Cap 16: Combate a las Puertas (2)

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Eliad vio como el mago de combate hacía frente al demonio de rostro canino, cuando él giraba para esquivar otro ataque de la diablesa. Se puso detrás de ella y le disparó un par de veces por la espalda, pero esta giró en el suelo con sus manos y le dio una patada en la cara que le hizo caer haciendo un tirabuzón.

El cazador rodó por el suelo para esquivar otra patada y después la cola. Se incorporó, esquivó una garra agachándose, y contraatacó con su espada. El filo de su arma seccionó el brazo de la diablesa y un chorro de sangre le bañó parte del rostro y el torso.

La diabólica mujer chilló de una forma indescriptible mientras se retorcía de dolor. La espada anti demonios le había arrancado una parte de su propia esencia.

Eliad aprovechó el momento y disparó varias veces. Las balas atravesaron el cuerpo de la diablesa en diferentes puntos. La antigua secretaria volvió a gemir de dolor y se lanzó sobre él atacando con una furia descontrolada. Una patada baja le hizo doblar la pierna, y la garra que le quedaba a la diablesa se lanzó como una flecha contra su cuello.

El cazador inclinó la cadera hacia un lado en el último momento, y las garras le pasaron rozando. Rodó para esquivar una nueva patada, alzó la pistola y le incrustó una bala en la cabeza. La diablesa se desplomó de rodillas y él se irguió imponente.

—Se acabó —dijo Eliad antes de cortarle la cabeza.

***

Isen sintió todo el peso del demonio cuando bloqueó con su espada el mandoble de su enemigo. Podría haber recurrido a la magia para haberlo bloqueado o desviado, pero apenas le quedaba energía interior, así que prefirió guárdasela para utilizarla en el momento más oportuno.

Esquivó otro espadazo y desvió un tercero a duras penas, pero antes que pudiera contratacar, la cola del demonio le golpeó en el costado y lo lanzó contra una columna de piedra. Rebotó y cayó al suelo. Le dolía todo el cuerpo y la cabeza le daba vueltas, pero no tenía tiempo para lamentarse; la criatura diabólica corría hacía él. Se irguió con las piernas flexionadas.

El demonio rugió, y alzó con rabia el espadón para darle el golpe final. Pero Isen había esperado que hiciera ese movimiento. Fue en ese momento, que el mago de combate volvió a manipular las corrientes mágicas, y unas esquirlas de tierra como conos atravesaron casi todo su cuerpo, frenando su movimiento en seco. Una de ellas, le había traspasado la garganta. Otra, el corazón.

El mandoble cayó al suelo.

—No ha estado mal —dijo Isen con la espalda apoyada en la columna.

El cazador aminoró la marcha y se acercó al demonio con la espada en la mano.

—La única manera de matarlos del todo, es con una espada como esta —dijo el cazador e incrustó su espada en el cráneo del demonio—. Vamos, la batalla aún no ha acabado.

«Es más fácil decirlo que hacerlo» pensó Isen.

El cuerpo del monstruo diabólico comenzó desintegrarse.

***

—¿Y tú te haces llamar descendiente de la roca? —dijo el demonio mientras avanzaba con paso lento hacia Bargu—. No sabes hacer otra cosa que disparar y correr. Es la primera vez que veo un drauo tan débil y cobarde.

Al monstruo diabólico no le faltaba razón. Bargu no era un ígneo como Dragen o un sedentario como su padre. Él era como su madre; un crómatico, un «chupacielos». Había nacido para cantar, no para luchar.

Y, sin embargo, ¿por qué seguía de pie a pesar de todas las heridas?

«No importa qué clase de drauo seas, hijo. Un drauo nunca se rinde. Resiste sin importar las adversidades, pues todos somos descendientes de las rocas»

Anlova en llamas Vol 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora