces, una voz resonó en la oscuridad, rompiendo el silencio de la noche.

- ¿Quién osa profanar este lugar sagrado? - preguntó la voz, llena de autoridad y misterio.

Mara se quedó sin aliento, su corazón latía con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, tratando de identificar la fuente de la voz, pero solo vio sombras danzantes entre los árboles.

- Busco refugio, quisiera hablar con el rey y explicarle mi situación. - dijo mirando por todos lados, hasta que dos guardias se quitaron las capuchas y se mostró brevemente una parte de sus armaduras plateadas. 

- La registraremos. - ambos guardias se miraron, pero detrás de ella, apareció un joven. - Príncipe Legolas

- Me encargaré de ella, no viene armada. La vi desde el observatorio. - agarró a Mara de la muñeca y con un gesto, los guardias abrieron las puertas para dejarles pasar al interior del reino. 

Mara siguió al príncipe Legolas a través de las puertas del reino, sintiéndose un tanto abrumada por la magnificencia de su entorno. Las altas copas de los árboles se mecían suavemente con la brisa nocturna, filtrando la luz de la luna que bañaba el paisaje en tonos plateados y azules. El sonido de las hojas susurrando y el crujir de las ramas bajo sus pies creaban una melodía natural que envolvía todo el lugar.

La luz del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora