Un simio se balanceaba por los árboles con agilidad, sus movimientos rápidos y fluidos. Al llegar a un claro, vio a un hombre misterioso que sonreía y decía con voz ronca, "Oh, qué interesante, vamos por nuestra presa."
Mientras Semper y Druis continuaban su conversación, Semper preguntó amablemente, "¿Cómo llegaron ustedes hasta aquí? Nimloth está muy lejos de Herbaria."
Druis respondió con un tono solemne, "En mi tierra, cuando cumples cierta edad debes prepararte para ir a una cacería, donde ni la mitad de los que van regresa."
En las praderas al oeste de NimlothDruis se encontraba afilando la hoja de una de sus dagas, sentado en una rama de un árbol cerca de la pradera, cuando en ese instante se dejó caer de la rama esquivando una flecha que pasó silbando junto a él. Al mirar de dónde venía, vio a varios de sus compañeros riendo a lo lejos. Sin darles más importancia, caminó unos pocos metros hasta llegar a donde Ágata, una elfa oscura cuya sonrisa cálida iluminaba su rostro al verlo.
"¡Druis, ven!" gritaba Ágata con pequeños saltos de emoción.
"Hola Ágata, ¿qué encontraste?" preguntó Druis mientras ambos se agachaban. Ella le mostró unas huellas con seis dedos y, con una emoción desbordante, dijo, "Es la huella de un Apeúrico."
Semper interrumpió, "¿Qué es un Apeúrico?"
El abuelo respondió rápidamente, "Es un gorila, pero su pelaje cambia de color camuflándolo en el entorno. Y por favor, no vuelvas a interrumpir."
Ágata se levantó y miró a su alrededor, asegurándose de que nadie los observaba. "Vamos, podemos ir tras él. Será la presa perfecta para regresar a nuestro hogar," dijo con determinación. Con habilidades dignas de un asesino profesional, rastrearon juntos al Apeúrico. La sorpresa de ambos fue paralizante cuando el Apeúrico comenzó a olfatear. Rápidamente se aplicaron lodo por todo el cuerpo para ocultar su olor. El Apeúrico se acercó, pero al mantenerse quietos, siguió olfateando hasta que un rugido resonó, marcando el inicio del terror para ambos.
El Apeúrico avanzó, derribando árboles en una estampida furiosa. Ignorándolos a ellos, se dirigió hacia los elfos que habían estado molestando a Druis. "¿¡Gordon, qué haces aquí!?" gritó Ágata desesperada por llamar la atención del Apeúrico, pero no funcionó. "¡Druis, flechas ahora!" ordenó Ágata.
En un suspiro y movimientos rápidos de las manos, varios árboles torcieron sus ramas y lanzaron flechas hacia la criatura. El animal saltó y se perdió en el espesor del bosque. Su camuflaje y el movimiento oscilante de los árboles lo hacían casi imperceptible. Gordon y sus amigos huyeron despavoridos. Ágata y Druis, asustados, miraban espalda con espalda, esperando el próximo movimiento de la criatura. El silencio y el silbido del viento generaban una atmósfera pesada llena de tensión.
Unas ramas se quebraron a la derecha de Druis, quien reaccionó con otro ataque de flechas mágicas, sin efecto. Ágata, con miedo, dijo, "Debemos retroceder, perdimos el control." Con velocidad y agilidad, se movieron entre los árboles, separándose unos metros para evitar ser blancos fáciles. Ágata se detuvo repentinamente, encontrando a Gordon escondido en la zanja de una raíz. Intentando ayudarlo a levantarse, el Apeúrico se hizo visible y atacó. Gordon empujó a Ágata contra la criatura y huyó despavorido.
Momentos después...De regreso al campamento, Gordon fue recibido por múltiples golpes en la cara. En la confusión, logró ver que era Druis quien lo golpeaba, gritando, "¿Dónde está Ágata?" Gordon, con poco aliento y a punto de desmayarse, respondió, "Ella estaba contigo." Druis, en un impulso de ira, volvió corriendo hacia el lugar de la pelea. El sonido de árboles derribándose lo guiaba. Al llegar, vio a Ágata yacida en el suelo cerca de la criatura, que ahora peleaba contra otro Apeúrico con movimientos lentos y poderosos, sus ojos sin enfoque y la vista perdida.
Cerca de la batalla, un hombre encapuchado empezó a examinar el cuerpo de Ágata. En un parpadeo, el misterioso encapuchado sintió un cuchillo rozando su cuello y una presencia sedienta de sangre inundada de ira de un joven elfo cegado por la furia.
"Tranquilo," dijo el joven misterioso, levantando las manos. "Déjame ayudarla o morirá."
"¿Cómo sé que no mientes?" preguntó Druis, inquieto.
Ágata suspiró y Druis se lanzó sobre ella. El joven misterioso comenzó a recitar un conjuro y usó magia sanadora en ella. Lastimosamente, Ágata no despertó. Druis, llorando, exclamó, "¿Por qué no despierta? Dijiste que harías algo para ayudarla." El joven bajó la mirada y respondió, "Está en coma. Tardé mucho en llegar a ella. El primer golpe que recibió le dañó el cerebro, y si trato de usar más magia en ella podría matarla." Con un atisbo de esperanza, Druis levantó a Ágata y le dijo al joven, "Ven conmigo."
De vuelta en el campamento, tres elfos adultos tomaron a Ágata y la llevaron a una cabaña. Druis lloraba desconsolado mientras el joven le acariciaba la espalda delicadamente desde lejos, sin saber cómo más ayudar.
Horas después, en la habitación donde Ágata descansaba, estaba Gordon. "No pienso permitir que se enteren que lo que te pasó fue por mi culpa," murmuró. Con un golpe rápido y certero, Ágata murió a manos de Gordon, sin testigos.
La noticia de la muerte de Ágata golpeó a Druis tan fuerte que sus llantos hicieron temblar a todas las criaturas a su alrededor. Con un único hombro dispuesto a sostenerlo, el joven misterioso lo abrazó.
Llegó la fecha de volver a casa. Los guardias impidieron el paso de Druis cuando el líder del pueblo apareció. "Gordon me contó que fuiste tú quien usó a mi hija para escapar de esa criatura que incitaste a cazar." Con lágrimas en los ojos y sin mediar más palabras, dictó su sentencia. "Debes irte. Los jóvenes que hoy se graduaron te cazarán. Si logras sobrevivir, será tu segunda oportunidad de vivir lejos de aquí."
Druis salió corriendo entre lágrimas, perseguido por Gordon y veinte jóvenes más motivados por sus logros.
Druis, luego de huir por un camino difícil y tortuoso, exhausto, estaba a punto de ser atrapado. La mayoría numérica era inclemente. Gordon miraba a Druis con una sonrisa diabólica. Druis, aceptando su destino, cerró los ojos y se arrodilló, preparado para su amargo final.
El grito desgarrador y los fuertes sonidos de huesos quebrándose llenaron el bosque. Cuando Druis abrió los ojos, nueve de sus perseguidores habían sido masacrados por dos Apeúricos visibles, y el resto huyó. Detrás de Druis estaba el joven misterioso que lo miraba con lágrimas en los ojos y brazos extendidos. Como por inercia, Druis lo abrazó, "¿Cómo te llamas?" preguntó entre llantos.
El joven misterioso respondió con voz tierna y quebrada por el llanto, "Me llamo Zombri."
Las lágrimas caían por la cara de Semper, conmovido por la hermosa historia que acababa de escuchar. Pero un movimiento cortante del abuelo cambió abruptamente el ambiente. "Nos observan," dijo el abuelo en voz baja, sintiendo el peligro que se acercaba poco a poco.
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Bonsai: Una aventura heredada
FantasyEn un reino donde la magia y la aventura están entrelazadas en los rincones más oscuros y olvidados, un chico solitario encuentra consuelo en los relatos que su madre, una intrépida aventurera, trae consigo al regresar de sus misteriosas expedicione...