capítulo 20

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Al pasar los días desde su partida, Abril además de sentirse destruida, se sentía malhumorada, molesta por el más mínimo detalle que pudiera notar.

—No me gusta, hazlo de nuevo —gruño y le devolvió los papeles a su secretaria —Lo quiero para dentro de una hora.

—Pero señora, me ha tomado todo el día de ayer para hacerlo y... —fue interrumpida.

—Para una hora dije, vete ya.

La chica por poco no salió corriendo de allí.

Abril no le gustaba en lo que se estaba transformando, ni siquiera cuando se miraba al espejo.

No le gustaba, lo odiaba y odiaba en la forma en que su mismo dolor no la dejaba avanzar en las relaciones. Nadie era su Samantha....

Ni siquiera siquiera ese admirador secreto que le envió las entradas, las flores, postales de Francia; de la Torre Eiffel y de un museo.

Su cuerpo no podía olvidar sus abrazos, sus besos, su toque. Su cabeza se negaba a dejar ir el recuerdo de su voz, de su risa, de...

Su teléfono sonó, la voz de su secretaria se escuchó.

—S-señorita Garza, una persona la está buscando dice que es por las propiedades que quiere comprar en Daegu.

—No tengo tiempo.

—Insiste, dice que le interesa.

—Dile que vuelva mañana —gruñó Abril —No tengo tiempo para ella.

—Si pero.... ¡Señorita espere! —se escuchó la puerta siendo abierta.

Cuando Abril elevó su cabeza para insultar a cualquiera que haya entrado, su boca se secó.

Un saco celeste con rayas negras formando cuadros, un pantalón de vestir igual, su blusa blanca, unos tacones y su sonrisa.... esa sonrisa gamosa que no había podido olvidar.

—No quieres que me enfade, Abril.

Abril tragó saliva y le habló a su secretaria.

—Retírate.... quiero hablar con ella...

La muchacha salió rápidamente de allí.... y entonces la tenía enfrente.

—¿Disfrutaste las entradas? —giró su vista hacia el escritorio —Todavía tienes las rosas... aunque están secas en tu libro.

Abril no podía decir mucho, no porque no tuviera ideas, sino porque no sabía que decir primero.

La vio moverse por la que había sido su oficina hace dos años atrás.

—No has movido ni un mueble.

Los segundos pasaron en silencio.

—Es ridículo ¿no? —murmuró Abril, no queriendo decir su nombre por miedo a que todo eso fuera un sueño.

La vio hacer una mueca... como las de antes... como la mujer dura y fría; entonce esperó a que alguna palabra saliera de sus labios.

—No he podido besar a nadie por miedo a terminar borrando la sensación de tus labios y tu sabor —habló bajo, Abril contuvo su respiración —¿Qué tan ridículo es eso para tí?

Abril solo la miraba. Caminó un par de pasos hasta alcanzar su cuerpo y quitarle un mechón que se interponía en su rostro.

—Es muy ridículo.... es muy ridículo sabiendo que eres la leona de la selva de concreto —murmuró acariciando lentamente su rostro.

Le dio una media sonrisa antes de que ambas frentes se apoyaran.

—Tengo tantas cosas que explicarte — suspiró acariciando su mejilla con su pequeña mano.

—No tienes que hacerlo si no quieres...— respondió, cerrando sus ojos.

—Quiero, puedo y debo.... ya no soy la misma y te necesito como el puto aire.

Abril trató de evitar las lágrimas que se juntaron en sus ojos.

—No soy la misma sin tí... no me gusta —Abril negó con su cabeza.

—Lo siento, cariño —susurró Samantha acercándose a sus labios —Debía hacerlo.....

Y entonces se atrevió a decir su nombre.

—Samantha.... —jadeó dolida justo antes de que sus labios se tocaran.

Aquellas manos abrazando su cintura y las otras las mejillas. El beso fue lento y sin prisa, necesitando volver a sentir esa emoción que explotó cuando Samantha la abrazó contra sí por su cintura.

—Te extrañé —confesó Samantha entre el beso— Te extrañé tanto..... amor.....

Abril la abrazó por los hombros, tomando todo lo que podía.

—No es un sueño.... eres real... eres real...— repitió Abril contra sus labios —Volviste.... por mí...

—Siempre volvería por tí —confesó Samantha mirándola a los ojos —Eres la única capaz de ponerme de rodillas.

Abril lo abrazó tan fuerte contra ella.

—Quédate hasta siempre conmigo, Samantha..... por favor.... quédate conmigo.....

Y cuando el cielo se volvió oscuro chispeado de estrellas, Abril sentía el cuerpo de la más baja sobre ella; abrazándola, apoyando su cabeza en su pecho.

—Volví Abril —susurró Samantha en medio del oscuro silencio —Volví y esta vez es para siempre.

—Te amo —murmuró Abril acariciando su cabello —Siempre te amaré.

Y, entonces Samantha elevó su cabeza para, que poco a poco, sus labios se encontrasen una vez más.
















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Mátame Lento 18+ - (Adaptación Rivari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora