17 AMIL

1 0 0
                                    

El sendero parecía desdibujarse a medida que el grupo se adentraba más en el bosque. Los días transcurrían lentamente, esfumándose con el paso del tiempo, y Amil comenzaba a dudar del conocimiento de Alaric respecto al camino. Siempre había escuchado lo difícil que era atravesar ese lugar, pero lo subestimó al decidir adentrarse en él. Junto a Selene, pidieron en un par de ocasiones acelerar la marcha, pero Alaric les respondía aclarando que no se trataba de una carrera, sino de llegar a salvo al destino.

Las mañanas eran frías, y apenas se vislumbraban unos pocos y finos rayos de sol, los únicos capaces de atravesar la espesa vegetación de los árboles y sus ramas. Las noches, por otro lado, eran gélidas. El viento agitaba las hojas en los árboles, creando fuertes silbidos que, al resonar entre los troncos, llenaban a Amil de escalofríos.

Udym apenas descansaba debido a las duras condiciones de la noche, por lo que solía quedarse dormido junto a Sam mientras cabalgaban. Cuando no lo hacía, se volvía más insoportable con cada segundo que pasaba.

Selene solía desaparecer horas antes del anochecer y volvía a la salida de la luna con algún animal muerto para comer y un par de flechas menos. Parecía no temerle al bosque, a diferencia del resto, que como mínimo sentían respeto por las criaturas que lo habitaban.

Thoren pasaba el día charlando con Alaric. Parecía disfrutar escuchando las historias del viejo soldado. Cuando se cansaba de eso, buscaba a Selene o Amil para continuar conversando.

—Alaric dice que saldremos del bosque en pocos días —dijo Thoren. Sin embargo, Amil cada vez dudaba más del camino que seguían.

—¿Seguro? Eso mismo dijo hace unos días —replicó Amil. Thoren la miró extrañado. No entendía de dónde nacían las dudas de Amil, ya que él confiaba en la palabra de Alaric.

—¿Por qué nos mentiría? —Amil sentía que su amigo pecaba de inocencia en esos momentos. Alzó la mirada hacia la cima de los árboles, donde se refugiaban todo tipo de aves, aunque las que más veía eran búhos blancos. Esas aves se usaban en la región de la nieve para enviar mensajes importantes.

—Quizás no recuerde bien el camino. Hace muchos años que sus días como soldado fuera de Glaia terminaron.

—Debes confiar un poco más en los demás, Amil —Thoren le dedicó una cálida sonrisa, y sus miradas se cruzaron. Amil apartó rápidamente la vista de él, recordando las conversaciones con Selene, lo cual la incomodaba por las intenciones de su amigo. Thoren notó su rechazo en el gesto—. Si no confías en tu guardia ni en tu amigo, ¿en quién confías?

—Solo digo que puede estar equivocado —respondió Amil, devolviéndole la mirada a Thoren.

—Y quizás lo esté, pero no tenemos otra opción —Thoren soltó una tímida risa para aliviar la tensión de la conversación. Amil también se sumó, y ambos rieron como niños.

—Puede que haya estado un poco...

—Histérica —completó Thoren.

—Puede que sí, pero es que... —no sabía exactamente qué la atormentaba; quizás era la culpa de saber que debía hacerse cargo de su legado, o tal vez el miedo de que algo saliera mal antes de llegar a Última Nieve.

—Te entiendo, Amil —Thoren abrazó a su amiga. Él era la persona que más la conocía, excepto su madre. Su abrazo le resultó muy necesario y le liberó de tener que expresar sus sentimientos.

—Gracias, Thoren —dijo separándose de su amigo para continuar con la marcha.

Cabalgaban hasta que Zimer y Alaric detuvieron el avance. A Amil le extrañó que se detuvieran, ya que aún quedaba tiempo antes de que anocheciera. Vio cómo ambos bajaban de sus caballos y los perdió de vista. El resto del grupo no les permitía ver qué ocurría.

Ojo de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora