El panorama era hermoso y cada paso por las calles de Dormien era un espectáculo, en el que se lograba presenciar calma y seguridad. Eso se pensaba, un estruendo de cristal rompiéndose llamó la atención de Semper. Siguiendo el ruido de voces furiosas, llegó a una pequeña panadería, el cartel estaba en el suelo con el nombre "Petit elfe de pâte". Unos soldados con el símbolo del escudo de Dormien tachado con una equis mal dibujada seguían destruyendo el lugar. Uno de ellos apareció con una pequeña elfa tomada de su hermoso cabello castaño y piel blanca. Las lágrimas y quejidos de dolor generaron ira dentro del pecho de Semper que miraba con una sensación de impotencia y instintos asesinos, como arrastraban a la pequeña elfa hasta la calle fuera del negocio que estaba siendo destruido por más guardias. Los padres de la pequeña elfa salieron detrás de ellos. La madre gritaba rogando que soltaran a su hija, y el padre, con marcas de golpes en la cara y sangre brotando de su cabeza, intentaba sujetar a su esposa desesperadamente. Esa combinación de sangre y lágrimas daba una imagen macabra de lo que pasaba en la pequeña panadería.
El guardia que aún sujetaba del cabello a la pobre elfa que lloraba, le dio una patada en la cara, dejándola inconsciente. La madre, al ver la brutalidad de sus acciones, cayó desmayada, y el esposo, con su mujer en brazos, luchaba por no caer también. "¿Qué es lo que quieren?" dijo el elfo entre sollozos.
"Nos informaron que ustedes protegían al Rey traidor," dijo el guardia alzando su espada, apuntando al cuerpo inmóvil de la pequeña elfa. "El precio por su traición es la muerte." Los gritos del elfo negando dicha acusación inundaban a todos de tristeza por la crueldad que ahí se vivía.
Pero eso no detuvo al guardia, que con fuerza hizo bajar su espada golpeando abruptamente el suelo, seguido de un río carmesí, cálido y espeso.
La gente gritó y muchos salieron corriendo despavoridos por lo que acaban de presenciar, aun sin creer lo que sus ojos veían. El pánico inundó la calle entera.
El guardia empezó a sentirse mareado. Su espada estaba incrustada en el suelo, aún sujetada por su brazo, que ya no hacía parte de su cuerpo. Antes de que pudiera gritar, su vista se posó en el cielo, donde los cuerpos ensangrentados de sus compañeros se encontraban atravesados por lanzas de mana.
Las calles quedaron vacías. Solo un pequeño niño de cabello blanco miraba fijamente al guardia con la mirada infundida en ira. Con terror en su rostro, el guardia falleció. Los cuerpos que estaban flotando cayeron en la calle, dejando marcas de sangre en su encuentro repentino con el suelo.
El elfo, llegando a su límite, miró al pequeño niño, que con los ojos inundados en lágrimas le dio una sonrisa inocente. El elfo devolvió la sonrisa y cayó desmayado por la pérdida de sangre.
"¿Aquí está bien?" se escuchaba la voz a lo lejos.
"Sí, terminemos de recoger lo que podamos y vámonos, que seguro vendrán a buscarme," otra voz retumbaba a la distancia.
"¿Tenías que meterte en problemas? ¿Ahora qué le diremos a tu abuelo? Ya casi es hora de que volvamos, se está ocultando el sol," esta tercera voz se escuchaba más cerca.
"Ya los tres están curados, no podemos hacer más por ellos, solo vámonos," dijo una de las voces mientras se alejaban.
Con una bocanada de aire, el elfo se levantó de su cama. Mirando a su alrededor, se encontraba en el suelo de su sala, que estaba algo organizada, a excepción de unos muebles rotos. Su hija y su esposa se encontraban a cada lado, aparentemente dormidas. Con preocupación, tocó el rostro de su hija y la examinó minuciosamente, notando que no tenía ninguna marca o rastro de lo que había pasado. Dejando a su hija, volvió a mirar a su esposa, que parecía tener un mal sueño. Con un beso en la frente y algunos movimientos, se despertó.
"¿Dónde estamos?" preguntó la mujer confundida.
"Es nuestra casa." dijo el esposo sonriendo.
"¿¡Y nuestra hija!?" se levantó sobresaltada y con una expresión como si fuera a llorar nuevamente.
El esposo le mostró a la hija durmiendo a un lado. Con un grito, la mujer se abalanzó sobre ella y la despertó con un susto casi sepulcral. El esposo se levantó y salió a la parte de la casa que era la panadería. Los muebles seguían rotos, pero todo había sido recogido y el atardecer empezó a pintar el cielo de rojo anaranjado. Cerrando la puerta con una sonrisa, volvió con su familia.
Semper entró a la habitación del hotel; el abuelo y Doroteo no se encontraban ahí. Ya era de noche, así que Druis, Zombri y Semper se prepararon para dormir.
La luz matutina del sol despertó a Druis por el reflejo que golpeaba su rostro. Mirando cada cama en la habitación, notó que el abuelo y Doroteo no llegaron a dormir. Pero Semper y Zombri tampoco estaban. "¿Dónde se habrán ido sin mí?" Tomando aire, se levantó y se preparó para salir. Ya fresco y animado, se acercó a la puerta, que se abrió repentinamente y lo golpeó en el brazo derecho. "¡Auch!" exclamó Druis, viendo a Zombri entrar con prisa, que lo tomó de la mano rápidamente y sin decir nada lo jaló del brazo llevándolo fuera de la habitación. "Amor, ¿a dónde me llevas? Pero bueno."
Una vez estando en la entrada del hotel, se veía a Semper frente a una familia de elfos. El esposo, la mujer y una elfa pequeña se inclinaban ante él con gracia y gratitud.
"Por favor, levanten la mirada. No hay necesidad de que me agradezcan, no hice nada," dijo Semper, nervioso, mirando a la pequeña elfa que escondía su mirada con vergüenza.
"De verdad no tenemos forma de agradecerte que nos salvaras ayer," dijo el elfo dándole un pequeño empujón a la hija, que sacó una canasta llena de panes calientes poniéndola en manos de Semper.
"No es necesario que hagan esto, yo solo cumplía con traer la paz. Yo confío en que ustedes no son malos y no tienen nada que ver con lo que los acusan," dijo Semper con una sonrisa inocente.
El elfo frunció el ceño, como si ocultara algo, pero Semper siguió conversando. "¿Cómo me encontraron?"
"No es difícil dar con un chico de cabello blanco y ojos rojos en los pocos hoteles que hay por la zona," exclamó el elfo con determinación.
Semper tomó la canasta y se dirigió a la habitación del hotel. Mirando hacia atrás, su mirada se encontró con la de la pequeña elfa; ambos conectaron su mirada mientras caminaban y sus rostros se ponían colorados.
"Que lindo es el amor," dijo Druis suspirando.
Semper, con los ojos abiertos a su máxima capacidad, invocó una espada y miró con la cara roja a Druis.
Zombri y Druis empezaron a reírse a carcajadas. Semper desvaneció su arma y siguió su camino a la habitación de la posada.
En la habitación, Semper dejó la canasta sobre una mesa y se tiró boca abajo sobre su cama. "Que lindo te ves con la cara roja, Semper," dijo Zombri desde otra cama.
Murmullos incomprensibles salían del pequeño desde su cama. Tomando aire y descubriendo su rostro, dijo: "No sé qué me pasó." Su mirada se perdía en la nada. "Nunca se me había acelerado el corazón así."
Zombri y Druis se miraron. "Semper, eso es amor. Así me di cuenta yo cuanto amaba a Zombri." Ambos sonrieron y Semper seguía con la mirada perdida en sus pensamientos. "Nosotros podemos ayudarte," dijo Zombri. Sonrió y miró a Druis, que tenía una expresión de emoción en su rostro. "Empezamos mañana, ahora comamos que tengo hambre," sacando un pan de la canasta. Semper se levantó, replicándole: "¡Ey! Eso es mío." Las carcajadas se escuchaban en toda la habitación.
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Bonsai: Una aventura heredada
ФэнтезиEn un reino donde la magia y la aventura están entrelazadas en los rincones más oscuros y olvidados, un chico solitario encuentra consuelo en los relatos que su madre, una intrépida aventurera, trae consigo al regresar de sus misteriosas expedicione...