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¿Desde cuando el compás que guiaba sus pasos por la vida se había vuelto el latir del corazón de su Jungkookie? Tae no lo sabía. Lo que era claro era que ni él, ni el mundo conocido, parecían ser los mismos desde que el chico del que estaba enamorado, le dijo que sus sentimientos eran correspondidos. 


Entonces los momentos que pasaba sin verlo eran grises y eternos, mientras que los que compartía a su lado le parecían tan pocos y tan llenos de vida. Apenas llevaban dos semanas como pareja, pero Tae ya estaba ansiando recorrer toda la vida junto a Jungkook. Sin embargo, debía ser paciente e iniciar por un evento fundamental en toda relación: la primera cita.


Planeó cuidadosamente los detalles, convencido de que era la oportunidad perfecta de probarle a su amado y a sí mismo, que podía ser un novio competente. Fue así como esa mañana de fin de semana, cambiando su habitual rutina de ir a recoger basura, Tae se presentó en la puerta de los Jeon para llevarse a su novio. Hizo mil juramentos a Jae-rim, prometiendo que velaría por el bienestar de su hijo, que mandaría mensajes cada dos horas para reportarse, y que lo devolvería a su casa antes de las seis de la tarde. Toda su palabrería nerviosa deteniéndose en cuanto vio a Jungkook.


El lindo muchacho vestía una camisa de lino azul pastel, sus clásicos pantalones beige suaves y anchos que no rozaban incómodamente su piel al caminar, zapatillas deportivas y una pequeña mochila con broches de flores que solía llevar a sus excursiones. Era sencillo y encantador. Tan distinto a él, que había decidido usar una colorida a rayas, pantalones verde olivo, botines de cuero y un arete largo en una oreja. Ellos eran diferentes, pero Tae amaba eso. Amaba a Jungkook.


Se despidieron apenas del señor Jeon, demasiado inmersos en su burbuja. Tomaron un tren y tan pronto se sentaron en sus lugares, Jungkook se colocó sus audífonos y recargó su cabeza en el hombro de su novio para aligerar el malestar de estar fuera de su rutina. Tae estuvo nervioso las dos horas y media que les tomó llegar, preocupado por si a Kook le gustaría o no el lugar que había escogido. Sonrió en grande luego de ver la expresión de fascinación de su adorable novio al ver la entrada del jardín botánico.

—Es Suncheon Bay Garden... ¿Nuestra primera cita será aquí, hyung? ¿De verdad?

—Si, Jungkookie. ¿Estás feliz?


La respuesta que recibió fue mejor que cualquier palabra. Los brazos delgados de Jungkook rodearon su cuello y dejó un beso en su mejilla. Tae, sonriendo tan grande que sus mejillas dolían, besó su mano y con sus brazos entrelazados comenzaron su cita. 


Los grandes y preciosos ojos de su novio mirando los paisajes y comentando la arquitectura o las especies hicieron que el corazón de Tae latiera enamorado. Había llevado una cámara y la había aprovechado al máximo, tomando fotos a su Jungkook todo el recorrido. Su favorita siendo la del lindo chico posando para la cámara simulando acariciar al gigantesco arbusto con forma de perro detrás de él. 


Luego de varias horas paseando, se sentaron en una de las bancas para comer su almuerzo mientras veían el rio y charlaban, no demorando mucho pues aún les quedaba algo por ver y el atardecer comenzaba.

—Wow, es impresionante. Nunca había visto un campo de girasoles.

—Si, son hermosos. Los girasoles son nativos de América del Norte y se han cultivado durante al menos 4,500 años. Es impresionante como han sido domesticados para que pudieran crecer en Corea.

—Las cosas inusuales, que han tenido un largo camino para ser lo que son y estar donde están, son las más hermosas. No me queda duda.

—Si, como los girasoles.

—Y como tú, Jungkookie.


Su novio se sonrojo, girando para estar frente a él. De nuevo ocurrió aquel raro fenómeno en el que parecía que el mundo se reducía a solo ellos dos.

—S-si yo soy un girasol... entonces tu eres el sol, Tete.

—¿El sol?

—Si, porque yo soy joven. Los girasoles jóvenes exhiben heliotropismo, lo que quiere decir que mueven sus cabezas para seguir el sol de este a oeste durante el día. Así es como maximizan su fotosíntesis y se vuelven fuertes. Tu eres mi sol, necesito mirarte para sentirme fuerte y capaz de todo.


Fue el turno de Tae de sonrojarse. Su Jungkook tenía su propia forma de ser romántico y esa era otra razón para amarlo. Lo acercó a su cuerpo tomando su cintura, complacido cuando el otro se tensó solo un momento antes de relajarse bajo su toque.

—Jungkook...

—¿Hyung?

—Te amo.


La sonrisa que Jungkook le dio fue el último impulso que necesitó para rendirse al hechizo de esos bonitos y rosados labios que lo llamaban. Lo besó. Un toque entre labios que aunque inexperto y puro, los hizo temblar. Ninguno lo dijo, pero ambos lo supieron en ese instante. Estaban frente al que sería el amor de sus vidas. Y volvieron a besarse, prolongando el contacto tanto como pudieron.

—También te amo, Tae.

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ᴹʸ ᴸᴼⱽᴱᴿ. TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora