Capítulo 3: Eileen

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La Araña había llegado finalmente al Aeropuerto Internacional "José Martí" en La Habana, sobre las 2 de la tarde del día acordado. Si bien su vuelo, era en primera clase el oficial no pudo evitar sentirse sumamente incómodo. Era la primera vez en años, que Alan regresaba a su país natal. La tierra en donde sus padres se habían enamorado un verano muy lejano aún cuando eran jóvenes y la pobreza extrema no azotaba a Cuba.

El precio de la libertad le costó a su familia la vida de su madre y una infancia normal como la de cualquier otro niño. Era por eso, que el oficial detestaba pisar aquel podrido suelo. Volver a la prisión de la que había escapado por mar, perdidos a la deriva en una improvisada embarcación.

Sin embargo, Alan logró dominarse y mantenerse sereno. En cuanto recogió sus maletas en la terminal, metió las manos en los bolsillos de su impoluto traje y caminó rumbo a la salida del aeropuerto acompañado por Jax, quien en todo el viaje no le había dirigido la palabra.

Ajenos a sus planes, Jax y el policía se toparon con un inesperado recibimiento. En el parqueo del aeropuerto, los esperaban un sospechoso grupo de hombres con un llamativo cartel que decía su nombre a modo de bienvenida. Jax, le dedicó una mirada preocupada.

«Actúa como Ian. Vistes como él, llevas sus tatuajes... Puedes hacerlo, cabrón», se dijo mientras avanzaba confiado hacia el cabecilla del grupo y le soltaba su maleta.

El hombre, un moreno de casi dos metros de altura, le pasó su bolsa a otro de sus matones. Soltó una risilla divertida y relamió sus labios, conteniéndose por semejante atrevimiento. Jax intentó dar un paso al frente para confrontarlo, pero Ian lo detuvo.

—¿Por qué no está César aquí?—Exigió con autoridad, señalando con un dedo al líder del grupo.

El petulante tipo se mantuvo callado, algo que sacó de quicio al farsante de Ian, logrando que éste sujetara al hombre por la colorida camisa que llevaba. El tenso momento, fue interrumpido por la catarina voz de una mujer. Alguien a quien Alan no esperaba conocer personalmente tan pronto.

—Porque he venido a buscarte yo personalmente...—Del imponente auto rojo, que estaba parqueado frente a la entrada del aeropuerto salió una exhuberante mujer.

Ojos azules, cabello negro azabache y piel tersa, una inmaculada diosa. Las fotografías que había estudiado de aquella criminal, no representaban en su totalidad la belleza de su rostro. No se suponía que se reunieran en ese momento. Era demasiado pronto.

César, el cómplice de Ian debía recogerlo en el aereopuerto, para hospedarse en una de sus casas de rentas. El plan se estaba desviando del original. Jax, se puso a su lado y miró al moreno de forma amenzante. El único del grupo de maleantes al que La Araña no lograba intimidar. Los demás hombres del pequeño séquito, parecían reconocer su autoridad. Le temían, tanto como bajar la cabeza y desviar sus miradas asustados.

La narcotraficante colombiana caminó sensualmente hacia él y le sonrió de forma seductora. Con ella, debía tener cuidado. Lo más peligroso en este mundo, era una mujer inteligente. Y ella, parecía ser de sobra una.

—¿Tan loca estabas por verme?—Le preguntó Ian a la chica, que apartaba a su impresionate escolta para llegar hacia él. De forma provocativa, se colocó a centímetros de su rostro y lo estudió en silencio.

—¿Por qué tan pocos golpes? Me dijeron que los rusos por poco te matan...—Preguntó, sospechando. Sus delicados dedos, rozaron la herida de su labio inferior.

—Bicho malo, nunca muere...—Se jactó La Araña, presumiendo de su fortaleza. Luego, le dio unas palmaditas en el hombro a su guardespaldas—. Jax, me salvó. Evitó que me dispararan. He tenido que salir a escondidas de Miami, me están buscando para matarme.

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