Capítulo 9: Mal augurio

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Ian Ramírez, más conocido entre su gente como La Araña, por su llamativo tatuaje en el cuello se dirigió acompañado por los hombres de El Tuerto al recién inaugurado bar La Nueva Estrella. Su guardespaldas, Jax Jones se había quedado en la casa de renta de César, espiándolo. Alan, tenía un sabor amargo en la boca y un terrible temblor en todo el cuerpo.

Esperaba que su hermano nunca despertara del coma y descubierta la verdad. De ser así, César López iba a ser asesinado de la peor forma posible.

El Tuerto se bajó del auto, una imponente camioneta gris de último modelo que no pasaba desapercibida en las calles de La Habana, y le abrió la puerta con diversión. Ian, lo rodeó con un brazo y ambos caminaron bromeando hasta la entrada del club seguidos por un grupo de siete hombres.

La bienvenida del verdadero jefe del cartel habanero, estuvo presidida por Adam Gil y los gerentes de los restantes establecimientos nocturnos. La Araña no perdió más tiempo y con un asentimiento de cabeza, todos lo siguieron al interior del bar. La magnificencia del lugar, dejó a Ian Ramírez impresionado.

La arquitectura y diseño del interior era moderna, con un estilo elegante e innovador. Las paredes en su totalidad eran de ladrillos y llevaban llamativos cuadros de mujeres, en su mayoría desnudos. Los muebles impersonales, negros y con un exquisito acabado componían los reservados de grandes mesas de cristal.

El bar estaba abarrotado de bebidas. Desde Habana Club Añejo Especial, hasta botellas de whisky y tequila importando. Todo exhudaba poder. Un poder que muy poco sabía manejar Alan.

El agente felicitó a Adam por la adquisición del bar, haciendo especial énfasis en el protocolo de entrada. El señor Gil, le manifestó la seguridad para ingresar al lugar y le presentó entre la asombrada multitud que los contemplaba en la distancia, posibles socios para sus negocios.

Ian estuvo alrededor de media hora saludando a hombres y mujeres de influencia. Hijos, nietos, amantes y esposas de altos dirigentes de la Isla, así como turistas extranjeros que venían de vacaciones a disfrutar de las delicias de La Habana.

La Nueva Estrella, era además de un establecimiento de venta de bebidas y recreación, que implicaba el consumo desmedido de cocaína y otras drogas como marihuana y éxtasis, un prostíbulo y local de stripers. Todas mujeres, más jóvenes de lo que Alan esperaba.

El Tuerto, le ofreció un trago pero Alan por temor a mostrar su creciente temblor en las manos que llevaba metidas en los bolsillos del pantalón, declinó la oferta. Éste, cuando terminaron de hablar con uno de los contactos de Adam Gil, se apresuró a recordarle la cita que tenía con la sospechosa mujer implicada en el tráfico de blancas.

—Luanda lo está esperando, jefe...—Murmuró el hombre de piel negra con el carbón. A pesar de ser un peligroso delincuente, El Tuerto tenía un ingenioso sentido del humor y una extraña preferencia por complacer las solicitudes de Ian. Sin embargo, el oficial sabía que en ese mundo de drogas, sexo y dinero no existían los verdaderos colegas—. Por precaución es mejor que vaya solo. No hay nadie en la segunda planta. Mis hombres se encargaron de ello.

—Gracias...—Susurró La Araña, dándole una palmadita en el hombro para luego caminar hacia la segunda planta del edificio donde se encontraban las habitaciones del prostíbulo. Los invitados de aquella noche, le abrieron paso temerosos. Era mejor así, instigando el miedo.

Para no llamar la atención, una hermosa chica lo esperaba en las escaleras. La joven, demasiado joven para su gusto tomó su fuerte antebrazo y le indicó el camino.

Alan estaba sumamente nervioso. En el informe del señor Thompson, no existían referencias algunas de aquella mujer. Además, no contaba con la compañía de Jax quien parecía manejar mejor que él los momentos de crisis. La chica, a unos metros de la puerta de la habitación número 15 y se dio media vuelta para marcharse.

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