Capítulo 4-2

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Inicié mi jornada laboral reuniéndome cerca de la entrada junto al resto de empleados para escuchar al gerente dictar las ventas del día anterior. Como siempre, todos los empleados fuimos sometidos a la malévola tortura psicológica que implicaba cantar la infantil canción de apertura.

Fui a la sección de farmacia y anoté las temperaturas de los refrigeradores, mi cuerpo estaba en la tienda, pero mi mente se había quedado en un limbo entre la hypnet y el mundo físico.

Mis recorridos no se limitaron a Costa Paraíso, aprendí a moverme dentro de Dromen y conocí otros entornos encantadores como Brook Hills que emulaba a una pequeña ciudad de la costa californiana en el año 2016.

Pero por más mundos que recorriera en ninguno me sentía tan cómoda como en Costa Paraíso, el pueblo cuya suave brisa, amable gente y bondadoso sol me habían acogido como una ciudadana querida. El único entorno en el que se encontraba Lucien.

Él y yo llevábamos cerca de un mes compartiendo nuestras noches y pensamientos.

Mis inquietudes no se detenían en torno a ese usuario que fungía como válvula en una olla de presión llena de tedio.

Deseaba indagar sobre Lucien para saber que era alguien de fiar. Me repugnaba la idea de que fuera un man hediondo de ciento setenta kilos que se conectaba desde una cama sucia rodeado de envolturas de papas fritas.

Elaboré una lista mental con los datos que sabía de Lucien: era mexicano y un año mayor que yo. ¡Necesitaba saber más! Ver su rostro, conocer a qué se dedicaba. Una vez que comprobara que no era peligroso ni repulsivo, continuaríamos con nuestra amistad sin salirnos del rol.

Sí bien me propuse mantener la amistad, no niego que Lucien me tenía encantada con sus detalles y la atención que me daba. Era lindo, o sea, su personaje era lindo. Él me alejaba de mi tediosa rutina y me desahogaba con él.

Al salir del trabajo recibí una llamada de Kim.

—Ángela, perdóneme por no acompañarla estos días, he estado muy ocupada con unos planos. Cuénteme, ¿ya se aburrió de la hypnet?

—¡Es fantástico, Kim! Está esta ciudad que parece sacada del 2016, también hay una réplica de Hogwarts. ¡Ya tengo mi lugar favorito! Se llama Costa Paraíso, es increíble, ¡el cielo!

¡El mar! ¡Me quedo sin palabras!

—Ya, ¿esa ciudad colorida con coches antiguos?

—¿Lo conoce? —pregunté. Aunque sabía que era esperable ya que Kim llevaba tiempo navegando en Dromen.

—Sí, muy bonito, pero algo aburrido. No me gusta que allí la gente se sale del rol muy a menudo.

—¿De verdad?

—Sí. Muchas parejitas de gente que ni se conoce haciendo sus historias de romance por allí —expresó con un dejo de desprecio—. Hay cosas que es mejor evitar.

—Sí, Kim, ¡qué gente tan rara! —mentí, acongojada.

Mi alegría se vio opacada por un pensamiento turbulento ¿Y si Lucien era un bruto que no sabía distinguir las cosas y se encaprichaba conmigo?

El ajetreo se me pasó cuando en casa me comí unos dulces de guayaba que Joaquín me había comprado. Pero apenas me dirigí a mi cuarto, mi hermano me detuvo.

—Ya sabía yo que te ibas a enviciar —señaló, negando con la cabeza y con la vista puesta en los apuntes que estudiaba.

—¡Qué pereza das! Será sólo un rato.

—Se me hace que te estás olvidando de algo o de alguien —señaló con una sonrisa burlona.

—¿De quién o qué? A mí háblame claro.

—No te hagas la desentendida. ¿No recuerdas a cierto estudiante de enfermería al que le fascinaba la Hypnet?

Cerré los ojos por un segundo y apreté los dientes.

—No me lo voy a encontrar. A Jimmy le gustaban los juegos de acción con policías, soldados y todo eso. Yo entro a otros lugares.

—¿Y si te lo encuentras qué?

—Uy, ni me digas. Lo agarro a patadas —contesté. Apenas habían pasado cuatro meses desde la problemática ruptura con Jimmy.

—¡Guau! No fue suficiente con todo lo que le gritaste en la cancha.

—Ay, Joaquín. ¡Qué fastidioso eres!

—No me gusta ver a mi hermanita tan resentida.

—¿Resentida? ¡Tengo razones para estar resentida! —exclamé con una mano en el pecho—. Me iré a conectar, adiós.

Me encerré en mi habitación y me coloqué el gorro del Fronesis Link. Esa noche había quedado con Lucien para visitar el museo de Sierraviva.

Aparecí una vez más en aquel bonito kiosco vistiendo mi vestido amarillo, mismo que ya pensaba reemplazar comprándome varios más.

Encontré a Lucien afuera del museo, que era una elegante casona a un costado del palacio municipal. Dentro del museo había recreado una galería de arte con réplicas de pinturas famosas de Manet, Van Gogh, Gauguin y otros más.

—Vaya que te gusta el arte. Tienes más pinta de artista que de médico —señalé mientras observábamos una réplica de «La música en las tullerías».

—Lo dices cómo si ambas cosas fueran excluyentes. Digamos que la medicina es mi novia celosa y el arte es una chica divertida con la que coqueteo —explicó.

—¡Vaya, vaya, eres un infiel, Lucien!

—Lo dudo.

—Pues los médicos y los artistas tienen fama de infieles... también los mexicanos. ¿Es cierto?

Los dos nos reímos. Él sólo cabeceó. Ahora sabía algo más sobre este chico: le gustaba el arte y posiblemente estudiara algo relacionado a la medicina, o al menos lo había intentado.

—Me has atrapado —admitió—. Parece que tú le eres fiel a la escritura.

«De hecho tuve una relación con la medicina, pero me dejó y ahora estoy soltera y coqueteo de vez en cuando con la literatura, pero ésta me rechazac pensé en contestar, pero no quería revelar tanto sobre mí de un momento a otro.

—Sí, aunque me ignoré de vez en cuando.

—Supongo que llevas mucho tiempo intentando conquistar a la escritura.

—Supones muchas cosas, Lucien.

—¿Me equivoco?

—No. Desde hace años escribo, pero nunca he encontrado quien me lea. La gente parece tener otros intereses —declaré, recordando aquella etapa de mi adolescencia en la que pasé meses compartiendo mis novelas sobre intrigas palaciegas en foros y plataformas de internet, obteniendo apenas un par de personas que me leyeran. Una experiencia tan edificante como decepcionante.

—Yo podría leerte.

—Puede que algún día te muestre mis escritos. Gánate el derecho.

—¿Qué hago para ganarme ese derecho?

—Demuéstrame que eres de confianza —contesté, desafiante.

—Sé un poco más clara, Desirée.

—La confianza surge con el tiempo. Sigue conversando conmigo, yo te avisaré cuando tengas el derecho a leer mis escritos.

—Si eso significa salir más noches contigo, estaré encantado —dijo.

Aquella amistad parecía estar cimentándose sobre un terreno apropiado. Semanas atrás estaba sola e inconforme, ahora tenía un chico con quien valía la pena gastar mi tiempo libre.

Durante la hora restante hablamos sobre el arte de la galería, yo permití que Lucien dirigiera la conversación.

Era urgente que supiera más sobre la persona que se resguardaba tras ese avatar.

Tras desconectarme, me quedé a oscuras observando el techo de mi habitación.

—¿Quién demonios eres, Lucien? —murmuré.

Piel oníricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora