Capítulo 10-2

9 1 0
                                    



Unas tres semanas antes de mi cumpleaños número veinte, Lucien anunció que estaba preparando una gran sorpresa para festejar la fecha, que además coincidía con el día en que nos conocimos. Las otras usuarias que conocía dentro de Costa Paraíso ayudarían a mi «novio» a preparar la celebración.

Mientras tanto, en el mundo físico, yo me esforzaba por mantener a flote mi amistad con Kim y con mis otras excompañeras del bachillerato, con las que cada mes perdía más contacto. Para 2051 aún conservábamos nuestro grupo de chat que habíamos hecho cuando estudiábamos juntas, mismo al que pusimos el sencillo nombre de «Niñas».

Éramos cinco y no hace falta decir que yo era la menos favorecida en términos económicos. De todas ellas, sólo mantenía una amistad real con Kim.

Les escribí con tal de planear una pequeña fiesta para celebrar mi cumpleaños. Lara fue la primera en negarse, con justas razones, pues ahora estudiaba en Bogotá; Mayeli argumentó que estaba muy ocupada pero que la idea le interesaba bastante (jamás volvió a mencionar el tema); Ainhoa dijo que «teníamos que planearlo bien». Pero la que me sorprendió fue Kim que simplemente contestó que «esa semana estaría muy ocupada».

Sabía que estaba mal enojarme, cada una de las niñas tenía sus propias responsabilidades, pero ¿acaso no podían darse un poco de tiempo para mí?

Quizá yo no era tan cercana a Mayeli, Ainhoa y Lara, ¡pero Kim! Me enojó que no propusiera una fecha alternativa para festejar mi cumpleaños.

Inicié el quince de marzo envuelta en una crisis existencial.

Ahora ya no sólo me dolía el hecho de hacerme vieja, me lastimaba más que tras un año continuaba trabajando en la maldita farmacia, alejada de mis ambiciones.

Mis padres me abrazaron, recordándome su enorme amor por mí. Ese amor era de las pocas cuerdas que evitaban que cayera en un abismo de desesperanza y apatía total.

En el grupo de chat las niñas me saturaron con mensajes, imágenes y estampas, cosa que hubiera agradecido, de no ser porque todas sus felicitaciones eran un ritual para mostrar alegría por el cumpleaños de una persona que en el fondo no es tan importante.

Mi papá me acompañó al trabajo y durante el camino no dejé de revisar mi celular, pues Kim todavía no me felicitaba.

«Es imposible que se le olvide» pensé.

Ya en el trabajo me tuve que enfrentar a mi supervisora, alguien le informó sobre la discusión que tuve con una clienta días atrás.

La discusión fue con una gomela engreída que me alzó la voz cuando le informé que el medicamento que buscaba estaba agotado. Insistió, de muy mal modo, en que debía decirle en que sucursal podía adquirirlo. La hubiera ayudado de no ser por su tono déspota.

—La voy a acusar con su gerente.

—Hágalo, le digo donde puede encontrarla si quiere —contesté, desafiante. Es obvio que la gomela me tomó la palabra.

Aunque traté de explicarle a la supervisora que yo no me iba a dejar humillar, ella no lo entendió, parece que su mentalidad estaba dirigida por el servilismo tan típico de América Latina.

Lo importante es que no me despidió.

Por la tarde en casa, mis padres me compraron un cupcake con una velita para celebrar mi cumpleaños. Nuestra celebración fue breve y privada, no teníamos más familia en Bucaramanga y mis padres no llevaban una buena relación con sus familias. Resulta que cuando eran jóvenes, mi madre era evangélica y mi padre era católico. Mis abuelos y tíos nunca aceptaron su relación y se distanciaron de ellos. Por lo tanto, yo no tenía contacto con mis primos, tíos ni abuelos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 08 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Piel oníricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora