Encuentro en el Bosque

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Semper salió de la tienda de campaña, caminando hacia un imponente árbol con un símbolo tallado sobre un agujero en su tronco, lo suficientemente grande como para que varias personas pudieran entrar. Desde el interior se oían sonidos de desesperación, una mezcla de aullidos de lobo y gritos humanos. Cuando Semper entró, vio a su abuelo junto a un hombre cubierto de pelo por todo el cuerpo, encadenado a una pared de raíces.

"¡Un hombre lobo!" exclamó Semper, con los ojos abiertos de par en par.

El abuelo volteó hacia él, su rostro endurecido por la determinación.

"Sí, este animal es resistente, pero ya lo tengo bajo control" dijo, sacando un manojo de hojas arrugadas de su bolsillo. "Hagamos un repaso de lo que sabemos."

Semper se acercó mientras el abuelo leía las notas en voz alta.

"Hace cuatro años, durante el incidente en Thalassar, nuestro hogar, recibimos la orden de ataque del Duque, después de que el Conde Joseph Arthur de Blackwood pidiera auxilio. Tú sobreviviste a la explosión gracias a tus genes licántropos" dijo, y luego gritó al hombre lobo: "¿¡Esperas que crea esa historia!?"

El hombre lobo, que había estado temblando de desesperación, se llenó de ira y replicó:

"¡Es todo lo que sé! La orden era acabar con una traidora a la corona, la Luz de Luna Airi. No entendía por qué mandaron una patrulla tan numerosa por una vil y asquerosa traidora. Jamás esperaría que una insignificante mujer tuviera ese inmenso poder. Menos mal que ya está muerta."

El abuelo, con los ojos llenos de furia, golpeó al hombre lobo en el estómago, haciéndolo vomitar sangre. Conteniendo su rabia, preguntó:

"Entonces, ¿por qué huiste a Herbaria? La capital de la naturaleza y las hierbas medicinales y mágicas, un sitio peculiar para un hombre lobo, caballero del Duque."

El hombre lobo, con apenas aliento, respondió:

"Huí de mi deber. No puedo volver a mi hogar. Intenté empezar de cero aquí. No puedes juzgarme, anciano. ¿Qué ganas torturándome por algo que ocurrió hace tanto tiempo? Viajas con un niño de cabello blanco. ¿Te sientes con derecho a criticarme por cumplir mi trabajo de erradicar a quienes amenazan el reino? Solo cumplía órdenes."

Semper, interrumpiendo, preguntó con frialdad:

"¿Qué sabes del símbolo de una cabeza de serpiente?"

El hombre lobo, con el ceño fruncido, respondió confundido:

"¿El Duque Ricardo De León?"

El abuelo, ahora con una expresión de sorpresa, continuó:

"Él es el duque del continente oligárquico de Crescentia. Eso está a seis meses de viaje desde aquí."

Semper asintió con la cabeza, su mirada se endureció aún más. Se giró y salió del árbol, seguido de su abuelo. Los gritos desesperados del hombre lobo retumbaban, pidiendo que lo liberaran. Semper se detuvo y miró fijamente al hombre lobo a los ojos antes de cerrar la entrada del árbol. Con un gesto decidido, las raíces empezaron a arder.

El árbol se prendió en llamas rápidamente, envolviendo al hombre lobo en una tormenta de fuego. Los gritos se intensificaron, resonando en la noche, mientras las llamas se alzaban hacia el cielo estrellado.

"Es hora de partir hacia Crescentia" dijo el abuelo, con voz sombría. "La verdad nos espera allí."

Semper asintió, y juntos se dirigieron hacia el horizonte, dejando atrás el ardiente árbol y los ecos de desesperación. El viaje hacia Crescentia sería largo y peligroso, pero estaban decididos a descubrir la verdad y el misterio que envuelve al Duque Ricardo De León.

En el espesor de la noche, iluminados por las llamas del árbol, recogieron todas sus pertenencias y partieron hacia su nuevo destino, Crescentia. Dejaron atrás la viva luz del fuego, con el crujir de las hojas bajo sus pies. Avanzaron poco a poco por el bosque que rodeaba a una bella ciudad donde se fundían una naturaleza frondosa y una sociedad poderosa de humanos y semihumanos. Criaturas maravillosas y plantas exóticas convivían en armonía, y un inmenso bosque frondoso proporcionaba un hogar tranquilo a los animales, que respiraban en paz y cumplían sus ciclos naturales.

