La incertidumbre de alguien menor siempre puede generar la serotonina suficiente para la falta de motivación de alguien mayor.
Izuku Midoriya la conoció sin esperar nada a cambio. Kaina Tsutsumi, menos.
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Historia corta.
La serotonina influye en el amor al mejorar el estado de ánimo y el bienestar, promover comportamientos prosociales como la confianza, reducir la ansiedad y estabilizar las emociones, lo que fortalece las relaciones románticas.
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— Solo queda una semana más de plazo para entregar el proyecto... —dejó salir un suspiro cansado de sus labios.
Él se encontraba recostado sobre su cama desacomodada. Su cabello verde alborotado y por encima de sus pecas en sus mejillas, las suaves ojeras bajo sus ojos verdes remarcaban su desaliñada silueta y la habitación hecha un caos afirmaban muy bien su situación actual acompañados del aire acondicionado encendido debido al ferviente verano.
— Debería abandonar esto... —soltó una pequeña risita amarga. — Es broma, es broma...
Se levantó de su cama y se dirigió a pasos perezosos hacia su escritorio. Papeles y bolígrafos regados sin orden alguno se encontraban por allí, observó el reloj sobre la pared y se dio cuenta que de nuevo, había desperdiciado todo el día.
— Mierda...
...
— No sé cómo le hacía mamá para diferenciar las verduras buenas de las malas...
Sobre sus manos intentaba buscar cualquier mínima señal diferente entre los alimentos que quería comprar. Llevaba de pie más de diez minutos haciendo eso. No lo consiguió.
— ¡Tsk! —frunció el ceño. — Da igual. De algo hay que morir y mientras más rápido sea, mejor... —sonrió levemente con gracia.
Movió su mano hacia su cabello ligeramente largo hasta sus hombros. Las distintas tonalidades de morado en su cabello remarcaban con el de sus ojos, su figura envidiable siempre ataría la atención de todos a su alrededor, pero su rostro siempre serio, terminaba alejando toda esa atención.
— Falta brócoli...
Siguió su camino por el supermercado en busca de sus provisiones y al hacerlo, comenzó a divagar en su mente. Trabajo y responsabilidades que odiaba pero necesitaba le abundaban. Al cabo de unos segundos observó su deseo faltante y antes de llegar, alguien robó lo último de su lista de pendientes.
— Oye... —mencionó con una voz seca. — Eso es mío, mocoso. Déjalo allí lentamente y lárgate.
Aquella persona movió su mirada detrás de él donde provino aquella voz. Su mirada verde cansada conectó con sus ojos morados y se quedó allí un par de segundos.
— No, gracias. —sonrió con un toque de burla y comenzó a marcharse de allí.
— ¡Oye! —y ella no dejaría que las cosas quedarán así.
