Prólogo

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Antes de querer contarle cualquier cosa al hombre frente a mí (un sujeto llamado Abel, a secas), en mi memoria un recuerdo en específico comenzaba a molestarme. Creo que hay quien llama a esta sensación “deja vú”… Una variante extraña de la reencarnación, en la cual no tengo fe.

No creo en las coincidencias. Cuando aquella mañana fría del 7 de noviembre de 1888, un miércoles como cualquier otro, me levanté y me fui de casa a trabajar, no lo hice pensando que al cruzar la calle me toparía con un sospechoso hombre acechando muchachas. Cuando lo vi, con su extraña apariencia que mezclaba entre misterioso y angelical, aunque mi estómago se contrajo, mis sentidos se agudizaron, y mi conciencia me dictaba que algo no estaba nada bien con él, no me atemoricé. Y cuando él trató de verme, por puro reflejo me di vuelta, sabiendo que si mi estómago tenía razón en contraerse, mis sentidos en agudizarse, y mi conciencia en advertirme, entonces yo había hecho el descubrimiento más espeluznante de 1888.

No creo en esa tontería llamada “amor a primera vista”… pero si existiese su equivalente al “terror”, esotérico oculto entre símbolos aún desconocidos para mí, ¡he aquí el “terror” que solo un ser impregnado de maldad hasta los tuétanos es capaz de fomentar “a primera vista”!

Por eso no creo en las coincidencias.
No fue ninguna coincidencia que la mañana fría de ese miércoles 7 de noviembre yo me encontrara a solo diez pasos de él, y que este resultara ser todo lo opuesto a lo que muchos creen… Incluso todo lo opuesto a lo que yo creía saber… Sus cartas, su actitud, sus acciones… Solo puedo pensar que, en ese preciso momento, aquel monstruo de ojos dorados tomó las manecillas de mi conciencia y puso mi reloj a andar al revés. Desde ese día, mi vida comenzó a tomar rumbos radicalmente diferentes a lo que yo tenía planeado para ella.

Por ello, muy tarde alcanzo a entender a aquel desventurado y despojado de todo, cuando nos advirtió que Sus designios se revuelven entre nubes, caen en tierra, para cumplir Su voluntad.

Y heme aquí, frente a un señor llamado Abel, quien ha comenzado a preguntarme cosas… Tengo que poner en orden mis recuerdos, tengo que acomodar mis palabras… pero algo sigue inquietándome.

¿Fue realmente sabio venir hasta aquí, casi muriendo en el intento, para entrar en este selecto y clandestino grupo? Tengo tanto miedo de ser consumida por la venganza, que solo puedo pensar… Todos los días, todas las noches, al acostarme, al despertarme… Desde hace tres años… En lo único que pienso es en el “¿y si?”:

¿Y si estoy siendo prepotente al pensar que puedo lograr lo que el inspector no ha podido hasta ahora? ¿Y si estoy sobreestimando mis capacidades?
¿Y si este macabro demonio, disfrazado de ser humano, quien ha dado muestras de ser increíblemente brillante… e increíblemente terrible, descubre la verdad sobre mí, y entonces se lanza en la cruzada obstinada de encontrarme? ¿Quién soy yo, una joven sin poder físico, contra un asesino múltiple que probablemente no ha matado solo a mujeres?
¿Y si, por el contrario, consigo hallarle, superarle de alguna manera, y atraparle? ¿Cómo lucho contra la agonía que he sufrido durante tres años? ¿Cómo lucho contra esa imagen? Porque ya estoy cansada de escuchar el cliché ese de “no poder convertirse en aquel de quien buscas venganza”… Que no puedo hacerle lo mismo, porque me convertiría en otro monstruo igual a él… Pero no es tan fácil. Ese último “y si” es el peor de todos.

Tengo frente a mí un camino a recorrer… Así que voy paso a paso. Eso es todo. Llegará el momento para preocuparse sobre cómo encontrar al monstruo, qué hacer con él, y cuán similar a él tengo permitido pensar… Pero ese momento, no es ahora…

El momento ahora es narrarle a este Abel qué fue lo que ocurrió ese año oscuro… Y responder esa pregunta, para que luego él responda a la mía.

Quiero saber quién demonios es este tipo llamado Abel y qué tiene que ver con la muerte de mi esposo, hace diez años… Tengo muy buena memoria para almacenar imágenes de lugares, de situaciones, de rostros de personas. Y a usted, Abel, lo recuerdo perfectamente…
Mejor callo estos pensamientos y empiezo a hablar con él…

Valerie (o La epopeya de la sanguijuela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora