BY BILL
—¡William, sube de una puta vez!
El joven subió por las escaleras, temblando de terror. Con cada peldaño se ponía a pensar qué habría hecho para que su padre le reprimiera, pero apenas llegaba del cole, y a menos que sus profesores le hubieran llamado por su mal comportamiento, no encontraba nada en el repaso mental de su rutina.
En una casa donde había cinco hombres y dos mujeres, haber recibido a William por parte de una infidelidad de su marido, había sido para todos una maldición. Había llegado a sus tres años, arrebatado de su madre sólo para hacerla rabiar y llorar; Jörg había pensado que era buena idea traerlo a casa para ayudar en el taller de mecánica en el que trabajaba él y todos sus hijos: Janny, Andrew, Boris y Javyer.
Pero a más tiempo pasaba, y después de todas las demandas que había recibido por raptar a William, su madre biológica se había cansado y había dejado de buscarle. Así que allí vivía, con una familia terriblemente tradicional y de malos humos. Mala había sido su suerte cuando, desde niño, sus maneras y sus gustos iban inclinados hacia lo femenino. Sus hermanos decían que era notoriamente gay, y eso sus padres nunca pudieron aceptar.
Por ello, era él quien recibía la rabia y el estrés de todos en casa: golpes, gritos y críticas. No era parte de la familia, al ser producto de una infidelidad; no era parte del amor por ser gay; no era parte de ellos por simplemente ser él. Hasta que llegó Harry, el último hijo de la familia Trümper, y el único de todos, por ser apenas un bebé, que no le trataba como alguien diferente.
A sus recién doce años cumplidos, William había deseado muchas veces no haber siquiera nacido.
Llegó a su habitación y lo vio ahí, de pie, tan enfurecido que ya sentía la carne arder incluso antes de que llegasen los golpes. Se abrazó el torso y se quedó muy quieto, en espera de la explicación.
—¿De dónde mierda has sacado ese móvil?
El corazón se le paralizó por los primeros segundos, antes de que empezara a correr como un loco, haciéndole sudar frío por todos los poros de su cuerpo. El móvil lo había tomado del cole; lo había encontrado en los baños, tirado junto al bote de la basura, y su primer pensamiento fue que por fin iba a tener uno, después de que todos sus amigos y hermanos habían obtenido uno por su cumpleaños o navidades.
Resultó que tener un móvil sin servicio de llamadas y mensajes no era lo más divertido, así que pronto le perdió el interés, y por lo mismo, había olvidado ocultarlo de sus padres.
—...Papi... es...
—¡No titubees! —Se le aproximó, y Bill encogió el cuerpo, asustado. —¡Que me digas!
—Es de un amigo... se lo estoy cuidando... —Mintió, y por el tono de su voz, el hombre supo que lo hacía, además del factor de que a un maricón no se le creía su palabra nunca, mucho menos en una casa que aborrecía a un niño así.
—¿De dónde lo has robado? —Insistió. Bill lo miró; sus ojos brillantes en lágrimas y sus dedos frotándose unos con otros, muy asustado porque sabía lo que se avecinaba, y avergonzado de sí mismo por haber sido expuesto en una mentira. —¡Te he hecho una pregunta!
—humm... —Chilló. —...Lo he tomado del baño... ¡¡Auuu!!
Trastabilló un poco ante el golpe de su padre en la mejilla; se llevó las manos hacia allí y lo miró, con miedo. No era miedo de sus golpes, porque estaba acostumbrado a ellos, era miedo de que esta vez fueran peor que la pasada, aumentando la vergüenza de haber sido atrapado en un robo, y siendo motivado por sus hermanos que miraban por la puerta, morbosos de que su padre fuera una fiera sólo con él. A ellos apenas los tocaba, incluso podían decir que fuera de su mal humor, era un padre ejemplar.
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SALTAR LAS TRINCHERAS
FanfictionVivir una infancia violenta le hizo creer que el mundo entero también lo era. Podría estar equivocado. ESTA HISTORIA TIENE ESCENAS DE VIOLENCIA INFANTIL MUY EXPLÍCITAS, SI NO TE SIENTES A GUSTO LEYENDO ESTO, MEJOR NO LO HAGAS. ---Twincest no relacio...