El sonido de unos pasos acercándose irrumpió el silencio reinante de la biblioteca. Isen pasó la página del libro de magia que estaba leyendo, y antes de continuar, se acomodó en el respaldo acolchado de la silla de madera.
—Mago de combate Isen —dijo una voz.
Isen suspiró y levantó la vista. No le gustaba que le interrumpieran cuando estaba leyendo.
—¿Sí?
El mago iniciado se apresuró a hacer una reverencia cuando los fríos ojos de Isen se encontraron con los suyos. No era el primero que se incomodaba con ellos. Hasta sus padres se habían sentido incomodos cuando sus ojos se cruzaban.
—Siento interrumpirle, maestro. La guardiana de la torre Linalta me ha enviado a buscarle.
—Me podría haber enviado un mensaje a la cibertabla —Isen devolvió la vista al libro—. ¿Qué es lo que quiere?
—No me lo ha mencionado. Solo me ha dicho que le dijera que acudiera a su despacho.
—Está bien. Puedes irte —dijo Isen con desdén.
El mago iniciado hizo de nuevo una reverencia, y se machó de la biblioteca. Isen cerró el libro, lo devolvió a su sitio y se dirigió al despacho de la guardiana de la torre.
La torre de magia de Catlon era la segunda más grande de las tres torres que actualmente formaban la Brigada Mágica de Anlova (había habido una cuarta en Tarefor, pero esta había sido destruida en una revuelta). La torre, de forma cilíndrica y con un jardín interior que conectaba todos los pisos, albergaba numerosos espacios dedicados al conocimiento, el aprendizaje y el entrenamiento de las artes mágicas, además de las habitaciones residenciales, cocinas, y despachos. La vida de la mayoría de los magos militares y civiles trascurría entre aquellas paredes.
Al llegar al despacho de la guardiana de la torre, Isen golpeó suavemente la puerta con el dedo índice flexionado.
—Adelante —dijo una voz suave.
—Con permiso. —Isen abrió la puerta y entró.
El despacho tenía una forma de octógono irregular con picos pronunciados. Toda la estancia estaba repleta de estanterías con todo tipo de libros. En un rincón, una estrecha escalera de caracol ascendía a una plataforma circular con barandilla. En una de las paredes había un mapa de todo Terrarum dibujado en un papel rugoso que imitaba un pergamino. En otra, estaba la ventana que daba al jardín interior. Frente a ella, sentada sobre un sillón acolchado, la guardiana de la torre revisaba uno de los tantos libros y manuscritos que tenía sobre su escritorio de madera caoba.
Al igual que él, La guardiana de la torre Linalta era una aehul. Físicamente, los aehuls eran similares a los humanos en cuanto altura o variedad de tonos de piel, pero tenían las orejas ligeramente puntiagudas y su complexión era algo más frágil. La mayoría de ellos eran rubios o morenos con ojos claros, y solían ser sinónimos de belleza con rostros de porcelana, piel suave y finas cejas. La elocuencia era uno de los aspectos más famosos de su especie, aunque Isen era la excepción que confirmaba la regla.
—¿Me había llamado? —preguntó Isen.
Los ojos grises de la guardiana de la torre se posaron sobre él, y una tímida sonrisa se dibujó en sus finos labios. Su cabello rubio claro le caía hasta los hombros.
—Sí, mago de combate Isen. —Linalta hizo un movimiento con su mano y la puerta se cerró. Luego se dejó caer sobre el respaldo de la silla—. Ha llegado una petición urgente de los Fieros Mayordomos solicitando un mago de combate.
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Anlova en llamas Vol 1
Ciencia FicciónEn un mundo oscuro y despiadado, marcado por la guerra y la fusión de magia y tecnología, un pelotón del país más poderoso se enfrenta a la existencia de seres que podrían cambiar el destino de todos. Con la muerte acechando en cada rincón y la trai...