Capítulo 8-1

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Aquel veintitrés de enero de 2051 me encontraba conduciendo a máxima velocidad en una carretera a las afueras de una pequeña ciudad del suroeste estadounidense. En el asiento del copiloto se encontraba Margot, cuyo avatar había tomado la forma de una mujer policía con un traje táctico oscuro y un casco propio de un equipo antiterrorista.

—Creo que definitivamente los perdimos —dijo al revisar el espejo retrovisor.

Sobre su cabeza flotaba un pequeño cuadro rojo, a diferencia de la larga barra verde que flotaba sobre mí.

—Estás bien manca, poquito más y dejas que te maten.

—Ya te dije que no me gustan este tipo de juegos, sólo me metí a jugar contigo porque es tu cumpleaños.

Estábamos en Rage, un entorno virtual perteneciente a Kuzo, una plataforma onírica muy distinta a Dromen, ya que, en lugar de centrarse en el rol, se centraba en juegos con objetivos específicos. En Rage podías escoger entre ser un criminal, un civil o parte de las fuerzas del orden.

Allí tomaba el papel de Vince Gould un expolicía y cazarrecompensas. Lamentablemente esa noche mi suerte había sido bastante mala, gracias a mi hermana.

Habíamos planeado ir a un rancho que servía como guarida de unos traficantes, acabar con todos y obtener la recompensa que ofrecía el juego. No obstante, Margot disparó antes de tiempo y los seis usuarios salieron armados. Logré acabar con dos de ellos antes de que el líder del grupo tomara un lanzacohetes y casi matara a mi hermana.

Apenas logramos huir, pero los cuatro usuarios restantes fueron detrás de nosotros a bordo de una camioneta. Tuvimos que esquivar las balas hasta que estos se cansaron de perseguirnos.

Conduje en medio de vistosas formaciones rocosas color naranja, árboles bajos y arbustos hasta ver que colina abajo se encontraba una vieja estación de servicio.

—Me voy a detener allí, a lo mejor encontramos algo para que recuperes salud.

Me estacioné junto a una de las bombas de gasolina. Tras asegurarnos de que no había nadie cerca entramos a la tienda, Margot fue hasta uno de los refrigeradores y tomó una bebida energética, haciendo que el cuadro rojo sobre su cabeza volviera a ser una línea verde.

Salimos de la tienda y nos recargamos sobre el jeep.

—No imaginé que Caroline fuera tan cursi —comentó—. Digo, no es muy detallista. Se le pasó darte tu regalo.

—Qué importa, me lo dará mañana. No me voy a concentrar en sus defectos — argumenté mientras me acomodaba el sombrero texano que llevaba puesto.

—Al menos no vayas a terminar como mamá, la cree perfecta —dijo con cierto aire de burla, aunque yo estaba de acuerdo—. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevan?

—Pues nos hicimos novios el veinte de octubre... Tres meses, creo.

Habían pasado siete meses desde aquella estresante mañana cuando Caroline me pidió una segunda cita y descubrí el perfil de Ángela en Orangee.

Durante la segunda cita Caroline se tornó más amable, dócil y ahora sí me permitía hablar sin interrumpirme. Esta cita, que fue en una cafetería de un centro comercial, fue un rotundo éxito.

A pesar de nuestras diferencias, Caroline me proporcionó el afecto femenino que yo ansiaba... y también el deseado contacto físico. A partir de la tercera cita, una sencilla salida al cine, comenzamos a tomarnos de la mano. Y, finalmente, una noche a finales de noviembre tuvimos una llamada de voz.

—Bernardo, te quiero decir algo, pero me da pena y no sé si sea el momento.

—Dímelo, estamos en confianza.

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