La expedición seguía su curso; cada vez se adentraban más y más en aquel misterioso bosque de árboles susurrantes. Amil se veía fascinada por la cantidad de ruidos que era incapaz de averiguar de dónde procedían y qué era lo que los producía. Ella siempre había sido una persona muy dada a la investigación y le maravillaba todos los misterios que parecía albergar el bosque Freendor.
La comitiva continuó hasta que la luna dominó los claros cielos. Era fácil ver el cielo y las estrellas, ya que la mayoría de los árboles eran pinos, los cuales eran realmente altos, pero permitían ver el cielo nocturno. Si hubiese sido por Amil, el grupo no hubiera descansado en toda la noche; las ganas de seguir se apoderaban de ella. Por suerte para el resto, Alaric era consciente de que los descansos en los largos viajes son fundamentales y debían ser respetados.
—Deberíamos acercarnos al río para hacer el campamento, Amil —sugirió Alaric.
Amil no quería que el día acabara ya, pero el respeto por la experiencia del caballero acabó ganando al ímpetu de seguir descubriendo el bosque.
—Usted manda, Alaric —respondió Amil.
El grupo giró en dirección al río Clauet. No pasó mucho tiempo hasta que el ruido del agua llegó a los oídos de la chica. La noche ya había llegado y el frío era más que notable; el duque tiritaba desde hacía ya un rato. Esto no le resultaba raro a Amil, ya que Monte Blanco es una de las localizaciones menos frías de toda la región, mientras que Glaia era una de las más gélidas.
—¿Podemos acampar ya? —preguntó Udym con tono de exigencia—. Me muero de frío.
—Deberíamos acercarnos más al río, duque —dijo Sam Cazbin, quien era el guardia personal de Udym.
—Pero ya se escucha el río y aquí hace mucho frío —replicó el duque.
—Solo debéis hacer un último esfuerzo, mi señor —dijo Alaric tratando de llegar al objetivo.
El duque de Monte Blanco siguió refunfuñando para sí mismo, mientras que Amil empezaba a ver el río con sus propios ojos.
—Veis, no era para tanto —dijo Amil mientras desmontaba su caballo—. Aquí ya está bien, ¿no creéis, Alaric?
—Sí, acamparemos aquí mismo —confirmó el caballero. La zona parecía tranquila; el río se encontraba a un par de metros y no había tantos árboles como antes—. Sir Handum y señora Trile, buscad leña para hacer fuego; y señora Brodra y sir Naeh, explorad la zona en busca de posibles peligros.
—Ahora mismo, sir comandante —dijo Erenae Brodra mientras volvía a montar a su caballo.
—Sir Cazbin, usted vendrá a recoger algo de agua del río conmigo —dijo Alaric.
—Esperad un momento, usted no me da órdenes —replicó el joven caballero.
—Sam tiene razón; el único que le da órdenes soy yo —intervino Udym, quien se cubría con todo tipo de ropajes para calentarse.
Amil no entendió el porqué de la rebeldía, no solo del duque, sino también de su guardia. Ella sabía que Alaric solo pensaba en el bien del grupo más allá del ego de cada uno, pero los del clan de Monte Blanco parecían tener ideas muy diferentes a las del noble caballero.
—Hay que ver —dijo Amil, echando de reojo una mirada fría como el hielo tanto al duque como a su guardia—. Yo os ayudaré, Alaric.
—Lo siento, Amil, pero es un trabajo muy pesado —replicó Alaric.
—Seré princesa, pero, hasta el momento, puedo vencer al agua —contestó Amil, ciertamente ofendida.
—Yo os ayudaré, sir Pail —dijo Thoren mientras agarraba uno de los cubos donde Alaric pensaba transportar el agua.

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Ojo de Serpiente
FantasyEntre antiguos secretos y un reino al borde del colapso, ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para salvar lo que amas? En Dunaria, un grupo de jóvenes ladrones roba para poder sobrevivir. A pesar de su habilidad y cuidado, acabarán por meterse...