CAPITULO 3 - LA NOCHE QUE CAYÓ EL IMPERIO

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El Rey Erlon eligió cinco de los caballeros más fuertes y leales. Lo caballeros a los que más confianza les tenía y con quienes había crecido desde los 12 años hasta la actualidad.Pues les encomendó una tarea secreta y específica; Cubrir un perímetro en un punto medio de la montaña nombrada con el segundo nombre de su hijo.

En cuanto se ocultó el sol, los reyes, la abuela sabia junto a su aprendiz -quien también era su mano derecha- y el pequeño grupo de guardias reales, fueron al punto resguardado en la montaña.

Se escabulleron por los pasillos secretos que tenía el palacio. Muchos de estos tuneles, pasillos o pasadizos del Blackwall habían sido construidos desde hace muchos siglos atrás.

Eran tantos pasadizos, que habían zonas prohibidas para el personal de servicio, debido a que se desconocía a donde llegaban o si desembocaban en alguna trampa antigua. Pues en tiempos de guerra, Blackwall era la mejor fortaleza que pudiera existir.

La mayoría de los pasadizos solo era conocidos por dos personas en el palacio; el Rey y su guardia real. Es por eso que acordaron reunirse en un punto ciego exacto.

Cuando estuvieron ahí, caminaron en silencio en la profunda obscuridad hacia una salida trasera que cruzaba la muralla que rodeaba el palacio. Al llegar a la salida, ya habían unos cuatro caballos esperando por ellos, junto a cuatro caballeros que esperaban su llegada.

Montaron sus caballos; El Rey, la Reyna y el pequeño principe; en un solo caballo. La Abuela Sabia y su ayudante; uno en cada caballo diferente. El guardia real; en Terrifer su caballo real y los demás guardias de igual manera.

Salieron del palacio de manera secreta y sigilosamente guiados por los guardias, quienes iban tres al frente y dos resguardando la retaguardia.

La Reyna llevaba una capucha con la que alcanzaba a cubrir a su bebé y el Rey era quien manejaba la dirección del caballo.

Conforme avanzaban, las pisadas de los caballos y el tintineo de la armadura se iban haciendo los protagonistas de la noche, las chicharras nocturnas y uno que otro grillo les hacían competencia por ver quién se escuchaba más sobre el otro.

La noche estaba bastante tranquila y despejada. La ciudad poco a poco se iba quedando atrás y la estela de luz que emanaban las casas, paso a paso se iban apagando.

De esa manera, los Reyes emprendieron un camino un poco largo, pero necesario, pues iban por una respuesta y si era posible, por una solución para su bebé.

El camino era un poco rocoso y desnivelado, estuvieron andando por el mismo camino por...no sabian cuanto. Pero decidieron esa via buscando evitar los caminos principales y así no ser vistos por viajeros, pueblerinos o simplemente evitar encontrarse con ladrones. Pues en un camino oficial podías encontrar de todo y una que otra desgracia.

Continuaron andando por unos 30 minutos quizá y a lo lejos ya podían divisar la montaña en la penumbra. Se detuvieron un momento para contemplar la grandeza y dimensión de la montaña para luego continuar su camino.

Sin embargo, conforme se iban acercando a las faldas de la montaña, una inquietante sensación iba naciendo.

Cada persona del grupo experimentó un sentimiento perturbador que iba burbujeando poco a poco.

A pesar de que iban con guardias reales especializados en combate, armados y listos para defender a sus majestades ante cualquier peligro, había algo, un ambiente inquietante, sobre todo por el silencio ensordecedor y la ausencia repentina de viento.

Era como si una escena de suspenso estuviera ocurriendo en ese momento.

Se sentía como estar un segundo antes de caer a un precipicio, ese momento exacto donde sabes que caerás hacia tu muerte inminente y ves tu vida pasar en un segundo.

DEVIL KRIMSON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora