Capítulo 12: La advertencia

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La verdad a veces era difícil de aceptar. Mas, a expensas de imaginar lo que hubiese pasado al nunca llegar a conocerla. La verdad sobre Eileen, descolocó al pobre muchacho por completo. Alan se quedó inmóvil sobre la chica, intentando procesar lo que estaba ocurriendo. La realidad se precipitó sobre él como un balde de agua fría.

«¡Era virgen! ¡Eileen era virgen y él la estaba desflorando»

—¡Por favor, Ian...! ¡Muévete!—Le suplicó la colombiana, enterrando sus filosas uñas, ahora pintadas de rojo, en su espalda. Estaba aterrado, de poder hacerle daño—. No me has lastimado. Déjame disfrutar de esta primera vez contigo.

—Me lo tenías que haber dicho...—La regañó molesto. La Araña, iba a seguir reprendiéndola cuando la chica lo besó con hambre y lo instó a moverse.

Ambos gimieron cuando en una fuerte estocada, Alan se introdujo completamente en ella. Al principio, fue lento y amable. Cuando ya se acostumbró a su tamaño, disfrutando de la fricción de sus cuerpos, Eileen lo obligó a embestirla con más fuerza rodeando con sus largas piernas la cintura del policía. Alan no podía contenerse, ni pensar correctamente.

Comenzaron a follarse como animales, cambiando de posición para experimentar un mayor placer. Eran un amasijo de extremidades, sudorosos y ansiosos por complacerse mutuamente.

Estar en los brazos de Eileen, era el paraíso para aquel pobre mortal. Se besaron al límite del orgasmo, tocándose con curiosidad. Uno necesitado del otro.

Entre besos, mordidas y gemidos Eileen llegó primero al clímax. Alan se mantuvo embistiéndola, mientras el orgasmo la doblegaba. Minutos después, él también.

La Araña tuvo que salir de ella, para venirse fuera. Una mancha blanquecina tiñó la sábana, como la evidente prueba de su orgasmo. Los dos se derrumbaron en la cama exhaustos, respirando con dificultad. Esa había sido la mejor experiencia de su vida, según analizaba el policía mientras abrazaba a Eileen y la acomodada en su sudoroso pecho.

Una sonrisa se extendió por el rostro satisfecho de la colombiana. Para ella, aquel encuentro había sido también glorioso. Una experiencia imposible de borrar de su mente.

—Pensé que tenías experiencia...—Murmuró Alan, retomando el tema que lo había descolocado media hora antes. Eileen soltó una carcajada y se apretujó contra él—. Me alegro ser el primero, así me recordarás siempre.

—Mi padre es un hombre muy conservador... Quería que yo llegara al matrimonio virgen—Le explicó la chica, cubriéndose con una suave sábana—. Sin embargo, sé que sólo quería subastar mi virginidad a mi futuro marido.

—Ahora no hay nada que vender... Porque eres mía—Murmuró Alan, acariciando posesivo su rostro. Estaba comenzando a meterse demasiado en el papel que le tocaba desempeñar. Por primera vez, una mujer lo sacaba todo de él sin necesidad de obligación y compromiso.

—Acepto casarme contigo...—Susurró la chica, limpiando una traicionera lágrima de su rostro. Alan, volvió a besarla con un extraño sentimiento emergiendo de su pecho. Debía tener cuidado, un paso en falso y terminaría muerto. La colombiana, se subió a horcajadas a su cuerpo. La Araña, se dejó dominar por una fiera mujer que estaba hecha a su medida—. Hoy... Casémonos, hoy.

—Estás loca...—Se carcajeó Ian Ramírez, conteniendo un gemido cuando la chica introdujo su avivada erección en su interior.

Las embestidas continuaron durante toda la mañana, así como el sexo salvaje. Cualquier persona que pasara por el pasillo de la casa de renta, escucharía gemidos y gritos de placer provenientes del cuarto.

Agotada, Eileen se quedó dormida en la cama después de una ducha caliente, en la que ella y el oficial nuevamente copularon como bestias en celo. Sin embargo, La Araña se había ausentado por demasiado tiempo. Debía retomar su misión, planificando ahora de forma imprevista una boda.

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