20 AMIL

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Amil caminaba entre los árboles que se alzaban como gigantes. El bosque era denso y silencioso, pero no había ni una pizca de viento. La luna llena iluminaba débilmente el sendero frente a ella, aunque la luz parecía inerte, incapaz de atravesar del todo la oscuridad.

Miró al cielo y volvió a ver la estrella que la había empujado a esa travesía. Seguía marcando el camino hacia Última Nieve. Amil trató de correr, como hubiera deseado la primera vez.

A medida que avanzaba, una sensación extraña la envolvía: el suelo bajo sus pies crujía como si caminara sobre huesos, y el aire se volvía cada vez más pesado. De repente, escuchó un susurro a lo lejos, una voz que no reconocía pero que le resultaba extrañamente familiar.

—Te guiará a tu destino, debes confiar.

Amil intentó moverse más rápido, pero sus pies parecían clavados en el suelo. Frente a ella, una figura emergió entre los árboles. Era alta y encapuchada, pero lo más inquietante era su rostro: cuando se descubrió, no era humano. Llevaba una máscara dorada con marcas de serpiente, y ojos brillantes y penetrantes que parecían verla a través de la piel y los huesos.

La figura portaba colgando del cuello el amuleto que ella buscaba, el amuleto de la serpiente.

Amil intentó pedir que se lo entregara, pero no salió sonido alguno de su garganta. Entonces, la figura señaló detrás de ella. Al girarse, vio el bosque arder en llamas, un fuego violento y voraz que devoraba todo a su paso. El fuego comenzó a acercarse a ella, rugiendo como una bestia hambrienta.

—El poder está en tus manos... —murmuró la voz de nuevo—. Si no actúas, el fuego os consumirá.

El bosque comenzó a colapsar a su alrededor, los árboles retorciéndose y convirtiéndose en serpientes que se deslizaban hacia ella. Amil cayó de rodillas, tratando de luchar contra el miedo que la envolvía.

De golpe, despertó. Seguía en su tienda. Sam la zarandeaba mientras gritaba, pero ella no escuchaba nada. Sintió dolor en las manos y observó que apretaba con fuerza su amuleto en forma de luna. Al soltarlo, una voz murmuró:

—El destino de Valoria está en tus manos...

Amil cada vez veía menos margen entre sueño y realidad. Recuperó la capacidad de escuchar. Los caballos relinchaban de forma desgarradora y no distinguía de dónde provenían los gritos.

—¡Amil! —Sam la agarraba fuerte del brazo y la llevó fuera de la tienda.

Afuera, se encontró con la realidad del momento. El grupo estaba siendo atacado por numerosos seres extraños. Parecían humanos, pero con una gran joroba, encapuchados, con rostros demacrados y un tono amarillento en los ojos.

Alaric luchaba espada en mano contra al menos tres de ellos. Zimer y Elenae se defendían espalda con espalda mientras esas criaturas trataban de alcanzarlos con lanzas. Apol acababa con la vida de uno. Selene retrocedía mientras les clavaba un par de flechas directas a los ojos. Algunos de los atacantes se entretenían devorando a Pile, quien gritaba de dolor mientras le clavaban sus dientes.

Pile era una mujer algo mayor, aunque no tanto como Alaric, más bien como Zimer. Nunca había tenido una gran relación con ella, pero la mirada de sus ojos azules mientras era devorada por aquellos salvajes era algo que Amil no borraría fácilmente de sus recuerdos.

Finalmente, Sam la llevó junto a Udym, quien estaba siendo protegido por Thoren.

—Llévalos lejos, Thoren —exclamó ser Cazbin.

—¿Y el resto? —preguntó Thoren—. Deberíamos quedarnos y ayudarlos.

—La princesa y el duque son la prioridad —mantuvo su tono alterado Sam. Amil y Udym parecían igual de confundidos; era la primera vez que ella podía sentir empatía con el duque.

Ojo de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora