Maestra del arte

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En una vasta planicie, un chico con una gabardina blanca adornada con detalles rojos y negros observaba melancólicamente el cielo. Bajo un árbol, una silueta femenina vigilaba en silencio. La lluvia caía copiosa, cubriendo el horizonte. Cerrando los ojos mientras las gotas recorrían dramáticamente sus mejillas, el tiempo pareció paralizarse. La lluvia había marcado el inicio de una batalla inesperada, una de proporciones legendarias.

Las gotas de lluvia se detuvieron en el aire como si la gravedad hubiese dejado de existir. Rápidamente, cambiaron de rumbo hacia el árbol que cubría a la silueta de la mujer, destruyendo cada centímetro del mismo con una fuerza abrumadora.

El chico saltó y, en un parpadeo, la mujer apareció en su lugar, encestando un golpe al suelo que generó grietas de cinco metros a la redonda. Con un movimiento elegante, como si fuera el director de una orquesta, del suelo destrozado surgieron dos manos gigantes de piedra, intentando aplastar a la mujer. Sin embargo, ella cortó la roca con un movimiento sutil y preciso, mirando al cielo en busca del chico.

Debajo de ella, el chico estaba listo para conectar un golpe en su abdomen, pero su brazo traspasó el cuerpo de la mujer como si solo fuera una sombra. Al volverse, vio a la mujer sonriendo, quien preparó una bola de fuego que lanzó sin previo aviso. El chico, ágilmente, levantó gruesas piedras como paredes, pero estas se derritieron en un magma espeso con su defensa, y él desapareció de la vista. Rápidamente, un bosque brotó alrededor de la mujer, que se hallaba momentáneamente confundida. Los árboles movieron sus ramas, lanzando sus hojas como estrellas ninjas sin piedad.

El polvo alzado se disipó, revelando que la mujer no estaba allí. La lucha de poderes se convertía en un combate de desgaste y reacción. Con la respiración agitada, el joven buscaba alguna señal de la mujer, cuya risa resonaba por todos lados, disfrutando cada segundo del combate.

De repente, el frondoso bosque se transformó en un conjunto de antorchas gigantes. El joven giró en el aire antes de caer de espaldas al suelo, su respiración denotando la falta de aire y el nerviosismo que lo invadían. Creando una espada de luz, giró con fuerza, pero fue detenido por la mujer, quien sostuvo el filo de la espada a pocos centímetros de su cara, sujetando con una mano el brazo del chico y con la otra una daga apuntando a su garganta.

"Perdiste, otra vez" dijo la mujer con una sonrisa de oreja a oreja.

El joven suspiró y respiró profundamente para recobrar el aliento.

"Bonny, no es justo. Esta vez estuve tan cerca."

Bonny chasqueó los dedos, devolviendo el campo de batalla a la normalidad.

"No me interesa, el trato era que me golpearas al menos una vez sin que yo te atrapara."

Una puerta de madera emergió del suelo y, al entrar ambos, ya se encontraban en la habitación de la tienda de Bonny.

"Has mejorado mucho, Semper. Me encanta cómo aprendes tan rápido. A tu madre le costó mucho aprender el hechizo de clones, pero decía que no le gustaba usarlo porque le provocaba dolores de cabeza. No entendía a veces quién era la principal o si se llegaba a lastimar desapareciendo. Era una niña con una gran imaginación" dijo Bonny, organizando unas pociones en una caja. "Tu abuelo debería llegar pronto. Cámbiate esa ropa mojada."

"Sí, han sido tres semanas muy largas" suspiró Semper mientras se retiraba de la habitación al cuarto que le había organizado Bonny.

Bonny bajó la mirada con tristeza y atisbos de melancolía. Con el sonido de la puerta, se escuchó una voz melodiosa masculina, muy característica del hombre al que tanto había esperado.

Al entrar en la tienda, se veía a un Magnus con sangre seca y cansado, cargando el cuerpo de un joven de pelo verde y un joven elfo oscuro. Miró con una mezcla de cansancio y furia a la bruja, que se encontraba detrás del mostrador, mordiéndose el labio inferior.

Dos clones de Bonny se acercaron y tomaron a los dos jóvenes que había traído Magnus.

"¿Mercancía o esclavos?" preguntó la bruja.

"Amigos de Semper. Cúralos."

Mientras los clones se marchaban con los jóvenes, Bonny se acercó a Magnus, tocando cada centímetro de su pecho sobre su camisa. Con un movimiento rápido, el equipaje y la ropa rasgada y sucia de Magnus desaparecieron. Tomando su mano, lo llevó a su habitación. Con un empujón, el cuerpo musculoso y cansado del anciano cayó en la cama. Mirando de arriba a abajo el cuerpo de Magnus, la tensión se hacía más palpable. Acercándose a su oreja, susurró:

"¿Por dónde quieres que empiece a comer mi postre?"

Con una risita ahogada y una respiración agitada, sentían cómo perdían cada pieza de ropa con cada instante que pasaba. La lujuria y el calor de sus cuerpos los fusionaron en una danza apasionada y desenfrenada. Con un movimiento de caderas, Magnus poseía a la mujer, quien enloquecía con cada gemido y embestida, gritando el nombre del hombre que ahora la dominaba. Sus almas entrelazadas, besos y caricias en un huracán de emociones y pensamientos nublados, dieron paso a un final lleno de felicidad y satisfacción, en el amanecer de un nuevo día.

Magnus se encontraba mirando la fuerte nevada que se presentaba en la ventana de la habitación. Los copos de nieve caían en un silencioso ballet, acumulándose sobre el alféizar y creando una atmósfera de quietud. Bonny, aún sin ropa, descansaba sobre el pecho de Magnus. El calor de sus cuerpos contrastaba con el frío exterior, creando un refugio de intimidad y ternura.

Magnus habló con una voz tranquila, su mirada aún fija en la danza de la nieve, "¿Qué opinas de Semper?"

Bonny, acariciando suavemente el torso de Magnus, respondió, "Ese joven es muy talentoso. Tiene un gran potencial, incluso tiene un amor muy grande hacia ti. Te admira más que nadie. Sé que si tú le dices que haga algo, lo hará sin dudar, sin cuestionar si está bien o mal."

Haciendo flotar un collar especial, Bonny sonrió con ternura. "Mira, el pequeño hizo esto para ti."

Magnus, asombrado, tomó el collar en sus manos. Era un trabajo meticuloso, lleno de detalles intrincados que reflejaban dedicación y cariño. "¿De dónde sacó él esto?" preguntó mientras Bonny colocaba el collar alrededor de su cuello.

"No me mires a mí, él me pidió el material más raro que tenía en mi bodega y eso fue lo primero que le di," dijo Bonny con voz seria, disfrazando la verdad. "Ahora, no te muevas y déjame ser feliz."

Magnus tomó aire y acarició lentamente el cabello de Bonny, sintiendo la suavidad de cada hebra. El tiempo parecía detenerse mientras disfrutaban de ese momento de paz y conexión, el ruido de la tormenta de nieve afuera acentuando la calidez y el confort que compartían. Magnus, consciente de la inevitable partida, decidió rendirse a la serenidad del instante, acariciando a Bonny con ternura mientras ambos se dejaban llevar por la quietud y la tranquilidad. 

Bonsai: Una aventura heredadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora