El primer esposo

12 1 4
                                    


Que mi madre haya decidido que me tenía que casar con un desconocido a los dieciséis, es una de las ideas más malas que ha tenido. Sobre todo, porque ella y mi padre, fueron los que eligieron al tipo ese. 

- Buenas tardes, Señorita Sally. - Me saludó mi pretendiente. - Mi nombre es Edward. Y como sabrás, en dos meses, tú y yo, nos casaremos. 

- Sí, eso mismo me comentaron mis padres. Pareces muy emocionado por eso, mucho más que yo..

- ¿No es obvio? Ahora que tendré a mi lado, seré muy feliz... Además nosotros formaremos una muy bonita familia.

- Discúlpame,  ¿¡hijos!? ¡No me han avisado nada de eso! - Le reclamé muy asustada y sorprendida. 

- Querida, ¿por qué otra razón iba a aceptar yo esta decisión? Nosotros somos jóvenes y todavía tenemos tiempo. Quiero que tú seas la madre de mis hijos.

Eso fue lo que me terminó de destrozar. Saber que esto no solo era una decisión tomada en mi contra, sino que también estaba obligada a cumplir el rol de madre en esa relación. Esto fue lo que me comenzó a quitar la idea de que yo ya no mandaba sobre mi propia vida a pesar de estar convirtiéndome en alguien que se supone que debía ser independiente. 

Esos dos meses pasaron increíblemente rápido, y llegó el día de la boda. Para Edward, tal vez, fue el mejor día de su vida, pero para mi fue uno de los más horribles. Odié como todos me observaban cuando caminaba hacia el altar con cara de estar apunto de negarme, para después ver como decía un falso "sí quiero" con la voz rota y los ojos a punto de llenarse de lágrimas. Obviamente lo último, solo lo notó Edward, y en cuanto estuvimos solos, no tardó mucho ni se cortó un para comenzar a reclamarme. 

-¿Por qué estabas a punto de llorar en la ceremonia? Podrías haber arruinado todo, ¿lo sabes? - Comentó algo enfadado. 

- Es porque yo no quiero esto. Me han obligado ¿ y tú pretendes que esté feliz por ello? 

- Por favor... ¡Tú madre tenía razón al decir que eras tonta! - Me gritó a la vez que me cubría la cara por el susto. - ¡Tú ahora eres mi esposa! ¿¡Entiendes!?- Y al verme ya llorando dejó de gritarme y se acercó, quitando mis manos de mi cara. 

- Detente... Ya no me grites, por favor. Hago lo que quieras, pero por favor detente ya. - Le rogué desesperada porque dejase de gritarme. 

- Me detendré. Pero si no quieres que esto suceda otra vez, no me hagas enfadar, y tienes que hacer todo lo que te diga, ¿vale? - Me dijo mientras me abrazaba fuertemente y yo asentía. 

Esa noche me obligó a tener relaciones con él. Eso sumado al hecho de su obsesión por formar una familia y que no usase protección, ni me permitiera usarlo, provocó que quedara embarazada. Un embarazo al cual le siguió un aborto espontáneo, dos embarazos más y finalmente la perdida de estos. 

Y ya, por fin, tras un largo y cansado año, Edward, me dijo que debíamos hablar. 

- Sally, debo ser muy sincero para lo que te quiero decir. Tú has sido una esposa terrible, y no me has hecho nada feliz durante este matrimonio. 

- Vaya, muchas gracias, cariño. Ahora ya sé que me valoras mucho. - Respondí con ironía. 

- No me contestes, Sally. La cosa es que ya no quiero continuar con esto si ninguno es feliz. Sobre todo si yo mismo no lo soy. 

- Edward, si vas a ser sincero conmigo, no finjas que ahora mismo te interesa mi estado. Además sé directo, ¿qué es lo quieres decir? 

- Lo que quiero decir es que nos vamos a divorciar. 

Y no sé si fue por la emoción, pero, en ese momento comencé a llorar como nunca antes lo había hecho. 

El trío poliamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora