Mi nombre completo es Bernardo Díaz Gallardo. Mi madre escogió mi nombre porque reflejaba fuerza. ¡La ironía! A veces siento que hasta una ráfaga de viento podría hacerme volar como a una hoja de papel. Pero más cómico es mi apellido materno, «Gallardo». ¡Ja! ¿Qué gallardía podía tener yo? Si sólo era un cascarrabias incapaz de hablarle al género opuesto que tanto me intimidaba.
Mi cuerpo y la sociedad que me rodeaba eran un obstáculo, lo sé porque en la hypnet yo sí podía mostrar gallardía cuando era Lucien.
Pero no sería hasta mis veinte años cuando descubrí que también podía hacer honor a mi apellido materno en la vida real.
Me encontraba sentado en una de las bancas cercanas al invernadero del Jardín Botánico de la ciudad. Mis padres, Margot y yo solíamos visitarlo pues nos quedaba cerca de casa. Estaba esperando a Caroline, una chica que había conocido en la app de citas.
Habían pasado unas cinco o seis semanas (no recuerdo bien) desde el día en que le revelé mi nombre a Ángela o Desirée. Después de eso no volvió a salirse del rol.
Avanzamos en nuestra relación virtual sin ningún obstáculo.
Entonces, si las cosas iban bien con Desirée, ¿por qué estaba por salir con una chica en el mundo real? La respuesta está en la misma pregunta, Desirée pertenecía a la hypnet, aquello era ficción, cada momento de mi vida en el mundo real me sentía solo. En nada me ayudaban mis insensibles amigos, mi abuela deprimida y mis fastidiosos padres.
Quería divertirme, usar las apps de citas era como un adictivo juego de azar.
Escogí mis mejores fotos con tal de atraer a más chicas. Les mandaba corazón a todas las que no fueran demasiado obesas o que no tuvieran pinta de ninfómanas drogadictas (¿Qué? ¿Parezco sexista? Me vale).
Era divertido coincidir con alguna de ellas, saludarlas, intentar mantener a flote la conversación y recolectar su información para ver qué tan compatibles éramos. Nunca sabía con qué me podía encontrar, era como abrir un huevito Kinder.
A Caroline la conocí a mediados de mayo. Su perfil mostraba las fotos de una joven güera, llenita, con cabello largo y preciosos ojos color miel. Le di aceptar sin pensarlo y al poco rato hicimos match y comenzamos a conversar.
Resultó que también estudiaba medicina, pero no en la universidad estatal como yo, sino que pertenecía a la facultad de medicina de una universidad católica privada de la ciudad. Sus padres eran médicos y ella daba la apariencia de no ser especialmente brillante, le tenía que repetir las preguntas hasta dos veces para que las entendiera. Pero sus modos y voz mostraban una personalidad dulce que me encantó.
Encima nos gustaba la misma música. Ambos éramos un par de nosties*.
—Me gusta la música retro, de esos tiempos antes de las pandemias y las guerras.
—¿Te refieres a la música de los años 2010?
—¡Sí!
—¡A mí también me encanta! —exclamó.
Durante las semanas siguientes entramos en confianza, hacíamos bromas, nos reíamos y jugábamos algunos juegos de mesa por videollamada. Respondía mis mensajes al instante, me daba los buenos días y preguntaba si ya había desayunado.
¡Me hacía sentir como un rey! Nunca antes había experimentado tal cantidad de atenciones por parte de una mujer ajena a mi familia... en el mundo real, porque en la hypnet Desirée se encargaba de volverme loco de alegría.
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Piel onírica
RomanceDesirée y Lucien son la pareja ideal, llevan una vida perfecta en Costa Paraíso, un pueblo mediterráneo en 1964. Pero nada de esto es real, el año es 2051 y Costa Paraíso es un entorno virtual. Desirée es en realidad una joven marginada de Colombia...