El sargento Raed seguía pensando en las únicas palabras que había conseguido descifrar el Regimiento de Comunicaciones de Anlova; «Ataque» y «Demonio». La imagen y la voz del video estaban totalmente distorsionadas y no sabían quién había enviado el mensaje, pero lo había hecho desde el edificio central, por lo que seguramente había sido desde la sala de control de la planta runieléctrica. El capitán Lorenzo, había achacado aquellas palabras a algún tipo de alucinación provocada por el miedo, o a un intento de mantener a las tropas alejadas de quien quiera que la hubiese ocupado. Si bien Raed estaba de acuerdo con la teoría de su superior, había algo que le daba mala espina. Aquella palabra le traía malos recuerdos.
El sargento sacó un papel escrito a mano y una pequeña foto que llevaba en uno de los bolsillos del uniforme. Miró la foto y notó como una nostalgia agridulce se abría paso entre sus preocupaciones. En ella, su ex mujer estaba junto a él con sus dos brazos entrelazados con el suyo. Su radiante sonrisa era lo más bonito que había visto en su vida, y también, lo que más de menos echaba.
—¿La echa de menos, señor? —le preguntó de repente la soldado Neisa mientras conducía el V4-1.
El sargento la miró, y ella devolvió la vista a la carretera.
—Mucho —contestó el sargento, que también desvió la mirada al frente. A lo lejos comenzaban a verse las torres rúnicas de la planta auxiliar—. Pero separarse de mí fue lo mejor que pudo hacer. Se merece a alguien mejor.
—¿Cómo se conocieron? —dijo la soldado tras unos segundos de silencio incomodo.
—Bueno, yo intenté robarle, y ella me dedicó una de sus sonrisas radiantes. —Raed no pudo evitar sonreír al recordar aquel momento tan pintoresco—. Ese mismo día me enamoré de ella.
—¿Usted, un delincuente? —Preguntó Neisa con una sonrisa—. Nunca lo habría imaginado.
—Sí, soldado. Por aquel entonces apenas hacía unos meses que mi madre nos acaba de sacar a mí y a mi hermano de la zona colmena donde nos criamos. Si no hubiera sido porque Marian era una mujer, seguramente le hubiera clavado un cuchillo y arrebatado todo el dinero.
—Espere, señor —dijo esta vez sorprendida— ¿Se crió en una zona colmena?
—Sí, soldado. ¿Has estado en alguna?
—No, pero he escuchado historias. —contestó Neisa— Yo me crié en uno de los barrios bajos de Catlon.
—Los barrios bajos, ¿eh? —dijo Raed con una sonrisa burlona—. Bien, pues lo barrios bajos son digamos, el cielo para la gente de las zonas colmena. Allí no existe más ley que la de las bandas que luchan por hacerse con el control. Ni siquiera el Cuerpo de Defensa Nacional entra en las zonas colmena al menos que suceda algo muy serio o los miembros de una colmena la líen fuera de ellas.
—Supongo que debió ser muy duro.
—Así es, soldado. El estigma de haber nacido en una zona colmena no es algo que desaparezca rápidamente. Fue por eso que me alisté en el ejército. Para una persona como yo, era la única forma de conseguir un salario digno y legal.
—Entiendo a lo que se refiere, señor. Para la gente de los barrios bajos tampoco es fácil hacerse un hueco en la sociedad —dijo Neisa—. Pero en mi caso, fue sobre todo por patriotismo, señor.
—Como yo... —dijo André.
Raed creyó apreciar cierto sarcasmo en las palabras del soldado. Pero no le dio importancia y se dispuso a contestar a Neisa. Justo en ese momento, la voz de la soldado Elen, que se encontraba en la ametralladora auxiliar del vehículo, resonó por el canal general.
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Anlova en llamas Vol 1
Fiksi IlmiahEn un mundo oscuro y despiadado, marcado por la guerra y la fusión de magia y tecnología, un pelotón del país más poderoso se enfrenta a la existencia de seres que podrían cambiar el destino de todos. Con la muerte acechando en cada rincón y la trai...