Capítulo 15: Nueva aliada

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Por esa única vez, el agente encubierta Alan Ramírez se permitió beber casi hasta la inconsciencia. A petición de la novia, el bar La Nueva Estrella había sido la sede de las celebraciones del día.

El dueño del negocio, Adam Gil se mostró reacio al principio. Por momentos, se negó a cerrar al público su mejor establecimiento nocturno. Bastó que El Tuerto le diera unos amenazantes golpecitos en la solapa de su traje para que el estirado tipo les abriera las puertas a toda la banda criminal de La Araña.

Esa noche, fue obligatorio que cada uno de los miembros del cartel se tatuara una pequeña Araña detrás de la oreja derecha. Jax, fue el de la increíble idea marcando a cada uno de los criminales para su posterior detención. En aquel momento, nadie sospechó de semejante estupidez. La orden se impuso como regla.

Ericka Bush y Jamie Ross, parte faltante del equipo de la Interpol, habían llegado a La Habana esa misma tarde. Ambos, se incorporaron a las celebraciones haciendo gala de sus talentos. Tatuar y hackear sistemas informáticos, respectivamente.

La Araña los había presentado a su séquito de criminales. En especial, a su angelical y devota esposa. Quien, debido a su papel de anfitriona, muy poca atención pudo ofrecerles. Eileen, estaba ocupada hablando con Charlie el encargado de verificar la calidad de la droga que llegaba de Colombia.

El Tuerto, rellenaba el vaso de Ian Ramírez cuando éste lo terminaba de un tirón. Todos, hablaban y se divertían con las muchachas de Luanda y su desconfiada madre. La Nueva Estrella, era la sede de la organización criminal del hermano de Alan. Nunca antes, el intachable policía se había sentido tan poderoso y respetado. Estaba perdiéndose en el reflejo de su gemelo.

Cada día, cruzaba aún más la fina línea. Sobrepasaba sus límites y principios morales. Poco a poco, dejaba de ser el verdadero Alan para fundirse con la oscuridad de La Araña.

-¿Están bien custodiados los rusos?-Murmuró Alan, recostándose en su asiento y contemplando el ambiente a su alrededor.

Jaime estaba a cargo de la música del bar, desplazando a un famoso DJ de la ciudad. Mientras que Ericka, terminaba de tatuar a los hombres del Tuerto. El intimidante moreno, contemplaba a la chica con una sonrisa lasciva en el rostro. Al parecer, la agente Bush tenía un enamorado. Por su parte Jax, hablaba animadamente con César en la barra. Su propósito, era acercarse al contador y exponer sus verdaderas intenciones.

-No se preocupe, jefe. Los tenemos bien encerrados... Nadie sabe de la ubicación del depósito-Susurró el criminal, rellenando su vaso. Extrañamente, Alan sentía que podía confiar en el mulato a pesar de resultar amenazante con su imponente altura y músculos-. Su amigo César se ha estado comportando de forma extraña. Algo está escondiendo. Me preguntó por el negocio que tiene con Luanda.

-¿Eso hizo?-Interrogó La Araña, mirando en dirección a la barra. César sonreía animadamente con Jax, quien intentaba por todos los medios agradarle al contador sin levantar sospechas-. Quiero que lo vigiles. No le digas a nadie de esto. Ni siquiera a Jax, esto es confidencial. Alguien quiere matarme y voy a averiguar quién es. Nadie se enfrenta a mí y vive para contarlo.

-Sí, jefe... Como usted diga.

-Voy a hacer una llamada...-Demandó Alan, poniéndose de pie. El Tuerto le abrió la puerta que llevaba hacia el reservado y se mantuvo frente a ella, impidiendo el paso de cualquier persona-. No dejes que nadie pase. Necesito estar solo.

El agente de la Interpol caminó por el desolado pasillo y entró a la Zona VIP, libre de cámaras y dispositivos de espionaje. Necesitaba comunicarse cuanto antes con el señor Thompson y hablarle de un asunto importante. Jax, era quien mantenía la comunicación con la organización pero él no se podía quedar de brazos cruzados viendo como sus hombres pretendían asesinar a los rusos. Se esperaba del agente una orden, el mandato para acabar con la vida de aquellos seres infelices.

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