Prólogo:

22 5 13
                                    

"El infierno está vacío, todos los demonios están aquí"

William Shakespeare

La última vez que Alan tuvo noticias de su hermano gemelo, éste estaba en la cárcel cumpliendo una condena por tráfico de drogas a la corta edad de dieciséis años. Con el paso del tiempo, perdió su pista. La culpa no era suya, simplemente la vida no había sido fácil para ambos.

Ian el ser humano con el que compartió el vientre de su madre por nueve largos meses, tomó el camino equivocado. Mientras que él, en contra todo pronóstico, se convertió en policía siendo un respetado oficial de las calles de Miami, en Florida.

Sus padres, aún cuando eran muy pequeños, se habían atrevido a naufragar por más de 7 días en el mar con tal de llegar al país de las grandes oportunidades. Escapaban de Cuba, una pequeña isla del Caribe y de su extrema pobreza.

La desaparición y muerte de su madre en el estrecho de la Florida después de una despiadada tormenta, fue un duro golpe para los dos pequeños. Luego de esa travesía, su padre nunca sería el mismo. Ellos, no volverían a ser los mismos.

El recuerdo sobre su pasado, volvió a su cabeza después de años enterrado en lo más profundo de su subconsciente. Su jefe, el oficial de mayor rango en la estación de policía de la Calle Miami Beach, con mucha discreción lo llamó a la oficina. Dentro de aquellas cuatro paredes, lo esperaba un sospechoso hombre.

—¿Es el oficial Ramírez?—Preguntó el señor mayor, de traje impoluto, volteándose hacia el joven policía. El chico, tuvo un mal presentimiento. Su jefe, el señor White lo miró con algo de pena y compasión—. ¿Qué sabes de tu hermano Ian? ¿Has mantenido el contacto con él?

—¿Ia-an?—Tartamudeó Alan, sintiendo un ligero estremecimiento al escuchar el olvidado nombre de su gemelo después de tanto tiempo. Una risa infantil se abrió paso por los recuerdos del chico mientras que un rostro, semejante al suyo, le sonreía con afecto—. No sé nada de mi hermano desde hace tiempo. Hemos cortado todo contacto.

—Bien...—Murmuró el hombre, ajustando su corbata. Con autoridad, tomó lugar en el asiento de su jefe y encendió un cigarrillo. El señor White, se acercó a su subordinado y palmeó su espalda.

—¿Qué está pasando?—Se atrevió a preguntar Alan, ante tanto misterio. Gotas de sudor, comenzaron a formarse en su frente. Ian, sólo podía significar problemas. Grandes problemas—. ¿Le ha pasado algo a mi hermano? ¿Está muerto?

—Lo estará si no nos ayudas—Murmuró cortante el anciano.

Iba a negarse, tal y como había hecho antes. Su hermano siempre saboteaba todo lo que amaba. Ian, no tenía corazón ni sentido de la responsabilidad. Era un monstruo, un hombre soberbio y violento. El vivo retrato de su despiadado padre.

«Ian es tu hermano, Alan», la voz de su madre lo detuvo antes de salir por la puerta del despacho del señor White. «Prométeme que lo cuidarás. Prométemelo»

La promesa que le había hecho a su madre, segundos antes de ser arrastrada por la tormenta de la improvisada embarcación de madera en la que habían emprendido su viaje hacia un nuevo mundo, lo hizo aceptar el trato que le ofrecía el oficial de la Interpol Theodoro Thompson. Un acuerdo que garantizaba que su abominable hermano Ian Ramírez no fuera sentenciado a la pena capital.

Muerte en la silla eléctrica. Electrocutado.


👉Esta historia es pura ficción. Prohibido el uso o reproducción. Todos los derechos de autor reservados.

90 MillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora