Una camioneta negra lo había recogido en la esquina de su casa esa misma tarde. Las órdenes del señor Thompson eran claras.
Debía preparar una bolsa con poco equipaje y lo necesario para un viaje rápido de carretera. También, tenía que despedirse de sus compañeros y amigos del trabajo diciendo que iba a tomar unas vacaciones para visitar a algún familiar enfermo en otro lejano Estado.
Nada que pudiera levantar sospechas. Nada que fuera demasiado relevante. Mientras menos personas supieran el verdadero motivo de aquellas precipitadas vacaciones, los implicados estarían a salvo.
Fue así como el oficial con rostro pétreo se subió a la camioneta. Al momento, dos hombres enmascarados le colocaron una capucha en la cabeza y tomaron sus pertenencias para revisarlas.
Su jefe, el señor White quien había trabajado en otras ocasiones con la Interpol, intentó prepararlo para lo que se enfrentaba dándole algunos consejos. Sin embargo, aquella misión era mucho más compleja de lo que esperaba. Nunca se había visto implicado en nada tan peligroso.
—Es el protocolo...—Le dijo uno de los sujetos enmascarados, antes de abrocharle el cinturón de seguridad. Ese fue el único trato que recibió por parte del pequeño grupo que lo conducía a una base secreta de la Interpol.
El viaje fue, a pesar de lo acordado, agotador. La camioneta estuvo en circulación en la carretera por al menos dos horas, antes de poder llegar el joven policía a su destino acompañado por el grupo de agentes de la Interpol.
Alan, estaba asustado. Era de esperarse su temor. El señor Theodoro Thompson, no había sido del todo claro explicándole en el tremendo problema en el que se encontraba su hermano. La reunión fue corta y con instrucciones específicas sobre su participación encubierta en una investigación importante.
«¿En qué mierda estás metido, Ian?», se preguntó una y otra vez en el trayecto hacia la zona del operativo. «¿Hacia donde me arrastras, maldito egoísta?»
El auto se detuvo en seco y los hombres enmascarados que lo acompañaban lo bajaron del auto con poca delicadeza. Caminó a su paso, obviando los empujones y las maldiciones de uno de los sujetos.
El sonido de una puerta al abrirse, lo alertó. Había llegado finalmente a la zona de reunión. Con rudeza, le quitaron la capucha del rostro. Alan, se cubrió con sus manos los ojos y parpadeó, adaptándose a la potente luz de una pequeña oficina que no contaba con ventanas.
—Buenas tardes, oficial Ramírez...—Lo saludó el mismo hombre que esa mañana había puesto su mundo patas arribas, trayendo a Ian nuevamente a su vida. Con respeto, correspondió su apretón de manos y aprovechó la oportunidad para observar todo a su alrededor.
Los hombres que lo habían conducido hasta aquel lugar, se quitaron los gorros negros de tela del rostro mostrando sus verdaderas identidades. El tipo más fornido, ese que lo había ayudado con el cinturón de seguridad en el auto, era uno de los nuevos reclutas de la estación. Había compartido con él varias palabras y algunos consejos para el patrullaje de las calles.
El otro, algo más bajo que su compañero y de sobra, mucho más aterrador, le dedicó una mirada severa. Una musculosa chica tatuada, se levantó de uno de los pocos escritorios de la oficina y apagó las luces, dando inicio a la presentación del caso.
El señor Thompson comenzó a hablar, invitando al policía a tomar asiento. Alan, algo desorientado, accedió frotando sus manos nervioso en su pantalón. Sin embargo, no estaba preparado para lo que vería a continuación.
La foto de detención de su hermano en la base de datos de la policía encabezaba la presentación. Miró la diapositiva reflejada en la pared desde un reflector, sin dar créditos a los que venían sus ojos.
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90 Millas
RomanceLa vida de Alan está por cambiar cuando el reencuentro con su hermano amenaza con arrebatarle todo aquello por lo cual se ha sacrificado. Cumpliendo con la promesa que le hizo a su madre, acepta una misión arriesgada de la Interpol. Ahora, ya no es...