CAPITULO VI

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—Hum... Dios... —Se llevó la mano a la frente, sintiendo el cuerpo entumido por el frío y la posición en la que estaba.

Ante sus ojos había un montón de naturaleza. Una montaña enorme, y pequeñas casas. Miró a su lado, vacío; sabía que estaba con Tom, aunque Tom no estaba allí ahora, algo que le hizo sentir inseguro.

Pero más pronto de lo que creyó, lo vio regresar al auto, deshaciéndose los nudos del cabello y la playera desfajada. Se veía precioso con la luz del sol contra su rostro, y quiso mirar su propio reflejo rápidamente, aunque no le dio tiempo. Sólo deseaba no verse horrible.

—Buen día. —Cerró la puerta, echando un quejido. —He ido a mear...

Bill asintió, mirándolo con seriedad, cómo se pasaba las manos por el rostro, cansado. Las bolsitas bajo sus ojos lo hacían ver más joven de lo que era, y sus cejas despeinadas le daban un gesto bonito. Bill estaba muy inseguro de hablar, porque a pesar de que lo que pasó ayer fue parte de un viaje por drogas, para él no había significado sólo eso. De hecho, significaba mucho más.

—Hum... ¿vamos a desayunar?, yo te invito. —Bill se mordió los labios, y habría querido aceptar enseguida, pero tenía un padre problemático.

—No sé si mi padre... hum... —Pero su mente le dijo rápidamente que aceptara, porque no todos los días alguien tan lindo lo invitaba a salir. —no, bueno, vamos.

Tom sonrió.

Y Bill pensó que ya aguantaría el regaño de su padre, pero valía la pena pasar tiempo con Tom, quien arrancó a cualquier restaurante de comida rápida y se pidió unas tostadas con aguacate. Bill se pidió unos hotcakes con mermelada y ambos platicaron superficialmente, con un dolor de cabeza y mareo por la cruda de tóxicos.

Tom se bebió dos jugos para subirse la energía y se mensajeaba con a saber quién a cada rato. Después lo miraba, le sonreía, e intentaba hacer una conversación nueva sobre el clima, el color del restaurante y su tema en común: Javyer.

Pero sintió que la leche con chocolate se le iba por otro lado cuando le mencionó su beso de ayer:

—Hum... yo no suelo besar a alguien y luego dejar el tema sin tratar... —Le decía, con completa seriedad. Moviendo la cucharita dentro de su café. Bill podía notar el latido de su corazón acelerar.

Tom se lamió los labios.

—De hecho me parecido sorprendente que hayas tomado la iniciativa así. —Sonrió. Bill apretó los puños, nervioso.

—Lo siento... no quise hacerte sentir incómodo, Tom... —El aludido levantó las cejas, como asegurándose que Bill hubiese escuchado lo que acababa de decir.

—¿Qué?, ¡no!... —Se carcajeó. —De hecho tú también me gustas... y mucho. Desde que te conocí, solo que... eras muy menor y yo no quería...

—¿Yo te gusto? —Interrumpió, sorprendido.

Sentía que su corazón estaba vibrando de pura emoción. Casi sentía que sus ojos iban a llorar; no podía creer que todo el tiempo que estuvo pensando en Tom, Tom también estaba pensando en él.

Eso significaba que ese beso había sido correspondido honestamente; que todas las miraditas que se daban, no eran parte de su imaginación; que cada vez que lo defendía de Javyer, no era simplemente porque era buena persona, sino porque había ese cierto algo que lo hacía quererlo, no sólo como el hermano de su mejor amigo.

—Eres muy bello, ¿cómo no podrías gustarme? —Bill bajó la mirada, avergonzado, pero una sonrisa se le iluminó en el rostro, enorme. —¿Quisieras salir conmigo?

SALTAR LAS TRINCHERASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora