7 ZAYO

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Zayo salió de la casa sin saber si volvería a ver a su familia, dispuesto a encontrar a Rai. Era de noche, por lo que imaginó que su hermano podría encontrarse en lo alto de alguna casa, observando el mar de arena que les separaba del resto de Valoria.

Escaló apoyando uno de sus pies en una ventana y, de un impulso, consiguió aferrarse a la cornisa del techo. Las casas de Arena Mojada no solían ser muy altas, por lo que subir a sus techos era relativamente fácil. Para su sorpresa, Rai se encontraba ahí mismo. Se le veía tranquilo, pero conociendo a su hermano, Zayo sabía que en la mente de Rai había un gran conflicto.

Antes de que Zayo pudiera sentarse, Raikin decidió hablar primero.

—Debemos estar en el infierno de Valoria.

—No creas, Rejo dice que al norte hay una región con volcanes y descendientes del infierno —dijo Zayo, tratando de quitarle peso a las duras palabras de su hermano.

—¿Tú crees que allí se mueren de sed? —preguntó Rai.

—No sé si de sed, fiebre o de qué —dijo el mayor—. Pero todo el mundo muere, Rai.

—No, los de allí no mueren —dijo Raikin, señalando el Templo de Cristal.

—Algún día morirán, como todos.

—Nunca mueren, somos tan estúpidos que hacemos que sus nombres pasen a la historia —dijo Raikin.

Zayo reflexionó sobre las palabras de su hermano, preguntándose si realmente se muere o se vive en el recuerdo.

—Sé que puedo conseguir el antídoto, solo necesito algo de dinero —dijo el hermano pequeño.

—Rejo y yo tenemos un plan para eso, pero será complicado.

Zayo le contó todo el plan a Rai, quien escuchaba en completo silencio. Por momentos, Zayo dudaba si trataba de escucharle a él o a la arena movida por el viento.

—Lo haré —dijo Rai.

—Perfecto —contestó Zayo, dándole un abrazo a su hermano—. Ven, vamos a dar una vuelta, que te van a salir los ojos de mirar tanto la arena.

Los dos hermanos dieron una vuelta por los alrededores. La noche parecía tranquila. Por lo general, no acostumbraban a hacer este tipo de paseos por miedo a que los vieran demasiado, pero teniendo en cuenta el riesgo que asumirían la mañana siguiente, decidieron tomar algo en la taberna de Dunaria.

Al entrar a la taberna, vieron diferentes grupos de gente, algunos más adinerados y otros que les sonaban de Arena Mojada. Los jóvenes se acercaron a la barra.

—¿Qué os pongo, jóvenes? —preguntó la camarera.

—Ponnos dos vasos de cerveza —dijo Zayo.

—No tenemos dinero para pagarlo —le susurró Raikin.

—¿A qué nos dedicamos, hermanito? —respondió Zayo.

La mujer les sirvió las cervezas. Hacía mucho tiempo que Zayo no bebía una de esas; era su capricho de vez en cuando y el chico se imaginó que Rai nunca la habría probado por la cara que puso después del primer trago.

—Ten cuidado con estos, que son de Arena Mojada —dijo el hombre que tenían al lado.

El hombre tenía el pelo corto y oscuro, una frondosa barba y llevaba puesta una armadura con un símbolo que los dos chicos sabían lo que significaba. Era un guardia de los Cimarro; su armadura con el símbolo del sol rodeado por una serpiente lo delataba. Su voz y aliento también delataban su estado de embriaguez.

Ojo de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora