Capítulo 7-2

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Como era viernes, al anochecer me encerré en mi cuarto y me conecté a la hypnet. A toda prisa desenredé el cable del módulo y lo enchufé, sin cuidado me puse el gorro, tan rápido que mi enmarañado cabello quedó revuelto y enredado debajo de la tela.

Ese día tenía unas ganas especiales de ver a Desirée. Necesitaba drogarme con ilusiones para olvidar mi fallida cita con Caroline.

Una vez que estuve en el paraíso, pasé por Desirée a su departamento y salimos a pasear por la costanera.

Escuchábamos el movimiento de las olas, los autos en la avenida y las personas conversando junto a nosotros. Había oscurecido (el día y la noche eran impredecibles en Costa Paraíso) y las farolas reflejaban su luz en los bellos ojos verdes de Desirée.

Noté algo distinto en ella, se veía ansiosa, como si estuviera conteniendo las ganas de decirme algo importante. No me animé a preguntarle.

Ella me compartió sus ideas para nuevos cuentos: una bruja buscando venganza contra su exnovio y una mujer que descubre un collar de perlas maldito que estrangula a quien lo use.

—No sabía que te atraían las temáticas turbias.

—No son turbias, son historias sobre emociones humanas pero con elementos sobrenaturales —explicó mientras tomaba con su mano una de las farolas y comenzaba a caminar alrededor de esta de una manera que me resultaba tierna y atractiva a la vez.

De repente, no sé por qué, quise tomarla de la mano.

—¿Tienes tiempo, Lucien? —preguntó, muy espontánea.

—Para la señorita Desirée la respuesta siempre es un sí.

—¡Qué cortés, señor! —bromeó—. Acompáñame. Te quiero mostrar un lugar que descubrí el otro día, te encantará.

—¿Fuera de Costa Paraíso?

Ella asintió con la cabeza de una manera muy coqueta, extendiéndome su mano para que la tomara.

Tomé su mano y ambos nos teletransportamos hasta otro entorno.

Aparecimos sentados en una pequeña barca de madera. Sobre nuestras cabezas había un cielo azul lleno de nubes, pero cuando busqué el mar bajo nosotros, no lo encontré. Estábamos en una barca que navegaba por el cielo.

El vértigo me tomó por los hombros.

—Cuidado, no te vayas a caer —advirtió Desirée.

Una enorme sombra nos cubrió. Cuando miré hacia arriba descubrí que una ballena con alas volaba a veinte metros sobre nosotros. Prestando más atención, pude ver que el cielo estaba lleno de otras barcas y de una infinidad de animales marinos: peces de colores, hipocampos voladores, mantarrayas que planeaban con sus aletas y un grupo de tortugas marinas que desafiaban a la gravedad.

Piel oníricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora