Le era difícil no recordar el por qué estaba casada con ella.
—Por supuesto que sí, sabe que es mi vida entera —sus labios chocaron en su boca.
Samantha Rivera era hermosa, elegante y educada... una mujer perfecta... perfectamente despiadada.
Sus padres la vieron como una candidata perfecta para su débil hija. Abril no era despiadada, tampoco sin corazón, sin... nada... a cambio, Samantha era todo lo contrario.
—Tienes mucha suerte, Abril. Tu mujer es una mujer hermosa.
—Gracias.
Abril tragó saliva cuando sintió la mano de Samantha en su cintura. El perfume de una mujer pegado en la blusa de su "mujer".
Abril giro su vista hacia un Hombre casi de su altura y de cabello negro que la miraba como ido, como hipnotizado. El hombre sonrió a penas y Abril giró su vista rápidamente.
Las reuniones sociales eran así... ellos siempre eran perfectos
Una hora después, Abril se colocó el pijama poco a poco mientras veía como Samantha se vestía para largarse de allí.
—Un hombre me miraba —habló, su mirada era cansada... perdida...
—¿A ti? —la risa de Samantha se escuchó por la habitación.—¿Por qué te mirarían a ti cuando tienen a muchísimas mujeres más bellas?
—Tal vez... soy linda para alguien —Abril hacía aquello involuntariamente, tratando de que algo de celos surgieran en ella.
—Debe usar lentes, eso es seguro —Samantha se acomodó su blusa viéndose al espejo y suspiró.—Así que me iré ya. Duerme o come o llora como haces casi siempre... solo trata de quedarte viva para el Lunes, te necesito feliz. Nos juntaremos con el dueño de las corporaciones Rubius.
Samantha la miró reojeándola de arriba a abajo.
—Duerme... —y gruñó las siguientes palabras con asco.—Mi amor...
La puerta de la habitación se cerró de un golpe. Abril dio un salto en la cama y bajó la vista.
¿Tan ridícula era para Samantha? ¿Era fea? ¿su cabello era feo?
Abril hizo lo que todas las noches hacía: se levantó, caminó al frente del espejo; soñando, imaginando que Samantha regresaba y la abrazaba por detrás, sin importar que fuera unos centímetros más baja que ella.
Fingió la sonrisa que le regalaba a la gente ajena a su vida privada. Se miró lentamente, se desprendió la blusa que había usado y la abrió.
Había empezado a ir a un gimnasio al menos tres veces por semana, había comenzado una dieta e incluso iba a una estética... todo con ilusión de que Samantha la viera.
Le daba vergüenza que, por cada reunión a la que fueran, siempre había alguien... una mujer... un hombre... quien fuera se daba cuenta que Abril era pura, que no sabía lo que era ser tocada en una cama.
Porque Samantha se encargaba de dejar en claro en todas las noches que se iba a quién sabe donde y no volvía sino que volvía hasta la mañana del día siguiente.
Abril deshizo lentamente su perfecta falsa sonrisa, sus ojos empezando a cristalizarse. ¿En qué demonios pensaban sus procreadores casarla con la magnate más joven, exitosa y poderosa del medio? ¿Por qué no confiaron en ella para que se hiciera cargo de la empresa familiar?
Las lágrimas hicieron un recorrido iniciando en sus ojos, pasando por sus mejillas y terminando en el frío suelo, para que ella se dejara de ver en el espejo para acostarse sola en la vacía, fría y solitaria cama de matrimonio.
Se sentía vacía.... sola... ¿Qué había mal con ella?
Y, cuando estaba a punto de dejarse caer y dormir, recordó la sonrisa que le dio aquel chico en la noche, temprano, y una débil sonrisa, posiblemente insignificante, pero al fin y al cabo una sonrisa, se dibujo en sus labios.
—Soy linda para alguien —murmuró, cerrando los ojos.
Muchas horas después, cuando el reloj dio las cinco en punto de la mañana, Samantha volvió.
El perfume fuerte femenino estaba pegado a su piel. Se sentía saciada, tranquila y... y vio a Abril.
Hizo una mueca de asco y se durmió al lado de su mujer, solo que por encima de las sabanas con las que Abril se tapaba.
Ella estaba despierta y bajó la mirada hacia el suelo, un perfume más a la colección que su amada solía traer.
Las siguientes noches pasaron de la misma manera. Samantha comenzó a irse con algunas empleadas de la empresa, Abril perdió el gusto de verse guapa, porque según Samantha, "¿Cuántas veces debo decirte que no puedes verte bonita ni aunque pongas todo tu pobre empeño?"
Hasta que llegó el Lunes.
La familia Guarnizo tenía un lindo hijo llamado, Juan guarnizo, cómo a él le gustaba que le dijeran, el estaba prometido a un hombre que no conocía a sus pobres 23 años de edad.
Era un chico era un poco introvertido, así que se quedó con sus padres todo el tiempo. La mayoría de la gente eran los invitados de la reunión anterior; así que ahora todos lo miraban con burla.
Fue ahí cuando Abril se dio cuenta que aquella noche de la última reunión, Samantha se había ido.
—Hola.
Una voz suave, tranquila y elegante la hizo girarse para ver a el chico que la miraba y le había sonreído aquella noche.
—¿A mi? —se señaló.
—A ti —el joven asintió con la cabeza y le tendió una fina copa de champagne.—Soy Juan Guarnizo... ¿Tú?
—¿Por qué estás hablando conmigo? —Abril giró y quiso alejarse pero esa voz tan suave de el joven la detuvo.
—Porque hace tiempo quiero hacerlo, me pareces extremadamente bella pero he sido muy tímida.
—Estoy casada —susurró Abril.
—Una guapa chica casada puede tomar un café ¿verdad? —el joven le sonrió y le encantó la forma en que sus mejillas se hincharon.—Soy Juan o como prefieras llamarme.
—Abril, Abril Garza —y el joven bajo la mirada a la segunda copa, extendiendo suavemente su mano para poder alcanzarla.—Gracias.
—¿Te gusta el arte? —pregunto aquel joven y Abril asintó—¿Has ido a una obra? —preguntó.—Amaría conocer a la pintora Vicky ¿Tu no?
Y Abril, pensando que nunca más volvería a hacer eso de nuevo... sonrió... pero esta vez genuinamente.
—Sí, a mi también me gustaría.
—¿Te gustan las montañas?
—Sí, mis padres fueron de vacaciones el año pasado.
—Es muy lindo hacer senderismo ¿No crees? —y Juan, sin siquiera saberlo, era la ganadora de una sonrisa de un millón de dólares.
ESTÁS LEYENDO
Mátame Lento 18+ - (Adaptación Rivari)
DiversosEl matrimonio de Rivers parecía perfecto frente a las cámaras... sí, piensas bien, solo frente a las cámaras... -No te puedo dejar ir, Abril. -Nos vamos a matar en vida, Sam. -No va a ser la primera vez que lo haga. -¿Qué quieres que te diga? ¿Mátam...