La poca visibilidad que les brindaba la luz de la luna les permitió notar, a lo lejos, una luz amarilla. Era una hoguera. Con paso tranquilo se acercaron a lo que parecía un campamento, viendo una pequeña hornilla en la fogata. Un elfo oscuro, joven, de cabello castaño y piel morena clara, con ropa holgada, estaba preparando unas carnes en la hornilla. Con un grito suave llamó a su pareja: "¡Zombri!" y salió un humano, otro chico joven, de piel clara y cabello verde, usaba ropa que se veía cómoda a lo lejos. Con un tierno beso y con rapidez acomodó una pequeña mesa y se sentó mientras miraba el cielo estrellado, perdiéndose en sus pensamientos.

El elfo oscuro sirvió comida para un anciano con el rostro quemado y un niño de cabello blanco que se encontraban en la mesa sentados junto al joven. Por último, le sirvió comida a su pareja y se sentó a comer. Todos agradecieron la comida. Pero en ese instante, Zombri y el elfo brincaron despavoridos.

"¡Aaaaahhh! ¿Quiénes son ustedes?" exclamaron al unísono.

El anciano, probando la comida, respondió con calma: "Qué gran cocinero eres. Mucho gusto, mi nombre es Magnus y él es mi nieto Semper." Dijo con una expresión que reflejaba felicidad mientras seguía comiendo. "No queremos problemas, solo pasábamos por aquí y vimos que nos serviste comida. Qué amable eres." Haciendo una seña, añadió: "Por favor, coman, no dejen que se enfríe."

Los dos jóvenes tomaron asiento, mirándolos con desconfianza. "¿De dónde son ustedes?" preguntaron.

Semper, con algo de comida en la boca, respondió: "Shomos de Thalassar."

El abuelo le dio un golpe en la cabeza y le gritó: "¡No hables con la boca llena de comida! ¿No te enseñé modales?"

Zombri y el elfo oscuro intercambiaron miradas y se presentaron. "Mucho gusto, me llamo Druis, soy un elfo oscuro de Nimloth." Finalizó con un ademán de saludo. "Él es mi novio Zombri, un humano que practica la necromancia." Zombri sonrió con la boca llena de comida.

Semper sonrió a ambos y siguió comiendo. Poco a poco fue desapareciendo la tensión del ambiente. El abuelo rompió el hielo hablando de sus aventuras en su juventud. Zombri, Druis y Semper lo miraban fascinados.

Luego de unas cuantas historias y

la luz del amanecer pintando el cielo, Druis preguntó: "¿De verdad no se sienten incómodos?"

Semper, confundido pero con una sonrisa inocente, le devolvió la pregunta: "¿Por qué lo estaríamos? ¿Te molesta el tronco donde estás? Toma el mío," dijo levantándose rápidamente.

El abuelo lanzó una carcajada resonante que hizo eco en el bosque, dejando a Semper más confundido. Zombri le dijo con algo de seriedad en su voz, evitando sonar brusco: "Míranos, somos dos chicos."

Semper frunció el ceño, perdido en la confusión. "¿Qué pasa con eso? El amor es lindo, es lindo que te quieran como eres, eso dice el abuelo y los dos están bien guapos."

Zombri sonrió y el abuelo acarició la cabeza de Semper, diciendo en un suspiro: "Es hora de irnos, muchacho. Debemos seguir." Tomando sus mochilas, se prepararon para partir.

"¿A dónde se dirigen?" Preguntó Druis, levantándose del suelo.

El abuelo, acomodando algunas cosas en la mochila de Semper, respondió: "Vamos a Crescentia."

Zombri se incorporó y dijo: "¿Podemos acompañarlos? También vamos para allá."

El abuelo sonrió y dijo: "Si siguen cocinando así de rico en el viaje, yo los protegeré."

La emoción de Druis era notable y, rápidamente, con un gesto de sus manos, la cabaña se volvió un simple montón de tierra.

El abuelo le preguntó a Druis: "¿Te molestaría enseñarle magia de transmutación a Semper?"

Con una sonrisa, mientras quitaba unas hojas que tenía Zombri en el cabello, Druis asintió. Semper sonrió de emoción y juntos partieron hacia su nueva aventura.

Bonsai: Una aventura heredadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora