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Acabábamos de bajar de un avión. No dije ni pregunté nada durante el viaje. Estaba aterrorizada, mi cuerpo temblaba.

Me subieron a un auto, "mi dueño" se sentó a mi lado y dijo algo al conductor, el cual al terminar de escucharlo arrancó.

Tenia las manos atadas, según porque era inquieta. Mi vista permanecia en la ventana, miraba la cuidad - la cual no sabía cual seria - era muy bonita.

Un silencio permaneció entre nosotros.

- Te preguntaras en donde estamos - no respondí - estamos en Rusia

Mi cabeza giro en un ángulo de 180° hacia él, donde me encontré con la mirada de sus ojos marrones.

- ¿Cómo? - fue lo único que pude decir

- Como escuchaste, por cierto soy Maxim, pero dime amo.

(...)

Luego de aproximadamente una hora en auto llegamos a una gran mansión, de afuera se veía muy moderna, era blanca, algunas partes como la puerta eran negras.

La puerta fue abierta por una mujer de mediana edad, era pelinegra con algunas canas en la cabeza, tenía buen cuerpo, vestía unos pantalones formales y una camisa con corbata negra.

- Bienvenido señor Maxim - dijo aquella pelinegra que sostenía las grandes puertas

- Gracias Solem - respondió él - Ella es Isabella, llévala a su cuarto.

- Esta bien - la pelinegra me señalo para  que la siga - permiso

Desde afuera se podía ver un poco del interior de la mansión pero no tenía comparación con mirarla desde dentro, era bellísima, las paredes eran de un color claro, no muy llamativo, la sala ocupaba dos sillones azul marino, no tenía televisión.

VendidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora