CAPITULO 8 - UN EXTRAÑO EMEMIGO

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La noche definitivamente ya había caído.

Hacía rato ya que el principe Joseph y sus amigos habían emprendido el camino de regreso al castillo.

A pesar que desde el palacio se podía ver un poco de aquella montaña, la realidad es que estaba bastate retirada y ni hablar de su dimensión. Era toda una locura pensar en subir ese monte.

Aunque su hermanito haya entrado en ella por orden suya.

La verdad poco y nada le importaba haberlo dejado ahí. Por más que la gente se empeñara en contar historias estúpidas de monstruos o de demonios que supuestamente rondaban dentro de la montaña, eran completas idioteces.

Seguramente ni siquiera llegó a la mitad del camino. Se habrá quedado escondido en algún lugar llorando como el estúpido niño llorón que era. Ya Iría por él al amanecer, cuando reflexione que molestarlo no fue buena idea.

El principe y los jóvenes se acercaban poco a poco al pueblo, pues a lo lejos podían ver las luces que emanaban de las casas.

Al ellos provenir de un camino no-oficial, no fueron recibidos por guardias ni mucho menos. Entraron por un costado del pueblo.

Lo había planeado de tal manera que cuando llegaran al palacio, pensaran que en realidad estuvieron rondando por el pueblo.

Los caballos caminaban a un ritmo normal, pues estaban rodeados de pueblerinos que aún mantenían sus negocios abiertos. Otros se disponían a recoger sus puestos ambulatorios o simplemente había gente caminado de un lado a otro.

Llegaron a las puertas de la muralla que rodeaba el castillo, pero antes de pasar la entrada, El guardia Real de su padre estaba ahí, como si lo estuviera esperando. Y no estaba solo, un grupo de diez soldados más estaba tras él, todos ellos montando sus respectivos caballos.

Cuando se acercaron y el guardia real lo notó, su expresión paso drásticamente de seria a una de completa molestia.

Les iba a decir que se quitarán de camino para pasar, sin embargo el guardia habló primero.

–Principe Joseph, el Rey demanda verlo con urgencia. Acompañeme  por favor– Dijo severamente, se giró y se dirigió a sus soldados – Escolten a los jóvenes dentro también.

–¿El Rey? ¿Que es lo que quiere mi padre?

Sin embargo el guardia real no respondió.

Los soldados asintieron la orden y se acercaron a los jóvenes que se hallaban tras el príncipe.

Ingresaron al palacio aligerando el paso en los caballos.

El príncipe no sabía que diablos pasaba, pero todo estaba sumamente extraño. Normalmente su padre no lo mandaba a llamar con "urgencia" es más, su padre no lo mandaba a llamar.

Pero, basándose en la expresión y seriedad del guardia, algo pasaba y tenía que saber que era.

– Cha Eun-woo, no? – preguntó el príncipe con desdén – quiero que me digas cuál es la urgencia por verme de mi padre?

El guardia, quien iba a un lado de él, ligeramente adelantado lo vió de reojo, limitándose a no dar muchas explicaciones.

– Lo lamento su Alteza, pero no me corresponde responder su pregunta, lo sabrá cuando se reuna con el Rey.

Y continuaron su camino directo al castillo, pasando por jardines y parte de la construcción que la conformaba.

Cuando llegó a las escaleras de entrada, más guardias los esperaban ahí. Se bajaron todos, sin excepción, de los caballos y se los entregaron a los guardias que los esperaban ahí.

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