Gram se encontraba en el puente que unía el castillo con el bosque; los caballos estaban preparados para empezar el viaje.
—Cuando vos digáis, partiremos hacia Rocaventia, mi señor —le dijo Liam, quien era su joven escudero.
—¿Habéis visto a mi mujer? —le preguntó.
—No, mi señor, ¿no pasasteis la noche juntos?
—Por supuesto que sí —contestó Gram, indignado—. Pero esta mañana se fue con una de sus hermanas sin decir nada.
—¿Con cuál de ellas? —le preguntó el chico.
—La del pelo negro.
—Está allí, mi señor —Liam señaló a lo alto de la muralla, al lado de una de las torres.
Gram bajó de su caballo con gesto de enfado y fue haciéndose camino entre todas las personas que se encontraban preparadas para partir hasta volver dentro del castillo de Viridia. No perdió ojo de la ventana donde se encontraba Rome; el ventanal era como los cientos que había en todo el castillo, de estilo gótico y con los vitrales que inundaban los interiores con una luz multicolor.
El joven Maristhar entró al salón que comunicaba con las escaleras; este era majestuoso, decorado con tapices y candelabros, muy diferente a lo que estaba acostumbrado a ver en Rocaventia.
Prosiguió hasta las escaleras en forma de caracol. Le llevó un tiempo subirlas todas, pero no el suficiente como para que se le pasara el enfado.
Una vez llegó a lo alto de la torre, se encontró con Rome admirando las vistas; la mujer estaba dándole la espalda a Gram, el cual solo podía ver su pelo largo y trenzado.
—Pensaba que ya no vendrías —le dijo Rome sin girarse.
—¿Se puede saber dónde está vuestra hermana? —le dijo con tono de enfado.
—Tranquilo, príncipe, mi hermana está acabando de prepararse para el viaje —dijo Rome con voz serena—. Y recuerda que, por el momento, vos sois príncipe y que estáis hablando con una reina; debéis cuidar más vuestros modales.
En ese momento, Rome se giró y quedaron cara a cara por primera vez en la conversación. Gram sabía que lo que acababa de decirle Rome era cierto; aunque fuera a ser rey, hasta la muerte de su padre su título es el de príncipe de Rocaventia. Pero el hecho de que Rome tuviera razón solo generaba en el chico más rabia y enfado.
—Tenéis razón, Reina Rome. Perdonad mi tono vulgar —dijo Gram mientras se inclinaba para hacerle una reverencia con un pequeño tono burlesco—. Pero no hay nada que me moleste más que la impuntualidad.
—Tendréis que esperar y hacer esperar a vuestros hombres si mi hermana lo precisa —contestó Rome—. Eso deberías tenerlo claro.
Gram le dedicó una falsa sonrisa y mordió un poco su labio para calmar sus nervios. Mientras, Rome se dio la vuelta y volvió a observar por la ventana.
—Sabéis, me he pasado la noche en vela pensando que quizás mi hermana se sienta un poco sola en Rocaventia.
—Estaré a su lado para todo lo que necesite —dijo Gram.
—Imagino, pero me gustaría que tuviera un rostro familiar para que le sea más fácil la adaptación.
—¿Qué propones? —preguntó el chico.
—Creo que debería acompañar a mi hermana durante un tiempo en Rocaventia —contestó Rome.
Esto no le gustó nada a Gram y menos después de que Rome le manejara durante toda la conversación; el chico es seguro y confiado, incluso un poco arrogante, pero Rome le hizo sentirse inferior y como un niño malcriado con unas pocas palabras.
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Ojo de Serpiente
FantasyEntre antiguos secretos y un reino al borde del colapso, ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para salvar lo que amas? En Dunaria, un grupo de jóvenes ladrones roba para poder sobrevivir. A pesar de su habilidad y cuidado, acabarán por meterse...