Capítulo 11: El trato

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Las horas pasaban lentamente y Alan se mantenía despierto, contemplando el techo ensimismado en tristes recuerdos del pasado. Estaba preocupado, alerta a cualquier ruido extraño.

El atentado del matón ruso, lo había descolocado completamente. El temblor de sus manos, ya recorría el cuerpo completo del joven policía. Era pánico lo que sentía, lo sabía muy bien. Miedo de morir y no poder saldar aquella deuda de sangre con su hermano.

No había tenido un maldito minuto de descanso desde que llegó a Cuba, demasiado confiado con el plan trazado por el señor Thompson junto a su equipo de élite con cero por margen de error, según sus erradas cuentas. Sin embargo, nada salió cómo esperaban.

En menos de 15 días, las cosas se escapan de su control al punto de recibir una puñalada por parte de sus enemigos. Y ahora, Eileen debía ser su prioridad. Si llevar un negocio como aquel le era imponente al joven policía, enamorar a una mujer como la colombiana era un reto gigantesco.

Unos sutiles golpes se sintieron en la puerta. Luego de unos segundos, ésta lentamente se abrió mostrando la silueta de una misteriosa mujer. Alan encendió la tenue luz de la mesita de noche a su lado en la cama.

La mujer que estaba presente en sus pensamientos desde el apasionado beso que habían compartido, caminó hacia él con una expresión indescifrable en el rostro. El chico, colocándose la máscara de su hermano gemelo no pronunció palabra alguna. No sabía qué decir de todas formas.

La colombiana, se deshizo de su chaleco y de los altos zapatos de tacón. Llevaba un largo vestido negro de mangas, pieza que hacía sobresalir sus generosas curvas y la sensualidad de su cuerpo. Con cuidado, trepó a la cama y se acostó en el pecho de La Araña, acariciando delicadamente el torso desnudo del policía.

En el lado izquierdo de su abdomen, estaba el parche médico que cubría la herida saturada. Dentro de unos días, el dolor desaparecía por completo y aquella herida no sería más que una cicatriz de la que hablarle a sus hijos en el futuro. Si es que después de esa arriesgada misión, podría tener una familia tal y como soñaba.

Alan, sin poder evitarlo, hechizado por el perfume de jazmines de la joven la abrazó fuertemente. Eileen aceptó el abrazo gustosa y dejó reposar su cabeza en el pecho del criminal. En sus brazos, por primera vez, Ian Ramírez pudo conciliar el sueño desde su viaje a La Habana.

Después de unas largas horas, La Araña despertó del sueño de Morfeo. Para su sorpresa, Eileen estaba a su lado contemplándolo en silencio. Sus profundos hojos, contemplaban cada detalle del rostro del chico. Él tembió que hubiera visto, algo que lo delatara. Un nuevo lunar, o simplemente la dulzura que Alan no podía ocultar de la gente por la que se preocupaba.

-Pensé que estaba soñando...-Murmuró, volteándose un poco para quedar frente a frente de la colombiana. Con dedos temblorosos, acarició el rostro de la chica tocando sus carnosos labios. Ella cerró los ojos disfrutando de la suave caricia-. ¿Qué haces aquí?-Preguntó La Araña, trayéndola a la realidad.

-Tu guardespaldas me mintió...-Lo censuró, señalando el parche de su abdomen. La herida no había sido mortal, como Jax le hizo ver a la colombiana-. ¿Fue tu idea? ¿Querías verme?

-¿Qué crees?-Le preguntó el joven, mirándola con instensidad. Estaba confundido, al pretender que no sentía nada por Eileen Mendoza, se había apoderado de él un ligero enamoramiento por la narcotraficante-. ¿Tú padre no se molestó, verdad?

-Me va a casar con uno de sus lugartenientes... No cree que tenga la fuerza para dirigir su negocio, cuando por años llevo haciéndolo desde su sombra-La confesión de la empresaria, le hizo ver a Alan que su compañero Jones tenía razón. Era inevitable, que Franco Mendoza casara a su hija tarde o temprano, para dejar asegurado su negocio.

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