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Sus pies se arrastraban desganados mientras entraba en su departamento. Había sido un día largo, su cerebro a punto de estallar de toda la información que se había esforzado a absorber del caso en el que trabajaba. Soltó un suspiro una vez cerró la puerta, animándose el mismo con el plan en mente de pedir comida a domicilio para evitarse la tarea de cocinar.


Se quitó el abrigo y la bufanda, acariciando esta última para llevarla hasta su labios y dejar un beso en ella. Su bufanda roja lo acompañaba a donde fuera, porque aunque podría parecer una costumbre infantil, tenerla cerca le traía seguridad al recordarle la época más brillante de su vida. Esa en la que su abuela aún vivía y comenzaba a florecer su amor por su Jungkookie.


Antes de conocer a la familia Jeon, creía que una vez su abuela muriera, quedaría solo en el mundo. Es cierto que sus padres vivían, pero ellos nunca se preocuparon por su persona, más allá de sostenerlo económicamente. No lo conocían. Incluso ahora, cuando iba a visitarlos, seguía sintiendo que era una especie de pariente lejano de ellos, que su hijo.


Pero aunque su relación con sus padres, en su adolescencia lo frustraba y entristecía, a sus 28 años había hecho los pasos con ello. Ahora se enfocaba en su verdadera familia, la que había escogido. Y recordar a los Jeon, en especial a quien era dueño de su corazón, lo hizo anhelar que la hora de su llamada diaria llegara. Por lo que se ocupó para aminorar la ansia de la espera.


Cenó, tomó una ducha y se vistió. Mientras cepillaba sus dientes, rio al notar como muchos de sus hábitos actuales derivaban de los de su Jungkookie. Ellos llevaban poco viviendo juntos, aunque el mudarse al departamento de Kook había sido más una formalidad, pues antes de eso Tae solía quedarse por semanas a dormir allí. Claro, eso no aminoró en nada la emoción que sintieron al saber que su relación daba un paso más en esa eternidad que tanto deseaban compartir con el otro.


Entre recuerdos de sus primeros días de noviazgo, Tae regresó a su habitación y se acostó en la cama para esperar la llamada de su novio. Su vista fue hacia la foto en su mesita de noche junto a su cama y sonrió mientras la tomaba para verla más de cerca. Le encantaba esa foto, el recuerdo de su primera cita. Escuchó el tono de llamada de su Jungkookie y contestó sin dejar de ver la foto. De inmediato escuchó un sonidito quejoso de su novio, molesto porque Tae parecía ocupado viendo algo que no fuera él. Al no lograr recibir la atención exigida, recurrió al reclamo.

—¿Qué miras con esa sonrisa que solo me das a mí?

—Veo a un precioso chico de dieciocho en un jardín botánico.

—¿Eh?


Dejó de molestar a Jungkookie cuando supo que no entendía lo que estaba diciendo y que si no se detenía, desbloquearía esa personalidad celosa de su tierno novio que contadas veces había experimentado. Lo mejor era aclarar sus palabras y evitar la catástrofe. Enseñó la foto en la cámara.

—Tu foto, mi amor.

—Ohh, eso.

—Si, me encanta esta foto. Tu sigues igual de precioso, pero yo te amo más de lo que lo hacía en ese entonces.


Si, él era abogado de profesión, pero su trabajo principal era hacer sonrojar a su Jungkookie. Lo vi cubrirse el rostro y él siguió lanzándole piropos como por cinco minutos, hasta que cambiaron la conversación y Jungkook le contó sobre su día en la oficina.

—Tete, hay algo que debo decirte.

—Dime, mi amor.

—Hoy, uno de los compañeros con los que como, me invitó a ir a ver los cerezos florecer.


Tae, que estaba intentando quitarse el calcetín con una sola mano para no soltar el teléfono, al escuchar eso y por la brusquedad con la que se movió, terminó cayendo de la cama.

—¡Tete! ¿Estás bien?

—Si, si. Estoy bien, precioso. Solo me sorprendí. ¿Quién fue ese atrevido que te invitó a ver flores con él?

—Es Mingyu. No es arquitecto, trabaja como administrativo en la empresa. Él es muy amable siempre y se ha ofrecido muchas veces a acompañarme a casa. Pero yo le digo que no.

—¿Y Mingyu tiene pareja?

—No, es soltero.

—¿Debería preocuparme? Oh, no. ¿Cómo le diré a tu papá que nos tendremos que ir porque Mingyu y tú van a ser felices juntos?


Su dramatismo ocultaba la punzada de recelo que tuvo hacia ese que como otros, había notado lo hermoso que era su novio. No podía culpar a Mingyu, pero eso no quería decir que no se sintiera celoso.

—¡No! ¡Yo no quiero quedarme con Mingyu, Tete!

—¿Seguro?

—¡Si! Aunque...

—¿Pasa algo, mi amor?

—Me gustaría ir a ver los cerezos contigo como cada año.

—Lo sé amor. No planeaba decírtelo hasta dentro de unos días, pero te tengo una sorpresa. ¿Recuerdas que dentro de dos semanas volvía a Corea?

—¿¡Ya no?!


Tae quiso besar el puchero triste de Jungkook, que ya tenía los ojos llenos de lágrimas de solo imaginar que estaría más tiempo separado de su novio.

—No. En vez de eso, tu padre y tu vendrán a verme.

—¿Iremos a Alemania?

—Si, mi amor. Ya he arreglado todo. Solo hace falta que tú...

—¡Si! Si, Tete. Pediré los permisos en mi trabajo y arreglaré mi maleta. Tengo que dejar encargadas mis flores con Haneul...


Jungkook en la cámara solo mostraba la mitad de su rostro, y a juzgar por lo que alcanzaba a ver, Tae supo que había ido a su armario a buscar su maleta. ¿Podría ser su Jungkookie más adorable?

—¿Jungkookie?

—¿Amor?


Tae sonrió por el apodo. Amaba cuando su novio lo llamaba así. No se privó de expresarle cuánto lo extrañaba.

—No puedo esperar a tenerte conmigo.

—¿Espérame, sí? Pronto estaré en casa.

—¿En casa?

—Tete, mi casa también eres tú.

—Tete, mi casa también eres tú

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ᴹʸ ᴸᴼⱽᴱᴿ. TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora