Verdad en la oscuridad

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Una mordida a unos dulces panes calientes era un placer inigualable. Los tres chicos reían con chistes y cuentos sobre sus pequeñas aventuras, mientras disfrutaban de panes deliciosos. "¡Qué increíble sabor!" exclamó Semper, terminando de comer.

"¿Qué les parece si vamos a la plaza principal?" propuso Druis.

"¿Quieres comprar algo?" respondió Zombri, limpiando el rostro de Druis que tenía comida en las mejillas. "Claro que sí, hay que agradecerle a los elfos por los panes y así Semper puede aprovechar a ver a la pequeña elfa que lo tiene así." Señalando una cara roja de la cual las carcajadas de Druis y Zombri no se hicieron esperar.

"¡Ya! Mejor vámonos que se nos hace tarde." Semper se levantó y se preparó para salir. Las risas seguían inundando la habitación.

Caminando por las adoquinadas calles de Dormien, llegaron a una ajetreada plaza llena de mercaderes exhibiendo su mercancía colorida y extravagante. Semper se quedó en uno de los negocios que tenía alijos con piedras preciosas y artilugios con metales raros. "Bienvenido, joven. ¿Qué es lo que te interesa? ¿Dónde están tus padres?" El vendedor miraba a su alrededor.

"No se preocupe por mis padres. ¿Qué cuesta esa orejera de esmeralda?" Sacando una bolsa con una colección de monedas que sonaban pesadas. El vendedor levantó sus cejas y, haciendo una mueca de impresión, cambió su actitud.

"Discúlpeme, caballero, claro que sí. Permítame enseñársela. Permítame decirle que tiene muy buen ojo." Le pasó la orejera de plata con incrustaciones de esmeraldas. "Es un accesorio exótico de los bosques de esmeralda, el reino élfico más grande."

El joven miraba la sonrisa en el hombre, que se notaba algo nervioso. Al tocarlo, Semper notaba una sensación extraña. "¿Qué maldición tiene aplicado el material?" Semper volvió a poner el accesorio en la mesa.

El hombre, más nervioso, respondió, "N-no, no, no, no está m-maldito." El sudor empezaba a correr por la frente del hombre. Acercándose mientras miraba alrededor, "No me dañes el negocio, chiquillo. Es más barato comprar estas cosas malditas y venderlas a cualquier pobre alma que me deje su dinero."

Semper empuja al mercader suavemente. "¿Te parece un trato?" dice mientras limpia su mano.

"¿Un niño me extorsiona por su silencio?" empieza a sacar una espada.

"No has escuchado lo que te propongo y ya crees que es una extorsión?" Usando su magia, invoca una espada. El mercader mira de arriba a abajo con curiosidad, levantando una ceja como señal de que prosiguiera. "Te enseño a quitar algunas maldiciones de estos objetos, y tú me das la orejera." Con una sonrisa inocente desvanece su espada. El mercader, escéptico, inclina la cabeza dándole la señal de que entraran a la parte trasera de su pequeña tienda. Sus pensamientos lo mantenían alerta, ya que el pequeño niño demostraba un dominio oculto y sabía de lo que hablaba.

Dentro de ese pequeño negocio había varias cajas llenas de objetos raros, espadas, lanzas, lingotes de metales y accesorios decorativos. "Qué buena colección." Dice el joven mirando unos libros y tomando uno.

"Eh, sin tocar, pequeño." El mercader respira hondo y le dice al niño que lo ignoró y estaba leyendo el libro. "Oye, niño, ¿Qué necesitas para quitar estas maldiciones?"

Semper se sentó en una mesa leyendo el libro atentamente y, sin separar la mirada del libro, dijo, "¿Tienes un caldero, un mortero, un destilador, sal negra, agua filtrada y azufre rojo?"

Con agilidad, como si de una máquina fuera, sacó cada objeto y lo puso al lado del niño. "Listo." Secándose el sudor de la frente.

"Empieza con el mortero, muele la sal negra y agrégale el azufre rojo poco a poco hasta que el polvo se vea homogéneo." El pequeño niño ordenaba sin mirar al mercader.

Bonsai: Una aventura heredadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora