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Esa noche, el rey decidió ir a buscarla

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Esa noche, el rey decidió ir a buscarla. El pájaro lo guió por el bosque mientras el elfo iba a pie, sus pensamientos divididos entre la traición y la esperanza. La luz de la luna se filtraba a través de las copas de los árboles, iluminando su camino. En las fronteras de Mirkwood, Mara aguardaba con el corazón en vilo, de repente, vio una figura emerger entre los árboles.

- Mara - la voz de Thranduil resonó en el claro, grave y llena de emociones encontradas, enojo y decepción. - ¿Es cierto? - se acercó a ella, con su espada en mano apuntándola. Mara, con los ojos cristalinos, asintió lentamente.

- Es cierto. Pero he venido a advertirte y a luchar a tu lado. He dejado todo atrás por Mirkwood, por nosotros. - Thranduil se acercó lentamente, su mirada escrutadora.

- ¿Por qué debo confiar en ti ahora, Mara? ¿Por qué no has hablado antes? - siguió alzando la espada cerca de ella. Mara bajó la mirada, sintiendo el peso de su decisión.

- Temía por ti, por nosotros. Pero ahora sé que la única manera de vencer a Sauron es unirnos, todas las razas y reinos de la Tierra Media.

- ¿Y crees que confiaré en ti? Esto, lo que tenemos, se acabó en el momento en el que te fuiste. 

- Thranduil. - intentó acercarse a él, pero el elfo se mantuvo firme. 

- No te acerques más, Mara. - La voz de Thranduil era un susurro frío, pero lleno de dolor. - ¿Sabes lo que has hecho? - sus ojos expresaban decepción, una decepción jamás vista en él. Mara dio un paso atrás, su mirada buscando la de Thranduil, desesperada por encontrar un rastro de la calidez que una vez compartieron.

- Lo sé. Y entiendo tu desconfianza. Pero esto va más allá de nosotros dos. Sauron está en movimiento, y no podremos enfrentarlo divididos. 

Thranduil apretó la empuñadura de su espada, luchando contra la tormenta de emociones que lo embargaba. Miró hacia el cielo, buscando en las estrellas la guía que tanto necesitaba. Finalmente, dejó caer la espada, clavándola en la tierra.

- Perdóname. - rogó en un susurró, y se acercó a él decidida, dejando de lado la espada que se hallaba en un costado del rey, clavada en la tierra. Colocó sus manos en su rostro y lo besó con pasión, iniciando un problema más.

Thranduil la miró, su expresión endurecida por años de liderazgo y desconfianza, pero su corazón dividido por el amor que aún sentía por Mara. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse firme, aquella acción rompió las barreras que había construido haciendo que su respuesta fuera instintiva, devolviéndole el beso con una intensidad mayor a la de ella.

- Mara... - comenzó, pero fue interrumpido por un ruido en el bosque. Ambos se giraron rápidamente, sus sentidos agudizados por años de guerra y peligro.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Mara, su mano moviéndose instintivamente hacia su daga, un cuervo voló hacia ellos, posándose en el hombro de Thranduil.

La luz del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora