Capítulo 1

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"¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

-Fragmento de "La vida es sueño" de Pedro Calderón de la Barca


Para Gia, gracias por toda la alegría que me brindaste durante nuestras tardes.


Ayer visité la casa y todo seguía igual: la taza de café de nuestra última tarde seguía humeando; las plantas en el alfeizar de la ventana no se habían marchitado; y la pintura sobre aquel lienzo todavía estaba fresca.

No importaba que hubiesen pasado catorce meses desde el día en que nos dijimos adiós y abandonamos nuestro hogar inventado, porque en Dromen el tiempo no obedece las reglas del mundo real, aquí una noche es un pestañeo.

Dudé antes de entrar, sabía que tras la puerta me esperaban la nostalgia, la melancolía y el arrepentimiento. No obstante, las caricias de tus recuerdos me invitaron a revivir lo que alguna vez fue el amor más bello e irreal que experimenté.

¿Por qué tuvimos que separarnos si nunca dejamos de amarnos? Porque la lógica y las limitaciones de un mundo físico se oponían a una relación que iba más allá de los sueños.

Ahora, a solas con mis pensamientos, me pregunto: ¿dónde estás? ¿Cómo estás? Y aún más importante, ¿cómo permitimos que esta historia tuviera un inicio y un fin?


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De la crónica de Ángela Muñoz


Decir cómo inició no es fácil para mí, es más, no sé ni por dónde empezar. Sigo pensando que romperé en llanto mientras redacto esto, pero quizá sea una forma de sanar.

¿Cuándo comenzó esta extraña aventura? ¡Desde que nací! Bueno no, es sólo un chiste. Esto empezó... ¡No! No quiero hacer cuentas. Mejor hablemos de fechas.

Catorce de marzo del 2050, un día antes de que cumpliera diecinueve años. Estaba montando todo un drama porque, según yo, me estaba volviendo vieja. En fin, que en esa época lo mío era montar numeritos ridículos por cualquier asunto.

Kimberly me había citado en su casa para entregarme un regalo sorpresa. Deseaba usar mi día de descanso para recuperar energías, pero no le quería fallar a mi amiga, más considerando que era la única que me quedaba.

Yo estaba sentada en el borde de la cama de Kim mientras ella buscaba mi obsequio en su armario. Envidiaba el orden, limpieza y belleza de su habitación. Paredes blancas, una cama espaciosa y plantitas en el borde la ventana. No como mi cuarto en aquel entonces, con esas paredes horrendas de tabique, el foco colgando del techo y mi viejo colchón con sus resortes salidos.

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