Las crudas palabras de César habían generado un malestar interno en el intachable y valeroso policía. Su intuición, le decía que podía confiar en Eileen Mendoza. La colombiana era una mujer de palabra. Orgullosa, como ninguna otra, pero fiel a los pactos y acuerdos comerciales. Eso, debía mantenerlo centrado.
Alan Ramírez ya no era el mismo hombre. Aquel viaje a La Habana lo había cambiado drásticamente. Y para peor, siempre para peor. Desconfiaba de todo y de todos, veía a un enemigo en cualquier persona allegada.
Cuando entró a su habitación, Eileen todavía estaba profundamente dormida. En los brazos de Morfeo, parecía una niña indefensa. Llevaba una camisa suya y abrazaba la almohada con fuerza. Irónicamente, ambos compartían esa extraña costumbre.
La soledad en sus lúgubres vidas los había fusionado, desde de esa apasionada noche que habían compartido. El oficial no sabía cómo iba a librarse de la colombiana en el futuro. Y si realmente quería hacerlo, aunque su decisión dificultara de algún modo la misión.
Era hora de despertar a la joven, para completar su parte en aquella obra de teatro. Era arriesgado, pero aquel apresurado casamiento contaba como su única salida. Jax tenía razón, aunque parte del equipo de la Interpol no comprendiera sus razones. No eran ellos, los que estaban arriesgando sus vidas en un país extranjero. No sabían realmente lo que sucedía en aquella maldita Isla.
Alan se aproximó a la cama y una perversa idea, se apoderó de él cuando su prometida se removió inquieta en el colchón. Las sábanas abandonaron su piel, siendo el policía testigo de la sensual belleza de su cuerpo. Su camisa negra, le llegaba hasta las caderas. Debajo de ella, Eileen no llevaba puesto nada de ropa interior.
Su miembro cobró vida en el interior de sus pantalones. Eileen lo hacía sentir deseado y poderoso en la cama. Nunca antes había querido poseer a una mujer, no de la forma en la que deseaba consumirla a ella.
Apartó la camisa de su pelvis y le abrió las piernas con delicadeza, evitando que la chica despertara de su profundo sueño. Alan, relamió hambriento sus carnosos labios y comenzó a saborear su centro. Chupando y besando su clítoris introduciendo en una lenta y angustiante penetración, dos de sus largos dedos.
Los gemidos de Eileen, no se hicieron esperar. Agarró con fuerza el cabello del muchacho y lo mantuvo ahí, arrodillado ante ella degustándola sin piedad. El orgasmo de la chica, llegó minutos después acompañado de un severo temblor. Eileen, se derrumbó en la cama con una sonrisa en los labios.
-Quiero que me despiertes todos los días así...-Murmuró, incorporándose sobre sus brazos para ver cómo el chico relamía el labio inferior con cinismo. En un arrebato, lo sostuvo por la camisa obligándolo a sentarse en la cama. Ahora, era su turno de hacerlo suplicar-. Sé un buen chico y déjame portarme mal. Te tengo muchas ganas... Déjame darte yo placer.
-Vamos a llegar tarde... Te he preparado una sorpresa-Susurró el criminal con voz ronca, mientras la colombiana zafaba su cinto y le bajaba los pantalones.
Tomó el erecto miembro en la mano y con una sonrisa maliciosa lo introdujo por completo en su boca. La sostuvo por el pelo, ordenándole que no parara. Eileen tampoco tenía intención de hacerlo. La chica lo chupó una y otra vez, acariciando sus pesadas bolas. Lo mordió con ansias, repetidas veces. Alan, antes de correrse en su pecaminosa boca la tomó por los antebrazos para terminar en su interior.
Sacó un paquete de condones de su bolsillo trasero, cortesía del teniente Jax Jones y empalmó uno en su vigoroso miembro. Eileen lo recibió gustosa en su interior y volvieron a poseerse salvajemente el uno al otro.
Con cada embestida, Alan necesitaba más. Deseaba saciarse completamente de ella, para poder pensar luego con claridad y centrarse en el negocio de su hermano. Cuando sintieron el orgasmo adueñarse de sus cuerpos, la chica lo besó con renovadas fuerzas. La Araña le había dejado una marca en el cuello.
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90 Millas
RomanceLa vida de Alan está por cambiar cuando el reencuentro con su hermano amenaza con arrebatarle todo aquello por lo cual se ha sacrificado. Cumpliendo con la promesa que le hizo a su madre, acepta una misión arriesgada de la Interpol. Ahora, ya no es...