Capítulo 8: La rata

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Los días que le acontecieron a la partida de Eileen, el policía y su guardespaldas se concentraron en reorganizar el negocio de Ian Ramírez y su socio César López, en La Habana. Con inteligencia, lograron hacerse con importantes documentos y pruebas del tráfico de drogas. Sin embargo, todavía seguían a ciegas con el tráfico de blancas.

El amigo de Ian, se carcajeó cuando Jax comentó el asunto a modo de broma, tomándolo por loco. Jamás habían pensando en meterse en aquellos turnos negocios, según decía con total convicción.

A pesar de haber estudiado al grupo de César, no dieron con el espía que estaba informando a la policía. Eso, los tenía bastante preocupados.

En las noches, Jax se encargaba de informar al grupo de la Interpol y en especial, al señor Thompson de sus avances. Las indicaciones, eran transmitidas a Alan con un férreo simulacro. Todo evitando que fuera implicado si descubrían a Jax, como espía.

De su hermano, no existían novedades. Se mantenía en coma, como mismo lo había abandonado el oficial. Si bien eso jugaba a su favor, Alan temía nunca más volver abrazar a su hermano gemelo.

En la última de las reuniones que se celebraba aquella tarde, con los cinco hombres más importantes del negocio de la venta de droga, Alan dejó su mente divagar mientras que César le informaba a sus secuaces sobre el nuevo modo operandi. La imagen de Eileen no salía de su mente. Aún así se obligó a escuchar a sus compañeros.

Una parte de la droga que llegaba a Cuba, por mar en embarcaciones turísticas que arribaban al puerto de La Habana desde El Caribe, se continuaría distribuyendo en los bares del señor Franco Mendoza. Lo que quedaba de la mercancía, una parte considerable de la ganancia actual, sería comercializada entre los restantes establecimientos nocturos de la ciudad.

Centros de élite, donde los hijos de militares y jefes de empresas socialistas frecuentaban. Todos escogidos de la forma más astuta posible. Los contactos ya estaban hechos y los gerentes principales de dichos lugares, implicados. Era un negocio redondo, increíblemente lucrativo.

A pesar de ello, a Cesar el mejor amigo de La Araña parecía faltarle carácter y determinación a la hora de llevar el negocio en Cuba. El nuevo cartel que amenazaba con formarse en las calles empobrecidas de La Habana, preocupaba no sólo a las autoridades americanas, sino a las cubanas.

Ambos países, se veían perjudicados con la violencia que la droga generaba en los jóvenes con fuertes adicciones. En algún momento, tendrían que cooperar dejando a un lado las diferencias políticas.

Alan rezaba todo el tiempo, por no verse detenido por la policía cubana y ser recluido a una cárcel en su tierra nata. Eso casi había sucedido la última vez que salió con Jax, a cumplir con el pago de la venta de la droga colombiana.

Por miedo o quizás por precaución, ambos hombres se mantuvieron en la casa se renta de César. Alan odiaba la ciudad y los recuerdos que lo atormentaban. Al contrario de Ian, él si había sufrido al igual que sus padres la pobreza de una casa en ruinas y el hambre en las noches.

Volvió a la realidad cuando Jax, le dio una patada por debajo de la mesa. Con una mirada que hubiera intimidado a cualquiera, le reprochó por el golpe. Sin embargo, comprendió que todos los allí presentes lo miraban fijamente. Carraspeó y se recompuso, dando unos golpecitos en la madera de la mesa con los dedos.

—¿Todos han entendido?—Les preguntó al grupo de hombres que estaban reunidos en la pequeña oficina de César. Todos, asistieron enérgicamente. A ellos, también los conocía. Sus antecedentes, familia y posición en el negocio—. El nuevo cartel tendrá por nombre La Araña. A partir de este momento, todos somos socios. Una familia. De ustedes depende el futuro de este negocio.

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