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El ramo de bugambilias pasaba de una mano a otra, delatando el nerviosismo del hombre de bufanda roja. Había escuchado por las bocinas que el avión donde los Jeon venían, ya había aterrizado. Su cuerpo entero casi parecía temblar de la emoción con solo pensar que en pocos minutos volvería a tener a su amado en sus brazos. Buscó con la mirada, parándose en la punta de sus pies como si su altura no le permitiera ver por encima de las personas frente a él.


Estuvo a punto de mirar hacia otro lado cuando vio a Jae-rim y su sonrisa se ensanchó. De inmediato, buscó al lado del hombre para encontrarse con su Jungkookie. Quizás se debía a su tiempo separados, pero Tae encontró a Kook más hermoso de lo que lo recordaba.


Agitó en el aire el cartel de colores que había hecho una noche antes, esperando que lo vieran. Se sintió satisfecho cuando vio a Jungkook sonreír y casi correr hacia él al ver el cartel. Lo recibió con los brazos abiertos y apenas se separaron lo suficiente para poder besarse. Necesitó cerrar los ojos para disfrutar como era debido de la dulce boca de su novio, siendo arrancado del paraíso cuando sonrojado Jungkook se separó. Tae pronto adivinó la razón de su vergüenza.

—Mi amor, en Alemania dar besos en público no es una descortesía. Ah, mi niño tan educado y hermoso, no sabes lo mucho que te extrañé.


Jungkook en sus brazos se sonrojó aún más, tomando desprevenido a Tae cuando se atrevió a dejar otro beso ligero antes de separarse para mirar el ramo en las manos del otro. Tae se las entregó, y con ellas las palabras de una vieja promesa de su adolescencia.

—Una flor por cada día que no estuvimos juntos.


Su novio le sonrió con los ojos vidriosos, volviendo a refugiarse entre sus brazos pero teniendo cuidado de no maltratar las flores. Escucharon un carrasqueo del señor Jeon y riendo Tae estiró un brazo para poder dar la bienvenida a su suegro así, pues Jungkook se negaba a soltarlo o compartirlo.

—¡Suegro! Me alegra que hayan llegado bien. ¿Fue un vuelo pesado?

—No mucho, hijo. Le di a Jungkook la pastilla mágica. Durmió casi todo el camino.

—Fue lo mejor. Aún así, deben estar cansados. ¿Quiere que los lleve a su hotel? Les renté una habitación a un piso de distancia de mi departamento. Los hubiera hecho quedarse conmigo, pero el departamento es muy pequeño.

—Está bien, Tae. Aunque primero deberíamos ir a comer, ¿no les parece? Hace un tiempo que no compartimos una comida como familia.


Así fue como terminaron en un restaurante que servía comida del país y comida coreana. Jungkook difícilmente probaría otras comidas a las que estaba acostumbrado, y estar en otro país por el momento era suficiente cambio. Tae se encargaba de darle de comer a su novio mientras hablaba con Jae-rim. Cuando salieron del restaurante, su suegro se veía visiblemente agotado.

ᴹʸ ᴸᴼⱽᴱᴿ. TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora