9 MIDU

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La chica retiró la gruesa tela que servía de puerta en la tienda de campaña donde se encontraba el joven escudero. Cuando pasó, encontró a Liam con un par de personas más que parecían ser algunos amigos. Mientras los amigos parecían tratar de darle consejos, Liam daba vueltas en círculo por toda la tienda. En cuanto los presentes notaron la presencia de Midu, todas las voces se silenciaron.

—Podemos hablar un momento en privado —dijo Midu, y sin necesidad de decir nada más, todo el mundo salió de la tienda a excepción de Liam y ella.

Antes de marcharse, todos los presentes pasaron cerca de Liam, le desearon suerte y le dieron un beso en el hombro. Una vez a solas, el escudero consiguió quedarse quieto, tomó asiento y se sirvió una jarra de vino, creyendo ser la última.

—¿Queréis, mi lady? —dijo Liam.

—No —contestó Midu—. En realidad, vengo a deciros que en ningún momento creí al príncipe sobre vuestras palabras.

—¿En serio? —dijo Liam, con cara de emoción tremenda—. Tenéis que decírselo a todos, seguro que así no habrá duelo.

—No puedo —dijo Midu cortante—. Os juro que lo intenté, pero Gram ha conseguido que todos lo lleven a un terreno personal y...

—Pero yo no lo hice —dijo Liam interrumpiéndola y al borde del llanto.

—Lo sé, lo sé —dijo Midu tratando de calmarlo—. Escucha lo que os voy a decir: he conseguido hablar con el príncipe y que entrara en razón. El duelo continuará, pero cuando él os desarme, deberéis reconocer vuestros supuestos crímenes y pedir perdón delante de todos.

—¿Pero y la verdad?

—¿Queréis salvar vuestra vida o no? —preguntó Midu sin dar muchas más vueltas.

Liam no dijo otra palabra, pero afirmó con la cabeza. El chico era bastante joven, de pelo castaño y medio largo. Físicamente estaba mal en comparación al físico de atleta del príncipe.

—De vuestra parte espero que, si en algún momento tenéis la oportunidad de dañar al príncipe, no lo hagáis —dijo Midu muy seria—. Si lo hacéis, estaréis traicionando mi confianza.

—Nunca he pretendido dañar ni al príncipe ni a vos, mi lady.

—Perfecto, Liam —dijo Midu suavemente mientras se acercaba a él y le daba un beso en el hombro—. Espero verte después.

El chico se quedó de piedra mientras Midu salía de la tienda. Fuera, se sentía el viento que venía desde Rocaventia, que atizaba los árboles y hacía fuertes silbidos entre sus hojas y ramas. La luna coronaba el cielo de la arboleda, acompañada de un millar de estrellas. En la oscuridad de la noche se encontraba una única luz, la gran hoguera del centro del campamento que iluminaba y daba calor a todos los presentes, que no eran pocos. Todo el campamento se encontraba expectante por lo que sucedería en el duelo del príncipe contra el escudero.

La chica trató de encontrar a su hermana, quien sabía del complot montado por Midu para tratar de salvar a Liam. La princesa trataba de abrirse hueco entre la multitud, que en ese momento pareciera darles igual que ella fuera su princesa. Multitud de codazos e insultos hicieron que Midu se preguntara si todos ellos no deberían enfrentarse al príncipe por tales actos.

Por fin consiguió llegar hasta Rome, quien se encontraba charlando con un viejo señor medio encapuchado. Cuando Midu estuvo lo suficientemente cerca como para verlos y escucharlos, observó cómo su hermana le daba unas cuantas monedas doradas al señor, el cual se guardó rápidamente las monedas en el bolsillo de su desgastada túnica y sacó una pequeña hoja y una aún más pequeña pluma para apuntar algo.

Ojo de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora